jueves, 25 de abril de 2013

Depresión 3/6


3.- Proceso
 

            El sujeto, entra en un profundo “peligroso” pero placido letargo, que se acrecienta según va examinando los elementos por separado que siempre estuvieron valorados, pero algunos de ellos, no lo suficientemente  definidos.
      En el fondo, quedan las piedrecitas de mayor o menor tamaño, las más pesadas, representan esas cosas que siempre le han importado, por las que ha luchado, para las que han ido dirigidos todos sus esfuerzos y pensamientos, dejando de pensar quien era él.
      Sobre ellas, residuos sólidos perceptibles, convicciones morales, de ética, comportamiento, inculcadas en su infancia por su familia,  y creencias “religiosas, ideológicas”.
      Luego, se hallan  partículas de diferente forma, tamaño, color........ Ahí se encuentran las reflexiones, opiniones y aprendizaje de las acciones u omisiones, experiencias varias de situaciones vividas que en forma de tamo se mueven entre una solución viscosa.
      Un líquido de color pardo claro (barquillo).  Lo que pudo ser y no fue, lo que fue y no debería de haber sido; intenta separarse del resto condensando en él la frontera entre la realidad y la ficción, una franja interesante de controlar, para determinar, que mostrar u ocultar en cada momento ante los ojos de los demás.
      Un espacio claro, transparente, sin impurezas, quiere pasar inadvertido, tu interior, el que no desea ser analizado, el que contiene toda tu verdad, la que no se deja ver, pretendiendo evitar el estudio de algo que jamás comprenderías.
      En la parte superior, todo lo contrario, fluidos aceitosos, forman hilos suaves como la seda de diferentes texturas, formas y figuras que intentan llamar tu atención con un movimiento lento pero continuo, pretenden que los observes con detenimiento, que sigas gastando tu tiempo en actos banales, sueños, ilusiones, cosas sin sentido.  Te absorben, te atrapan de tal manera, que es imposible no dejarse abrazar por esos suaves tentáculos, nada más tiene la mínima importancia, quedas sumido en un sueño hipnótico.
      Cuando quieres reaccionar, piensas que es demasiado tarde, desvías un segundo la mirada hasta la parte de abajo y ves como esas piedrecitas, han perdido peso, lo que siempre ha estado en el altar de un lugar sagrado, dentro de tus obligaciones, parecen perder consistencia, observas que todo empieza a mezclarse, de una forma traviesa, nada parece tener sentido, no reconoces tus sentimientos, afrontas lo que sucede a tu alrededor, con una indiferencia y frialdad inusitada, tan solo el sueño, la abstracción del mundo parece importarte.
     Cada mañana intentas reaccionar sin conseguirlo, cada noche realizas un acto de intereses, tengo que cambiar, pero el día siguiente vuelve a suceder lo mismo y así uno tras otro, cada momento de lucidez, se convierte en un infierno dominado por una inmensa culpabilidad que te hace renegar de ti mismo, el malestar es tan intenso, que para aliviarte, corres a refugiarte en tu sueño y cada vez que despiertas se acrecienta aún más  el desagradable pecado que otra vez has cometido y la tentación incontrolable de volverlo a cometer.
      Al final decides pedir ayuda, pero siempre recibes la misma respuesta: Tu eres quien tiene que poner la voluntad.    Y lo intentas, pero todo sigue igual, después de varios intentos solo encuentras una escapatoria que no tiene salida, fingir que todo está bien, ocultarte tras la mentira y buscar escusas para dar veracidad a lo inexplicable, piensas que esto es una mierda, perdón, que TÚ eres una mierda y lo peor es que no te falta razón.   
         La apatía, se convierte en un estado de ánimo habitual, empiezas descuidando tu vida y la de los tuyos, continuas pasando de comer, provocando un estado de debilidad que aún te hace más difícil levantar tus, ya deterioradas ganas de vivir.
     Tienes las manos atadas, en ese momento extremo, te martirizas esperando  que algo “divino” quiera coger las tijeras (a las que tu no llegas, por más que lo intentas) y corte esos tentáculos que ya no te permiten un solo movimiento;  deseas poder alejarte, poder frenar esa espiral, recolocar todo en su sitio, seguir hacia arriba, ver lo que aún no has visto: de que están formados los gases que se encuentran en la zona más cercana a la salida, los que habitan en el cuello de la botella, en caso de que exista dicho espacio.   Deseas salir de ese estado, pero ahora que sabes dónde deben de estar situadas las cosas, no vas a permitir que nadie te agite el cerebro para desordenar de nuevo tus prioridades, antes sabias que estaban y cuáles eran, ahora, además, sabes donde tienen que estar.
      Comentas al resto de familiares tu situación, con la única pretensión de informarles; has tardado demasiado en hacerlo, pero la intención de no preocuparlos ha ido dejando pasar el tiempo.     Todos te ofrecen palabras de apoyo, quieren poner en ti, un punto de esperanza, con realismo, es tarea complicada y no se deben esperar soluciones a corto plazo.
        En la mente de todos ronronea la misma pregunta, pero solo uno se atreve a plantearla:
          ¿Se te he pasado por la cabeza hacer alguna tontería?, la respuesta es simple:
     ¿Para qué voy a molestarme en quitarme la vida, si ya estoy muerto.
           Esa pregunta y la respuesta, analizada posteriormente, actúan como un resorte para volver  a intentarlo.
      Nunca es demasiado tarde y en un alarde de valentía o desesperación, llamas a la consulta de un “psi......” privado (por evitar la lista de espera) para que te de cita lo antes posible, ante la duda de arrepentirte y no acudir a ella si pasan unos días.
 

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