miércoles, 5 de mayo de 2010

Ingrata vocación 2/3

Casualidad ó Causalidad
     Ayer, me encontraba como casi todas las tardes sentado, aburrido frente al ordenador, mirando las noticias del periódico local, a ver si había algo interesante.
       Una joven, entró en el establecimiento, me levanté y ella dijo: .- ¿Carlos?
-¿sí?
          Puso los brazos en jarra y exclamó ¡ya era hora!
   Sin dejarme pronunciar palabra, cruzó los brazos y continuó hablando:
              .- Bueno mira, resulta que hace cosa de un mes, ingresó en el hospital una señora que se llama Carmen, a ver, yo trabajo de enfermera. Es una señora muy simpática, muy agradable, de esas que no dan guerra ninguna, cuando tenemos un rato libre vamos a hacerle algo de compañía, porque apenas nadie va a visitarla. A mí me recuerda mucho a las señoras de mi pueblo y yo le cuento chismes de los que pasan en el hospital para entretenerla. Es más maja, estamos siempre pendientes de los calmantes, porque ella nunca los pide aunque le duela, dice que por no dar que hacer, vaya tontería si a nosotras no nos cuesta ningún trabajo.
    Bueno mira, resulta, que el otro día, estaba hablado por la tarde con ella y me dijo que si le podía hacer un favor, que resulta que tenía guardada una cosa para un chico, pero que hacía mucho que no lo veía y quería dársela. A lo que vamos, me dijo que trabajabas en una tienda de música y donde estaba, al día siguiente fui hasta allí, pero la tienda ya no existía. Cuando se lo dije por la tarde, me pidió por favor que preguntase por ti, y me animó diciendo que seguro que te encontraba, que era una chica muy lista.
    Bueno, pues al día siguiente volví a la tienda, allí me dijeron, que el dueño anterior, trabajaba ahora en un banco, que preguntase por un tal Andrés.
   Ya era obsesión saber quien eras, ella me ha preguntado todas las tardes. Bueno mira, resulta, que el tal Andrés, me mandó a otra tienda, que es del propietario anterior, que era el que tenia la tienda de música, pero al día siguiente, el viernes, tenía que ir con mi madre al médico, por lo que lo tuve que dejar para el lunes. El sábado, cambiamos el turno, como el lunes estaba de mañanas, al salir por la tarde, me fui a hablar con el señor y le pregunte por ti; me dijo donde trabajabas, pero como se me hacia tarde, no me dio tiempo a pasar, así que hoy me he dicho, de hoy no pasa, y aquí estoy. Es la señora Carmen, está ingresada en la habitación 221 y mañana le diré que al fin te he encontrado.
  Bueno mira, que me voy corriendo, que al final pierdo el autobús, hasta mañana.
       Y sin decir más salió como había entrado. No entendía nada, ni sabía quien podía ser esa tal Carmen.
  Anoche, estaba desvelado con ese misterio, imaginaba de todo, me preguntaba quién podría ser, lo mismo alguna desconocida me había dejado una herencia, o quizás era solo una broma de mal gusto, al final me dormí sin tener ni idea.
     Esta mañana, he tenido que salir a hacer unos recados, coincidiendo que el hospital me quedaba cerca y el coche estaba bien aparcado, he decidido salir de la duda.
    He subido a la segunda planta, y nervioso (por qué no decirlo) me he dirigido al pasillo de las habitaciones para buscar la 221. Cuando he llegado, la puerta estaba abierta, la cama vacía, había un señor sentado en una silla, mirándose las manos temblorosas, mientras sujetaba entre ellas una boina y la cayada.
.- Buenos días. ¿La señora que está ingresada aquí?
    .- Acaba de morir, la han bajado para amortajarla.
.- Perdón no sabía nada, es que mandó, a una enfermera a buscarme y....
(Era como si hubiese esperado que le dijesen que me habían encontrado, para marchar).
    .- ¡Ah!, tu eres Carlos.
.- Si
    .- Yo soy su hermano, toma ha dejado esto para ti.
Cogió de encima de la mesita un viejo sobre y me lo dio. Lo vi tan afligido, que no me atreví a preguntarle, quien era, o de donde y por qué me conocía.
.- ¿A qué tanatorio la llevan?
   .- Aquí mismo en la planta baja.
Y me marché sin más, guardé el sobre en el bolso, con la intención de leerlo más tarde, pero la incertidumbre de pensar quien podía ser, me hizo olvidarme por completo.
   A la hora de comer, después de cerrar, he vuelto hasta allí, en esa sala de la planta baja, no conocía a nadie, ninguna cara me era familiar, me he dirigido hasta un cristal, tras el cual estaba su cadáver, se hallaba envuelta con una sábana blanca hasta la cintura,(cosa que no entendí), su cara pálida como la cera y su nariz puntiaguda, las manos cruzadas sobre su pecho, y como siempre, como yo la recordaba, con su escapulario al cuello, y su camisa morada.
   Me he despedido de ella recordando aquella tarde tan lejana, y mientras me dirigía al coche, he cogido la carta entre mis manos pero no he sido capaz de abrirla, al fin y al cabo, ya es tarde, no sé cuando estaré preparado para leerla, pero ya da igual, ni tan siquiera creo que vaya mañana a su entierro, para qué. Ahora solo puedo pensar, que el mismo día en que yo desvelaba su secreto, ella me mando a buscar.

1 comentario:

  1. En este capítulo quedamos todos expentantes. Ya quiero saber el resto de la historia. ¡Vamos ya!.
    Con mucho cariño te saluda tu amiga America Santiago.

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