lunes, 17 de diciembre de 2012

Don Aurelio (3)


Continuación de Don Aurelio (2)

Publicado el: 10/Dic./2012.


  Andrés llego a la calle donde se encontraba el despacho con tiempo de sobra, localizo el numero y fue hasta la cervecería de la esquina a tomar un café relajado; a menos cinco, se dirigió pausadamente, fumando un cigarrillo hasta el portal, estaba abierto, tiró la colilla al suelo y tras pisarla con la punta de su zapato, encaró las escaleras.

  Llamó tímidamente en la puerta entreabierta, mientras asomaba la cabeza

.-buenas tardes

.-adelante

.-venia a ver al abogado

.- ¿tiene cita?

.-sí, soy Andrés, he quedado en venir a las seis

.-un momento;  pase, don Anselmo lo está esperando

.-buenas tardes

.-buenas ¿usted es el señor Andrés?

.-si señor

.-yo soy don Anselmo, (al tiempo que hacia el gesto de incorporarse ligeramente para estrecharle la mano)

.-usted dirá

.-he observado, que tiene un pleito pendiente y todavía no tiene asignado abogado de oficio

.- me dijeron que lo tenía que solicitar

.-sí, pero como también le habrán indicado, debido a sus ingresos brutos anuales, lo normal es que se lo denieguen

.- la verdad, es que... no se

.-ya se lo digo yo. El caso es que usted, necesita un abogado, yo lo soy y tengo un conocido, al que no le importaría hacerse cargo de la minuta, a cambio de un pequeño favorcito

.-no mire, bastantes problemas tengo ya como para meterme en asuntos turbios

.-perdone, de turbios nada, simplemente tendría que darnos una entrevista, en la que valorase de manera personal, a algunos de los enfermeros y psiquiatras del centro donde usted trabaja.   Dar su opinión, que yo sepa no es ningún delito

.- vale, y el truco ¿dónde está?

.-se lo repito no hay truco, es más, no solo no va a cometer ningún delito, sino que además, va a reparar uno ya cometido.

.-bueno, primero dígame que tengo que hacer y luego le digo  sí o no

.-no hace falta que le diga que esto es estrictamente confidencial

.-no se preocupe soy una tumba.

D. Anselmo, le explicó la historia de D. Aurelio, y para que, se le podría necesitar para lo cual, siguieron en el despacho hasta bien caída la tarde.

   Después de un par de días, Andrés aceptó implicarse, en el esclarecimiento de los hechos, en ese mismo momento, se le convocó, para que asistiera a una reunión que se celebraría al día siguiente.

   D. Julián había redactado un acta, para dar fe, de que el único interés que les movía, era el objetivo común de esclarecer el estado en que se encuentra la salud mental de D. Aurelio Vasallo Bastos, basando su sospecha, en unas conversaciones con el propio D. Aurelio, que dejan entre ver, la mala praxis de algunos colegiados, siendo estos maleables a la hora de exponer un diagnóstico pericial ante la justicia, debido a lo cual, el veredicto de incapacidad mental pudiera resultar erróneo. Así mismo, se comprometían a no efectuar ningún tipo de acto delictivo, que pudiera implicar al resto de los asistentes y firmantes de aquel documento.

   Tras leer en voz alta todos los epígrafes, procedieron a rubricar el documento, dejando un espacio en blanco, para la firma de D. Aurelio. Seguidamente, D. Anselmo, se puso en pie, para explicar, que, para no seguir en la ilegalidad, que en ese momento podían estar cometiendo, debían obtener el dictamen, al menos de un doctor, que avalase la capacidad para firmar cualquier documento público y utilizarlo aunque no sea pertinente, para dar validez a los cheques por el firmados, para la retirada de fondos de su cuenta.    Tanto, Andrés, como Luís, se quedaron perplejos, ya no entendían que era legal y que no lo era.  D. Julián prosiguió: legalmente está inhabilitado para hacer cualquier trámite administrativo, por lo que nosotros debemos anteponer una demanda, contra sus familiares, pero si ellos se enteran antes de que toda la documentación esté preparada para entregarla, pueden coordinar alguna argucia, incluso ordenar alguna medicación que lo deje efectivamente imposibilitado.   Luís, ya tenía algo, el crédito del furgón ya estaba pagado y sabía que la mente de D. Aurelio, regía de maravilla; pero Andrés, que no lo tenía tan claro, clavó los puños en la mesa y saltó de la silla como impulsado por un fleje: .- O sea, que ustedes son los que saben de leyes y se llevan el momio, y si algo sale mal, nosotros nos comemos el marrón.  

    Luís, dejando a todos con la palabra en la boca

 .- Calma, calma, vamos a dejar las cosas claritas, con tranquilidad, vamos a poner en orden, lo que cada uno tenemos que hacer para que esto llegue a buen fin, todos estamos aquí por interés, digamos o firmemos lo que queramos, pero pongamos un poquito de amistad y hagámoslo también pensando en D. Aurelio, él, más que nadie, quiere dejar de estar loco.

  El silencio, impregnó la habitación; las miradas se cruzaron parejas, D. Anselmo y Luis, con cara de circunstancias, antes del interés, ya estaba la confianza.  D. Julián y Andrés, indiferentes, uno porque  primero era notario, y después notario, el otro solo pretendía salvarse de la presión de su mujer.  Parece ser,  que D. Anselmo había acertado con la elección del trabajador más idóneo.


CONTINUARÁ

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