jueves, 16 de diciembre de 2010

Casi un año

            Arriba, en el colmenar, en lo que en el pueblo se denomina mentirote, sentado en un tronco solitario, pienso en voz alta.
     Visualizo, una imagen que hasta hace un año era habitual, Jorge, (el único que sigue por aquí) Manuel y tú, contando las mismas anécdotas de todos los días, y repitiendo las mismas historias de juventud.
     Cae una lluvia fina, no pasa nada, al fin y al cabo estamos en diciembre, se acerca mi cumpleaños, la navidad, el cumple de tu hija, fiestas que no volverán a ser lo que eran, ya que coinciden con el aniversario de tu partida. Ya ves, ahora que me alejo de la farándula, este año que va a ser el primero que pueda celebrar estas fechas con la familia, empiezan a ser distintas, nunca supe lo que eran, tampoco puse demasiado empeño, así que yo seré el que menos note el cambio.
     Me encuentro a gusto, empapado, pero tranquilo, siempre se aprende algo, por eso aquí a esa lluvia fina se le llama calabobos, yo debo de ser uno de ellos.
     Dando la vuelta por el “colón”, esa fuentecilla que se encuentra cerca de allí, voy bajando. Al llegar al rincón, echo de menos ese carro de chapa azul, ese, con el que hice el viaje, la última vez que bajé a la huerta, tirado por esa burra que también se vendió, y me rio pensando que después de conducir tráiler media vida, me las vi y me las deseé para llegar sano y salvo de vuelta a casa, y medio camino andando con el ramal de la mano.
     Parece mentira, se ha pasado un año, un año que te llevamos al médico para una simple revisión y todo terminó como nadie deseaba, siempre me culpaste de haberte obligado a ir, con lo tranquilo que tú estabas, con tus dolencias y achaques, tus ungüentos y pastillas, pero era mi obligación, y siempre se ha dicho que la intención es lo que cuenta, por supuesto la mía era la mejor.
     Colgué en el blog, la última noche que pasé con tigo en aquella habitación de hospital, e iluso de mí, me fui pensando en pasear con tigo por los pasillos las noches siguientes, incluso te hice una foto en camisón, sentado al lado de la cama y con los aparatos y tubos como fondo, con la intención de podernos reír juntos al verla una vez recuperado pasado algún tiempo, al final solo sirvió para plastificarla, y dársela a tu nieta, para que te lleve siempre a su lado.
     Antes de entrar en tu casa, me paro, y espero para no mostrar ante los demás un rostro afligido e indeciso, de lo que pudo ser y no fue, vuelvo a preguntarme que más pudimos hacer, tengo claro que hice todo lo que pude por ti en vida, en nada te iba a ayudar lo que hiciera después de tu muerte, tal vez, a nosotros nos hubiera despejado muchas preguntas con respecto a lo que paso para que se produjera el fatal desenlace, pero la tranquilidad de la abuela era más importante que la verdad, la que todos imaginamos, pero nadie pudimos ni quisimos saber.
     Ya se pasó un año, ya no está la burra, ni el carro, ni el molino, el huerto y el pozo están desatendidos, tu ropa ya no ocupa sitio en el armario. Todas las cosas materiales van desapareciendo de nuestro entorno y así debe de ser.
     Me imagino, que alguien querrá hacer eso que da en llamarse cabo de año, y como es natural me buscaré cualquier excusa para no asistir, lo que quiere decir que ni tú ni yo estaremos en ese lugar, a no ser que nos encuentren en la puerta, al solecito, esperando a que los asistentes salgan.
     Nunca te gustó leer, por lo que una noche de estas, antes de ponerlo en el blog, te lo leeré en voz alta, junto a tu nieta, al tiempo que corregimos lo que ella, sé que te está escribiendo para estas fechas y después nos dormiremos, juntos, abrazados y esperaremos tu visita en nuestros sueños.

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