jueves, 24 de diciembre de 2009

Hospital noche

Esta noche aquí, en el hospital, sentado en un sillón cubierto por una sábana con las siglas estampadas en azul, como denominación de propiedad, rodeado de paredes desnudas y utensilios fríos, ruidosos y mecanizados, con una funcionalidad diversa y siempre precisa, pero exentos de formas decorativas, que pudieran aliviar la soledad y aburrimiento del enfermo. Bajo un techo pálido, iluminado por blancos fluorescentes cubiertos por rejillas, como queriendo adornar su desnudez, y al lado un enfermo, una persona querida a quien cuidar, vigilar y atender, para que el día de mañana, sea más prospero que el de hoy, y después de unos cuantos, podamos volver a casa, a hacer una vida lo más digna posible.
El cambio de turno del personal, que si sueros, termómetros, mascarillas, apuntes, más apuntes, gasas, más gasas, y luego, ala, se apaga la luz, y a hacerse el dormido, a ver si cuela y el enfermo no da guerra.
La televisión puesta por tener algo que oír, algo que disimule el cantar de un drenaje conectado al vacio, que monótonamente rompe el silencio con un acompasado borboteo. Por curiosidad le presto un poco de atención para adivinar la combinación de figuras que interpreta, y qué relación hay entre un compas y el siguiente.
Cogiendo como base las partes fuertes, me acojo a un compás binario, digamos 2/4 y con relativa frecuencia noto que la parte fuerte se divide en semicorcheas, mientras que la débil, intenta desplazarse hacia corcheas sin conseguirlo, como si se cansase, haciendo un entorno de tresillos mal ejecutados.
La harmonía de los unísonos, se ve quebrada por ese gargajo, que agarrado al pecho hace mención de salir, sin lograr ser expulsado, provocando a veces ese ronquido agónico, que va poco a poco interrumpiendo la respiración hasta que surge el carraspeo de la garganta y con él la tos bronca y seca, y después otro silencio corto pero eterno, donde se intenta oír un aliento sumergido de nuevo por el ambiente.
Por detrás, surgiendo de la nada, se intenta dar a conocer, otro sonido, este más agudo y dulce, me intento concentrar en él, de repente, ZÁS, se acaba de apagar la tele, no pienso volver a encenderla porque no tengo suficientes monedas sueltas para 24 horas, así que debido a la hora que es, voy a colaborar con la orquesta.
Notas diversas me pongo a ejecutar: Un estallido de gas al abrir una lata de naranja, un campanilleo al desenvolver el papel del bocadillo, un crujir al morder su tostada corteza, un soplido después de cada refrescante sorbo y un croar profundo, al terminar y antes de comenzar la digestión.
De nuevo el silencio, el controlar que el descanso del enfermo no se vea afectado por algún sueño que pueda incidir en los apósitos que por el cuerpo tiene repartidos, y otra vez a agudizar los sentidos que en estas circunstancias podemos utilizar.
Enseguida distribuyo en mi mente lo antes analizado, y cerrando los ojos con suavidad lanzo un reclamo a mi nuevo amigo.
Ya estás aquí, te había abandonado cuando venias a presentarte,
¿De dónde sales tan fresco y limpio? Poco a poco voy girando la cabeza, abro los ojos, y veo el reflejo en un botecito lleno de agua, en cuyo interior brotan burbujas de oxigeno, provocando un castañeteo alegre y simpático como si de un juego de niños se tratase.
Eliminando todo lo superficial que me rodea, y ensalzando en mi tímpano el tintineo, aprecio su suavidad y la transporto a mi imaginación, combinando con él, colores que van formando paisajes, paisajes limpios de la mano del hombre, verdes praderas con sus moradores naturales, claros y azules cielos resplandecientes, y transparentes riachuelos con nerviosos pececillos nadando contra corriente.
Mi actividad cerebral, emulsiona en un estado placentero y confuso, no estoy soñando, tengo muy presente la realidad, donde estoy, y siento como si fuera mucho mayor la percepción de lo que ocurre en la habitación.
Por otro lado, y sin esfuerzo alguno, voy moldeando el entorno y los movimientos, que el leve ruidecillo me va sugiriendo, es como si mi pensamiento se hubiese dividido en dos partes totalmente independientes y autónomas del resto de mi cuerpo, que sigue respirando y provocando latidos a su libre albedrio.
-Agua (De pronto la realidad recupera su primer plano)
-que quieres?
-dame un vaso de agua
-no me deja el médico, solo puedo mojarte los labios con una gasa
-pues eso, venga.
Empapas una gasa en agua, y le refrescas un poco, no puedes hacer más, no te importaría estar toda la noche hablando con él, para que se le hiciese más corta, pero es tontería, vuelve a cerrar los ojos y todo se ve rodeado nuevamente por un silencio bullicioso, algo que te va minando el ánimo al tiempo que percute en tu cabeza con insistencia, (glu,glu,glu,glu, glu.glu.glu).
De nuevo una enfermera, otro par de bolsas de calmantes, para hacer más llevadera la incomodidad de una cama seminclinada.
- que tal, habéis dormido algo,
- bueno, si, bien,
- si necesitas algo nos llamas,
- no nada por el momento, gracias
- hasta dentro de un rato
- adiós.
El sueño se va apoderando de tu ser, al tiempo que el miedo a dormirte profundamente te agobia, tu obligación es mantenerte vigilante ante cualquier eventualidad, pero la monotonía del momento te supera.
Los sentidos se agudizan aún más, y un olor persistente que proviene de las heridas causadas por la operación, empieza a molestar a tu pituitaria, ha estado aquí todo el rato, pero hasta ahora no había resultado tan agobiante, como si su intensidad fuera in crescendo. Te pones la mano en la nariz, he intentas dormir un poco.
Entre sueños confundes el deseo de descansar, con el de salir fuera, a que te dé el aire, o a fumar un cigarro por hacer algo, pero donde, todo estará cerrado, y por los pasillos solitarios, no se debe estar, para evitar la tentación de una calada.
Decidido; Ahora que está tranquilo, me voy a dar una vuelta por la planta, pasillo arriba, pasillo abajo, con la puerta de la habitación abierta, por si me llama.
Justo, al ir a abrir la puerta;
- Chico, oye, que me meo
- espera que voy a por el ratón, a mear,
- que no puedo, levántame hombre
- que quieres que nos arriesguemos a ponerte de pie
- si, si, tú me sujetas
- a ver si la vamos a liar, que pesas mucho y no tienes apenas fuerzas
- que no, levántame, venga, venga.
Corrimos el riesgo y salió bien, él quedo tan a gusto con la vejiga vacía, y yo tranquilo después de volverlo a colocar en la cama sin ningún percance (tampoco tenía todas con migo).
Otro rato al sillón, a cada momento, dame agua, levántame, que calor, tápame.
Como mano de santo, entra el resplandor del amanecer por la ventana, justo cuando empiezan a funcionar los termómetros, se empiezan a limpiar las habitaciones, y todo está preparado para asearlo, sentarlo en el sillón y dejarle la cama presentable, a modo de revista, para que pase consulta el médico, entonces y solo entonces, le entra el sueño, y no es capaz de mantenerse recto sentado, cerrando los ojos y cabeceando, sin intención de despertarse, pensando: ahora os jodéis todos.
Esto está lleno de enfermeras, así que se apañen entre ellas si hay que hacer algo. Me voy a tomar un café, y a hacharme un pitillo, y cuando vuelva, a darle la vara, él quiere juerga por la noche, pues yo la quiero por la mañana, a ver quién es más gracioso.
La verdad es que se ha portado muy bien, y es comprensible que al cambiarlo de postura, después de varias horas, sienta un alivio en el cuerpo, y eso le haga relajarse y dormirse.
Hasta otro día, sigue soñando un poquito por la mañana, y al que le toque esta noche, no le des guerra, que a ti, de todas formas te van a tocar todas. Recupérate pronto y a casa, que aunque esta noche, Nochebuena, no estemos juntos, tenemos tiempo de celebrarla cualquier día, todos unidos, que como dice el refrán, hasta San Antón pascuas son. Tranquilo, me tengo que ir, pero no quedas solo. Pórtate bien. ADIOS.



No hay comentarios:

Publicar un comentario