viernes, 18 de febrero de 2011

Genética

                Aquí como cada día, sentado en una silla después de comer, como siempre, frente a mí, una mesita plegable, y sobre ella un ordenador que me cuenta lo que pasa cada día en el mundo por medio del canal de noticias.
     Una barrita de chocolate suave con cacahuetes y miel, me sirve como entretenimiento en la sobremesa mientras un calefactor esparce su aire caliente a mí alrededor.
     En mi entorno, nada relevante que contar, todo está dentro de la normalidad apática más aburrida, ¿pero?... ¿eso es bueno ó malo?
               Espero que en estos días en los que empieza a lucir el sol, la gente se anime a pasear, dibujando trazos distintos y pinceladas diversas en el ambiente de la calle, puntos distintos de vista que reseñar en algún escrito, curiosidades, que nos hagan recapacitar sobre nuestros actos y pensamientos hacia los demás o nosotros mismos.
      Que ocurran sucesos agradables dignos de ser cantados a los cuatro vientos como símbolo de prosperidad y alegría para todos, con los que no solamente se iluminen nuestras mejillas, sino que florezca de nuevo la ilusión de la niñez en nuestros corazones.
     ¡YA!    Fuera las noticias, llevo toda la mañana oyendo lo mismo, políticos que no se ponen de acuerdo para decir lo mismo, asesinatos, accidentes, ¿no ocurre nada agradable en este mundo? problemas, bastantes tenemos ya, como para cargar con más. ¿Por qué? igual que reservan un espacio para el deporte, (sobre todo futbol) o el tiempo, en invierno frio y en verano calor, pues que dediquen un poquito a “Buenas Noticias” claro, perdón, se me olvidaba que lo bueno no es noticia, por lo que no hay noticias buenas, sino desgracias con final feliz, si no existe un hecho catastrófico como base, las puertas de las redacciones permanecen cerradas.
      Menos mal que aún nos queda el salvajismo de los recopilatorios de dibujos animados, donde la agresividad se ve con una sonrisa ya que al momento todos han resucitado y están preparados para una nueva aventura, de hecho ni tan siquiera mueren.
              Algunos pensareis: y esto ahora a que viene. Pues muy sencillo.
    Hay personas a las que estos momentos de aburrimiento se les desarrolla la estupidez más absoluta, yo sin embargo me distraigo escribiendo una absoluta estupidez (que no es lo mismo).

        De pequeño alguien me dijo que tenía comido el cerebro por el bicho de la ignorancia, y puede que tuviera razón, la ignorancia al fin y al cabo, es la base social para esas mentes preclaras que abundan en los consejos de administración de nuestras empresas, en los órganos de gobierno de nuestros ayuntamientos y por su puesto en todos los sitios donde uno ha de dar la cara por lo que dictan los demás, esos que desde el anonimato manejan los hilos de diversas marionetas a su antojo.
      Debido a los ofrecimientos que me han hecho a lo largo de la vida, casi, que no solo le tengo que dar la razón, además tengo que agregar que también debo de tener en el cerebro el bicho de la idiotez, pues siempre las he rechazado y he preferido seguir mandando en mis palabras, eso sí, sin un duro, sin un sueldo, inculcando a mis descendientes lo que mis progenitores me enseñaron, ósea, perpetuando en la tierra una especie en peligro de extinción, a la que por otra parte, nadie habría echado de menos si el ADN de algunos incautos no hubiera sido idealista en los momentos más críticos de nuestra historia.
      No me arrepiento de nada de lo que no he hecho y de casi nada de lo que he dicho o hecho. Sí, por supuesto, de lo que he callado sí, y seguiré callando, cuando el silencio sea tan importante como para arrepentirme de ello.
     Miro al pasado y veo, que mi bandera siempre tuvo dos palabras: libertad y amistad (que no amiguismo). No permití que silenciaran mi voz, nunca accedí a que cortasen mis alas, ahora a esta edad, ya apenas me quedan fuerzas para volar, solo puedo intentar llevar un cacho de pan cada día al nido, ese nido, en el que pasados unos años, junto a mi dama, pueda...... Reflexionar sobre el pasado, aferrarme al presente é ignorar el futuro.

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