martes, 1 de marzo de 2011

Excusas

         Llevamos este mes, oyendo hablar de lo que está sucediendo en el mundo árabe y de las revueltas que el pueblo está protagonizando contra las dictaduras, manifestaciones populares que atraviesan fronteras en busca de una democratización de sus países, con la única esperanza de poderse expresar libremente.
      Las democracias consolidadas, que durante tanto tiempo dieron “siguen dando” su cobertura y apoyo a los señores del oro negro, blanco, rojo ó dorado, dependiendo de sus explotaciones naturales, ahora bajan la cabeza y miran hacia otro lado, nos intentan convencer del peligro que supone que personas de religión islámica, puedan llegar a gobernar esos países, cosa que pondría en serio peligro la integridad de las naciones y habitantes de lo que conocemos como cultura occidental.
     Oigo en los debates, tanto en radio, como en televisión, a periodistas, políticos y pensadores profundos, que se deben pensar que el índice cultural de la juventud de esos países, es la de hace treinta años, y no es así, debido a las redes sociales, la información llega a todos los sitios, y aunque el miedo pueda ser una tenaza para los cuerpos, no puede poner grilletes a las mentes.
     Aquí también pasó algo parecido, recuerdo que cuando ya llevábamos unos años sin dictadura y se aproximaban las elecciones en la que ganó Felipe González a la cabeza del partido socialista, todavía se oían voces atemorizadoras diciendo: “cuidado compatriotas, que vienen los rojos”, incluso alguna voz incauta y analfabeta que les daba crédito: “Ahora se van a enterar estos fachas de quienes son los verdaderos dueños de las tierras”.
     Por suerte ni unos ni otros tenían razón, la sociedad no quería ningún tipo de extremismo, y de hecho, en pocos años todos empezaron a querer apropiarse del espacio de centro político, que entonces estaba desierto, pues el verdadero centro, al que habían decapitado entre unos y otros se retiraba a descansar con el deber cumplido (la transición).
      Ahora, cuando se ve que el pueblo, empieza a ocupar su lugar, cuando los dictadores huyen con los bolsillos repletos, los callados, empiezan a sacar la mano con la banderita de la democracia, dialogando con los nuevos posibles lideres, con los que tendrán que negociar el comercio de materias primas y en vista de lo ocurrido, sacan pecho, para decir en naciones unidas, que hay que embargar las armas a Gadafi, eso si se dan un mes de margen para pensar la resolución, como siempre se intenta solucionar el pinchazo, cuando ya no tiene arreglo la bicicleta.
     Nos encontramos con una nueva estrategia de posicionamiento ante los mercados, a China y los países emergentes, se suman una oleada de de especuladores que aprovecharon la crisis para acaparar a bajo precio, sin olvidar las nuevas tecnologías y redes, debido a su influencia publicitaria de cualquier tipo, sea verdadera o falsa.
      Nuestros representantes políticos, seguirán haciendo reformas y gestiones, que no está muy claro si serán favorables en el futuro, mientras esperan que cambien los vientos y den nuevo rumbo al presente, sin darse cuenta que los nuevos vientos pueden ser huracanados y cualquier cosa sirve para gastar el tiempo en vez de reforzar los mástiles y reparar las velas.
      El norte de África, está sufriendo una gran renovación generacional, nuestro país (España) por proximidad debe tomar conciencia de lo que ocurre y ayudarles a que desaparezcan (dentro de lo posible) las desigualdades sociales, cuanto más libres ellos, mayor poder de decisión, los criterios distintos, no siempre han de ser opuestos. A no ser que queramos seguir pidiendo respeto a los que no queremos respetar.
      Está bien que nuestros dirigentes, intenten sacar un euro de donde puedan, para que se invierta aquí, pero “diplomáticamente” se pueden dar pasos que acerquen posturas, que no siempre sea el sí y la reverencia, hacerles saber, que para darnos la mano tienen que abrirla, y si se mantiene abierta, su pueblo también la estrechará.
      Si eliminamos las barreras, muchos podrán entrar, pero la verdadera libertad consiste en poder salir y tener la opción de regresar. Los ciudadanos, debemos ser los primeros en manifestar nuestras opiniones, sin escudarnos en los gobiernos a los que criticamos.
     Muchos de los que decían digo, ya dicen Rodrigo y pronto dirán Diego. Quitémonos la careta y llamemos las cosas por su nombre.

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