El Ataó
Se aproximaba el mes de
mayo, la quintada, se dirigía al ayuntamiento a pedir el permiso respectivo al
señor alcalde, para talar un pino alto en el término municipal para ponerlo
como mayo en la era, el día primero de dicho mes, como era costumbre año tras
año.
Junto a ellos, toda la
juventud y detrás, la algarabía de la
muchachada. Frente al balcón, daban
gritos de júbilo, pidiendo que se asomase y diese permiso para ir a adjudicar
el pino elegido.
El señor alcalde, después
de hacerse de rogar unos minutos, apareció por la puerta, acompañado por el
alguacil. Este portaba una brocha y un
bote de pintura. Una vez elegido sería
marcado con una cruz de color blanco y frente a él, se repetiría el grito de: “viva
los quintos” tres veces, antes de
regresar al pueblo, entre canticos típicos de la zona.
A los pocos días,
volvieron para cortarlo, podaron allí las ramas más gruesas, lo ataron con unas
sogas y como animales de tiro, volvieron arrastrándolo, entre las bromas y chascarrillos
que provocaban algunas sonrisas, con las que disimular el esfuerzo realizado en
sus rostros.
Aquella mañana, nadie acudió a la escuela,
excepto el cojo Felipe. Cuando se dejaba oír el jolgorio pasar por las
cercanías del centro escolar, el maestro se acercó y le dijo: Anda Felipe, corre, que hoy ya has estudiado
bastante y te has ganado un descanso.
En el momento que se
unió al grupo, se empezó a escuchar su voz chillona:
.- vamos vagos, dejadme una vara que a estas bestias hay que
azuzarlas para que tiren con fuerza
.-no te jode la mierda
el crio, agarra la soga tú
.-yo cuando sea quinto lo voy a bajar yo solo
.-dejad de tirar que
está aquí Sansón
.-vamos deja de
cascar y tira que ya nos quedan cuatro patadas
Una vez en la era, todos
hicieron un corro, solo los nacidos dieciocho años antes, eran los encargados
de cumplir con la labor de limpiar el tronco dejándolo solo con la punta de la
copa sin tocar, hacer el hoyo donde sujetarlo y estabilizarlo erguido lo más
recto hacia el cielo.
Mientras aseaban el
tronco, para dejarlo lo más liso posible, una caja esperaba a ser abierta. Felipe puesto a su lado, intentaba meter la
mano disimuladamente, dentro se guardaban los chorizos que se colgarían de las
ramas de la copa después de untar el tronco con grasa, quien fuera capaz de
cogerlos sería su dueño e invitaría a
todos a comerlos en compañía al rededor de la hoguera que se hacía al día
siguiente como fiesta conmemoración del dos de mayo de 1808, con motivo de la
guerra de la independencia española frente a los franceses.
De pronto cuando estaba
a punta de coger el cordel con la punta de los dedos, una mano abierta le cayó
sobre el hombro.
.- ¿qué haces cojo?
.- ¿estás tonto?, ¿qué pasa, no puedo estar aquí?
.-sí, pero sin meter la
mano en la caja, si quieres a la tarde, te encaramas a la cucaña y gateas como
todos
Bernardo, que para
su corta edad, ya era un buen mocetón alto y recio, se acercó a ver qué pasaba
con su hermano.
.- ¿qué pasa
ahora?, ¿tienes algún problema?
.- este, que se piensa que les quiero robar
.-pero ¿qué hay en
esa caja?
.-ahí están los chorizos
para el mayo y tenía ya medio brazo dentro
.- ¿pero tú sueñas chaval?
.-aléjate de aquí
por lo menos cien metros, que tú tienes más peligro que los nublaos en Junio
.-vale, ya me voy, mozos, se creen más mayores porque se comen los
mocos
.-a que le atizo un
guantazo
.-venga lárgate
y tengamos la fiesta en paz
Terminó la
preparación, ataron los chorizos con hilo de lana a las ramas más bajas de la
copa y con bastante grasa untaron el tronco dándole un par de pasadas.
Pusieron la base del tronco
sobre el agujero que habían cavado en el suelo. Con las sogas y la ayuda de una
gran escalera lo elevaron. Entre unos cuantos lo sujetaban recto, al
tiempo que otros, llenaban con piedras y arena el socavón, asentándolo con fuerza a base de pisotones
para que quedase bien sujeto.
La puesta del mayo,
había terminado con resultado satisfactorio y todos se fueron. Al día siguiente por la tarde se intentaría
la subida por el engrasado y pulido poste para alcanzar el trofeo, solo los que
tuviesen mas fuerza y destreza, tendrían opciones de conseguirlo.
Felipe se quedó allí, a lo lejos, sentado en
la ladera de una gavia, desde donde se divisaba perfectamente el color rojizo
de aquellos ataos.
.- ¿y por qué esperar
a mañana?
Aún quedaba tarde
suficiente para pensar en cómo suplir sus carencias, subir a lo alto y cenar
como un rey.
Felipe, se fue a
casa, entró al corral y se entretuvo fijándose en como las gallinas se
sujetaban a los palos con sus patas para
subir al gallinero, todo el truco estaba en sus grandes uñas y sus fuertes
garras.
Parecía sencillo, claro
los palos de la escalera estaban horizontales, ¿cómo apañar a una y ponerla
vertical a ver si se sujetaba?, el cacarear llamaría la tención de su madre y
todo se iría al traste.
De pronto se acordó,
un día había visto a un señor subido a
un poste, en sus pies llevaba una especie de clavos, que le hacían que no
resbalase.
Frente a él, estaba
colgado un rollo de alambre, en la caja de herramientas buscó unas tenazas de
corte y unos alicates.
Se fue a las afueras
del pueblo y comenzó a cortar el alambre en cachos y a rodearlos en brazos y piernas,
con cuidado que las puntas retorcidas quedasen hacía la parte interior a la
hora de agarrarse al madero.
Un trabajo de chinos y precisión.
Cuando creyó era
suficiente, espero con paciencia a que
llegase el atardecer, ya nadie andaba por la calle, se acercó hasta la
era, miró los chorizos y dijo:
.-ya sois míos.
Empezó a trepar, el
dolor de los alambres sobre su piel, era insufrible, pero merecía la pena. Cuando ya llevaba casi metro y medio, se dio
cuenta de que era más sencillo de lo que imaginaba. Los hierros de su pierna, apretando con todas
sus fuerzas, eran la mejor sujeción, a la hora de mover los brazos un poquito
más arriba. Subió y subió lentamente pero
sin parar, hasta que alcanzó su objetivo. Tiró con fuerza y lo dejó caer al
suelo. Luego se deslizó hasta poner pie
en tierra.
Cuando llegó a
casa, su madre lo estaba esperando en la esquina, agazapada en la trasera del
corral.
Por suerte su padre y su hermano ya se habían
acostado.
.-ay, ay, madre, de la oreja no
.-te voy a quitar la
piel a tiras
.-que te traigo un regalo
.-silencio, si de
despierta tu padre te cuelga, ¿pero ves que pintas traes?
.-ay, que me haces daño
.-si vuelves a
abrir la boca te arranco la oreja de cuajo
Cuando llegaron a
la cocina, la madre empujó la puerta para que nadie despertase, encendió dando
media vuelta al casquillo aquella bombilla de cuarenta watios. Al verlo bien, quedó asustada.
.- ¿pero qué te ha
pasado hijo?
.-mira madre (mostrando su trofeo) he subido al mayo y he traído
los chorizos de los quintos
Ella no era capaz de
entender nada, se sentó con cara de sorpresa y desolación al mismo tiempo.
Seguidamente Felipe
le explicó todo lo acaecido ese día y el proceso para realizar tal proeza. La madre no podía enfadarse, es más, ella
intentaba el recriminar su acción, pero se sentía orgullosa. Lo había hecho solo, había tenido la
habilidad para ingeniárselas para burlar sus deficiencias y la tenacidad
necesaria para pasarse toda la tarde pensando y dándole forma a su invento,
cosa que nadie de aquel lugar habría sido capaz ni de imaginar.
.-madre, estos chorizos son para ti. En principio pensé en
comérmelos sentado en la era, pero tú, no te podías quedar sin probarlos,
además ya no tenía hambre.
Lo primero, quitarle de
su cuerpo aquellos dichosos alambres con la tenaza y los alicates que colgaban
de la cinturilla del su pantalón en la parte trasera.
En el atao, había
cuatro hermosos chorizos, los dos se sentaron a la mesa, cogieron uno, un
cuchillo y se dispusieron a celebrar el triunfo de la inteligencia sobre la
fuerza, poniendo las rodajas de este a buen recaudo dentro de su estomago. Después la madre escondió los otros tres,
para que nadie se enterase de lo sucedido.
.-bueno ahora a
desnudarse, hay que lavar esa ropa y tu cuerpo, que vas hecho un Cristo.
De que se fueron a
acostar, estaba casi a punto de amanecer, con la ropa colgada en la cuerda,
cada uno se metió en su cama sin hacer ruido y
no había pasado nada.
Al
poco rato, todos de pie. Su padre y su
hermano al corte, su madre a las tareas del hogar y él, muerto de sueño a la
escuela como si tal cosa.
Cuando los quintos
llegaron a la era con la escalera y una vara larga con un trapo enrollado en la
punta con la intención de dar otra buena mano de grasa al mayo, se quedaron
atónitos. Todo el mundo miraba hacia
arriba, el trofeo había desaparecido, después de unos minutos de silencio
provocado por el extraño suceso, las bocas empezaron a soltar blasfemias. Si alguien cogía al autor, sería el trofeo
colgado de aquel poste.
Con el jaleo, nadie
reparó en un detalle que habría descubierto todo el pastel. Felipe a diferencia de los demás, vestía
pantalón largo y camisa con los puños abrochados, para que nadie viese las
heridas que se había provocado en brazos y piernas.
Aquello se estaba
poniendo feo, nadie entendía las marcas tan raras en el palo y las ranuras en
la grasa.
La
madre sentía que Felipe estaba a punto de meter la pata, se metía en todas las
conversaciones y discusiones para dar su opinión.
.-Felipe, vamos a casa
.-pero madre
.-vamos y punto, con
disimulo, no pasa nada
(Una vez alejados del
tumulto)
.- ¿pero qué pasa madre?
.-hay que pensar algo
para que no seas descubierto o tendremos un grave problema; los dos
.-yo no pienso decir nada, cualquiera abre el pico
.-pero no me fio que
la gente te note algo raro, así que piensa
.-pufs, para que te lo diría
.-porque soy tu madre,
ahora piensa
.-ni que fuera tan sencillo
.-que pienses, hasta
que no sepas como solucionar esto, no sales de casa, o bueno, tendremos de dar
la cara y devolver lo cogido
.-en fin, ya no tiene remedio, se tendrán que conformar con tres
.-no te rías, ves como
eres un guasón y siempre la armas. Venga ahí en silencio a pensar
Estuvo mirando a la
pared más de media hora, no se le ocurría nada, se dio la vuelta y miró a su
alrededor, aquel corral nada le decía, pensó una y otra vez.
.-madre, ya tengo la solución
.-a ver dime
.-no, tú vete a llamar a Bernardo y dile que me he caído de la
tapia del cementerio
.- ¿pero qué vas hacer?
.-confía en mí, pero no vayas muy rápido, dame tiempo a llegar
allí
Nada
más salir por la puerta, él, cogió la ropa que estaba colgada en la cuerda, se
la puso y luego se fue hasta el cementerio.
Junto a la tapia había zarzales.
Con mucho cuidado,
aguantando los picotazos, se metió entre ellos, se tumbó y empezó a gritar:
.-auxilio, socorro, madre aquí, “pobrecito” chillaba de tal manera
que parecía como si lo estuvieran matando.
(Los chorizos que había
escondidos los había ganado él, y solo él y su madre los iban a disfrutar)
Según se aproximaban
la madre, Bernardo y todos sus amigos, oyeron los gritos de desconsuelo y su
paso se aligeró considerablemente.
.-vamos, rápido hay
que sacarlo con cuidado.
Lo llevaron a casa y su
madre, quedó curándole las heridas que ya no sangraban y las recientes, aunque
parecieran todas del mismo momento. En
aquel cruel instante entre los gritos de Felipe, ningún amigo de su hermano, ni
él mismo, podía preocuparse de detalles que no deberían tener sentido.
La panda de Bernardo
bajaron a la era y contaron lo ocurrido, pobre chaval, estaba hecho un cromo,
todo su cuerpo lleno de picotazos de las zarzas.
Por la noche junto a
la hoguera, ningún mozo tuvo el privilegio de obsequiar a los demás con una
tapa de chorizo. Bueno, las madres de los quintos hicieron una pota grande de
chocolate y todos se divirtieron hasta altas horas.
Al final todos salieron
ganando. A partir de entonces, además
del trofeo del mayo, todos los años se añadió la costumbre de invitar a
chocolate a todos los presentes.
Más listo que el hambre.
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