jueves, 17 de marzo de 2011

Idiotizado en el tiempo

 
          Cada vez que leo en su blog, o me manda algún correo, saco alguna reflexión positiva que me enseña algo.
       Tal vez las ganas de conocer a ese gran desconocido, el afán de recuperar el tiempo perdido ó simplemente el deseo de comprender que nunca estuvo tan lejos, ni era tan diferente.
     Hacemos razonamientos eternos, para explicar cosas tan simples, que las convertimos en verdaderos laberintos, no queremos entender que algo es así, simple, sin más, demasiado sencillo, hasta que nos llegamos a auto convencer de una teoría inexistente que nos forma un caparazón del que no sabemos cómo salir y pasado el tiempo, no nos atrevemos a romper.
      En la niñez y adolescencia, se idealiza tanto, que a menudo nos encontramos con mentes (no demasiado mayores) repletas de dioses caídos.   En eso me siento afortunado, siempre tuve claro a quien ponía en mi altar, y todos han respetado su trayectoria en la vida conservando esos valores que yo admiraba. Intenté valorar sus virtudes, aprender de sus “hipotéticos” defectos y respetar a todos tal y como son, incluyendo a mí persona, a veces la menos valorada por uno mismo.
     El problema del distanciamiento, está como siempre en la perrería más perruna, en la facilidad de mañana, en el trabajo que cuesta arrastrar un pie para dar el primer paso y algo que nunca se dice pero se piensa: ¿a quién me encontraré? ¿Seguirá siendo quien yo pensaba? ¿Habré estado equivocado todo este tiempo?
     Por suerte, una conexión telefónica, un correo electrónico y un blog, fueron suficientes para salvar todas las barreras que la idiotez había creado.        Otra ironía de la vida.

Gracias por quedarte ahí mientras yo estaba ausente

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