lunes, 28 de marzo de 2011

Un desliz

         Hace unos años, junto a su grupo de amigas empezaba a querer dejar de ser niña, se ponía colorada cada vez que le insinuábamos que le gustaba algún chico y se enfadaba y rezongaba cuando teníamos algo de razón.
     De día en día fue pintándose un poquito, vistiendo ropa juvenil, usando zapatos de tacón los días de fiesta, dejando de gritar cada vez que metía un gol al futbolín para jugar al billar y sentirse importante cuando la miraban los chicos que iban a un curso superior al suyo en el colegio de al lado.
      Según avanzaba en la E.S.O. se iba haciendo más coqueta y sus relaciones iban siendo más duraderas, ya era ella la que se dignaba a presentarnos a su nuevo ligue, orgullosa e ilusionada, era el amor de su vida y así seguiría siendo toda una eternidad, hasta que como era de prever por unas causas u otras se malograba la relación, un tiempo de lamentos y otra vez a empezar.
      Al cambiar de instituto, dejó de acudir tan asiduamente, nos visitaba algún fin de semana que otro para recordar y reírse de sí misma, recordando los momentos en los que le aconsejábamos como si fuera de la familia y citando las bobadas, a las que tanta importancia ella daba en aquellos momentos.
      Fue cambiando de amistades, lugares donde ir; Había dejado su niñez atrás (como tant@s escolares de su edad) y nosotros dejamos de ser alguien en su círculo.
      Hace un par de semanas pasó a saludarnos, me pregunto por Ana, las niñas y junto a dos amigas me pidieron que colaborase con ellas en una rifa para final de curso en la universidad; Bueno les compré dos papeletas, nos reímos un rato recordando aquellos momentos y se fueron; No tenía más importancia su visita.
Cuando un secreto se comparte, tarde o temprano deja de ser secreto y como es natural la otra tarde, en mi presencia, unos de su misma edad comentan:

       .- Vaya morro; (X) y sus amigas han hecho papeletas falsas en una imprenta para donativos de final de curso.
     .- y ¿si le toca a alguien?
     .- va, nadie va a ir a otra ciudad a recoger una cámara de fotos, que es el premio.
     .- pues si me llega a tocar a mí, voy y que me la den.
     .- pero si además cuando llegue el final de curso y se realice el sorteo de la lotería, ¿quién se va a acordar de a quien se las compró?
     .- ¿Han sacado mucha pasta?
     .- no, lo justo, luego ya no han seguido vendiendo
     .- lo justo ¿para qué?
     .- a pero no lo sabíais
     .- (x) se quedó embarazada y para no decírselo a sus padres inventaron lo de las papeletas para ir a una clínica
     - joder ¿y el novio que dice?
    .- no, si ahora no salía con nadie
                 Uno de ellos se vuelve hacia mí y riéndose:
   .- Ya sabes, si vienen con papeletas no las compres, que no toca nada.

                Ellos siguieron a lo suyo y yo a lo mío, pensando en aquella niña que gritaba con voz de pito cada vez que metía un gol y se enfadaba con migo porque le decía que aquel rubito era su novio.
                      Cuando he empezado a escribir, tenía unas cuantas reflexiones que hacer sobre lo ocurrido, pero ahora creo que no debo  hacer ninguna.      Cada quien es cada cual, baja las escaleras como le da la gana y lo hace en cada momento con quien cree más oportuno.

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