jueves, 15 de mayo de 2014

Información (5)

 
.-hola Berta
     .-Matías, vete a casa a arreglarte que tienes que ir a ver a ese…. No sé cómo llamarlo
.-ya voy, a ver qué excusa pone hoy
      .-con la cabeza bien alta y la mirada al frente, ya sabes, a la mínima lo mandas a freír espárragos que ya nos arreglaremos como sea
.- ¿si pudiera?, no cambiaría este trabajo por ninguno, pero hay que ser realista y el tiempo pasa y Lidia crece
    .-cuando alguna “gran” puerta se cierra, es porque en ese largo pasillo que es la vida, espera otra abierta más apropiada por la que entrar
.-hasta luego, nos vemos para comer
    .-tú, no te preocupes, veras como tengo razón, te lo dice una vieja que ha vivido bastante
.-gracias Berta
    .-ánimo y suerte
      Cuando terminó de vestirse decentemente para la ocasión, su mujer, colocó sobre  su cuello  la bufanda de la suerte y le dio un gran beso de esperanza al tiempo que su mirada decía: mándalo a la mierda. Después de un abrazo emocionado a Lidia, bajó las escaleras.
     Andando rápido, se dirigió a ver a don Anselmo. Cuando llegó, haciendo de tripas corazón, se estuvo hablando un rato con su antiguo compañero, era la manera de crear una situación que le permitiese entrar sin crear sospechas dando un rodeo, evitando así pasar por el arco de seguridad.
.-voy a ver que se cuenta el jefe
    .-que tengas suerte
.-ya la tengo, ahora lo que necesito es un sueldo
     Antes de llamar a la puerta, se detuvo un rato en el pasillo, parecía que tenía claro lo que le iba a decir y como contestarle.
.- ¿se puede?
    .-pasa Matías
.- ¿Qué se sabe?
    .-lo siento, pero la empresa ya tiene contratado a todo el personal necesario, tal vez, alguna sustitución por enfermedad o vacaciones y luego ya dentro, con el tiempo quien sabe, pero nada más
.-me parece muy bien, llámalos y diles que se metan las sustituciones por el culo. Ahora, delante de mí
    .-un respeto ¿sabes quién soy?
.-sí claro, lo pone en grande en la placa de la puerta. Subdelegado del gobierno, lo que se os ha olvidado poner es: un chupatintas
      (Descolgó el teléfono)
    .-seguridad, acuda a mi despacho
.-sí, mejor que ese también oiga lo que te voy a decir
   .-sal de aquí inmediatamente, ¡ya!
       Matías, saco la pistola de su bolsillo y apuntó con ella a Don Anselmo.  En ese preciso momento llegaba el esbirro
          .-alto no te muevas, alto, por favor Matías suelta esa pistola
      (Por el intercomunicador interno)
           .-refuerzos al despacho del señor subdelegado, hombre armado
.-tranquilo, solo le voy a recordar una historia
            .-deja ese arma sobre la mesa, despacito
     (En un instante, cuatro, todos antiguos compañeros le apuntaban esperando el más leve movimiento para apretar el gatillo y así por la espalda, demostrar la hombría que les faltaba cara a cara. A él sin embargo, ni le temblaba el pulso)
.- ¿te acuerdas de todos tus trapicheos políticos y empresariales en los que me tocó estar presente y callar?
.- ¿las veces que tuve que estar fuera de casa para acompañarte y protegerte en cuestiones que estaban fuera del ámbito y horario de trabajo e incluso de la legalidad?
.- ¿has olvidado que tengo una cicatriz del impacto de  bala que iba dirigida a ti y no dudé en interponerme en su camino, aún pudiendo haberme costado la vida?
.-no, claro, tu ya no te acuerdas y vosotros tampoco os acordáis de quien dio la cara por vosotros y vuestros derechos, de los cuales sin mover ni un solo dedo, os aprovechasteis todos
.-cuando retiraron los escoltas, seguisteis recolocados todos en un sitio u otro, aunque os hicierais los tontos, supisteis por lo que estaba pasando mi familia, pero ninguno se ofreció tan solo para darnos un poco de ánimo o ver si necesitábamos algo, aunque fuera un mísero cacho de pan
.-ahora quien quiera puede empezar a disparar. Claro se me olvidaba, solo sabéis chuparla, por eso estáis aquí deshonrando ese uniforme, por eso este mierda que tenéis en frente, solo me quería a mí a su lado, aún estando de baja y yo como un imbécil, seguía estando allí protegiéndolo, al pie del cañón incluso con el brazo en cabestrillo
.-di algo, en tu defensa, estás a tiempo
.-eres un acojonado, no puedes abrir la boca, lo mismo si la abres te cagas
.-no quiero nada de ti, no necesito tu ayuda, pero si me pones una zancadilla en la vida, saco todo lo que tengo guardado y te hundo. Y claro que sabes que lo tengo, fechas, sitios, personas y cantidades. Tú, eras quien siempre, me obligaba a apuntar todo y guardar los documentos firmados. Tanta era tu obsesión por el poder que te olvidaste de mí, hasta para ir a pedirme el maletín negro que yo guardaba en sitio seguro
     Los vigilantes guardaron sus armas. Matías, sacó el cargador y tras ponerlo encima de la mesa, apuntó directamente a la frente de aquella cosa despreciable, ante la mirada atónita de las demás que no hicieron el más exiguo movimiento
.-ahora piensa: ¿hay una bala dentro de la recamara o no?, ¿lo comprobamos?
     Entonces, comenzó a llorar pidiendo clemencia.
.-lo veis, es un mierda
      Matías, dobló el brazo poniendo la punta del cañón contra su sien como si se fuera a suicidar y apretó el gatillo.  Solo se oyó el clic del percutor. Volvió a coger el cargador, lo introdujo en el arma y marchó de allí, sin que nadie se interpusiese en su salida.
       .- de esto ni palabra, nunca ha ocurrido (fueron las únicas palabras que pronunció antes de darle la vuelta al sillón giratorio para seguir llorando de miedo sin que nadie lo viese)
       Cuando llegó a casa conto parte de lo ocurrido omitiendo lo de los documentos, guardo de nuevo la pistola en la caja junto al permiso de arma corta, al que le quedaban aún unos meses de vigencia y que no pensaba volver a renovar, de todas formas no tendría posibilidad de hacerlo sin la firma de una empresa de seguridad que avalase su necesidad.
    Berta, hablaba todas las semanas por teléfono con su único hijo: Jorge.    Una persona bien formada que trabajaba como ingeniero de telecomunicaciones en una gran empresa que se encontraba a las afueras de París.
    Este, estaba al tanto de lo que sucedía en casa. Se le estaban haciendo eternos los días que faltaban para esa tan esperada semana de vacaciones que siempre cogía concediendo con el cumpleaños de su madre.

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