lunes, 18 de agosto de 2014

Historia interactiva cap. 1º


EL SUEÑO
 
              Todo eran juegos de azar.          Las maquinas tragaperras, no paraban de emitir aquellas melodías pegadizas repetitivamente, mientras que sus luces de colores llamaban la atención de todas las retinas.
      Bajo una hermosa lámpara, un grupo de personas rodeaba una gran mesa, cuya parte superior estaba cubierta por un tapete de vivos colores, rojos y negros sobre fondo verde.
   Cuando giraba la bolita en sentido contrario a la dirección de los números en aquella inmensa ruleta, el silencio del suspense, los atrapaba a todos por unos segundos; y una vez quedaba parada en el agraciado el murmullo volvía a aparecer.
     Ella fue a coger un pañuelo de papel de su bolso.  No sabía cómo podía haber llegado allí, pero en su interior había una ficha de color morado con el numero quinientos inscrito en banco.
     Se acercó a la mesa; algo pareció decirle al oído:
           .-catorce, par y rojo
   La ruleta comenzó a girar y la bola fue a depositarse en el número catorce.
     Ella permanecía inmóvil, observando a aquellos jugadores.
      Entre el murmullo, volvió a oír la misma voz:
           .-veintitrés, impar y rojo
  La señorita volvió a lanzar la bolita después de hacer girar la ruleta y como no podía ser de otra manera la bola se quedo depositada en el número veintitrés.
   En las próximas jugadas, la voz había desaparecido; ella con la ficha en su mano, no sabía a qué número ponerla, en caso de ponerla en alguno.  De pronto volvió a oír la voz en tono de orden:
     .-ahora, ya, al cero
   Puso la ficha sobre la mesa y la arrastro rápidamente con su dedo corazón hasta dicho número, que estaba justo delante de ella.
     El silencio se hizo de nuevo mientras de fondo se oía la bolita dando saltos de número en número. La bola paró en el cero.  Entonces despertó sobresaltada.  Miró el reloj de la mesita de noche, marcaba las cinco y cuarto;  intentó volverse a dormir, pero algo se lo impedía.  ¿Qué le querría decir aquel sueño?
     Se levantó para acercarse al salón y encender el ordenador sin hacer apenas ruido, para no alarmar a sus padres.   Frente al monitor de aquel nuevo y rápido PC, el inicio de Windows, se le hizo eterno.
     Abrió el explorador de búsqueda: premonitorios sueños ruleta.  lo encontrado le hizo pensar en su pasado oculto, en aquel que siempre estuvo.  Algo que no tendría más importancia, si no fuera porque a la mañana siguiente, debía contraer matrimonio con la persona que tanto la amaba, aunque ella no sintiese lo mismo por él.
   Tantos años juntos, sus familias, sus amigos, todo estaba perfectamente organizado: el blanco vestido, los anillos, la ceremonia, el convite, la luna de miel, todo.
    Todo absolutamente todo era perfecto; ella también lo quería y sabía que con el tiempo llegaría a amarlo.
   ¿Pero eso era suficiente?, ¿y si nunca ocurría?, ¿cómo decir: si quiero, frente a la persona que siempre había ocupado su corazón y dudando si ella, aún permanecía en el suyo?
   Que hipocresía más grande;  en aquel momento tan especial, los dos irían vestidos de blanco, como símbolo de pureza. Él haría la pregunta que ella debería responder.  ¿Que pasaría por su cabeza a la hora de realizar la pregunta?,  ¿ que respuesta obtendría de aquellos labios que durante tanto tiempo habían silenciado su verdad? 
   Durante el resto de la noche, solo consiguió dar pequeñas cabezadas y en cada una de ellas, volvía a apostar al número cero y volvía a despertarse sobresaltada cada vez que la bolita paraba.
      La madre entró en la habitación, había que seguir escrupulosamente lo establecido para que a las doce estuviese puntualmente en la puerta de la iglesia.
   los utensilios de: peluquería, maquillaje, vestuario, hasta la ropa interior permanecía meticulosamente colocada para ser puesta en su cuerpo con toda ilusión por las manos de su madre, bajo la supervisión de la atenta mirada de la abuela, como era tradición en aquella familia generación tras generación.
     Todo se realizaba dentro de su habitación,  veinticinco años esperando ese momento del que ella debía aprender y luego ir perfeccionando para algún día, hacer lo mismo también con su hija.
     En la puerta, un coche alquilado, con una persona desconocida al volante, esperaba pacientemente como se le había ordenado.
     Los cristales tintados, evitarían que alguien pudiese verla, hasta que las campanas dejasen de sonar a su llegada y descendiese poniendo los pies en aquella alfombra azul, donde solamente debía esperarla su padre.  El resto de invitados permanecería en el interior del templo y las altas plantas llenas de campanillas que formaban un estrecho pasillo, impedirían que fuera observada desde el exterior.
    Se abrió la puerta del vehículo: primero descendió la madre, luego la abuela y después ella.  Cuando comenzó a andar del brazo de su padre, en el momento de cruzar el umbral de la puerta dirección al altar, la madre dio la señal para que empezase a sonar la marcha nupcial de Mendelssohn, interpretada majestuosamente por un quinteto de cuerda con el que  los amigos habían contactado para la ocasión.
   Durante su paseo hasta el altar, todos admiraban la luminosidad de aquel vestido, provisto de un velo que sujeto por una corona de brillantes cubría su rostro.
      Blanco, todo blanco, de la cabeza a los pies, excepto aquel par de hojas verdes que acompañaban a su ramo de azahar.
   Al llegar al final, se arrodilló un momento y mirando al Cristo que la compadecía desde el centro del retablo, pidió lucidez durante unos segundos.
    Comenzó la ceremonia, aparte de la voz del oficiante, tan solo se oía algún que otro suspiro de la madre y la abuela, sentadas en la primera fila de bancos.
     Llegó el momento de la verdad:
         El sacerdote preguntó:
   Enrique; ¿quieres tomar a esta Mujer por tu legítima esposa, y vivir con ella, conforme a la ordenanza de Dios, en el santo estado del Matrimonio?, ¿la amarás, consolarás, honrarás y conservarás en tiempo de enfermedad y de salud; y renunciando a todas las otras, te conservarás para ella sola, mientras los dos vivieren?
     Enrique respondió: Si quiero, con voz templada y rotunda, sin alzar la voz, mirándola fijamente.
       El sacerdote volvió preguntar, pero esta vez incluyó dos palabras poco usuales en estos casos:
    Piénsalo bien;  Olga;  ¿quieres tomar a este Hombre por tu legítimo esposo, para vivir con él conforme a la ordenanza de Dios, en el santo estado del Matrimonio?, ¿le amarás, consolarás, honrarás y conservarás en tiempo de enfermedad y de salud; y, renunciando a todos los otros, te conservarás para él solo, mientras los dos vivieren?
    Ella primero lo miró a él, luego al sacerdote, después al Cristo en cuyos ojos entristecidos detuvo su mirada un instante.
     entre la opaca incertidumbre de un silencio a punto de romperse por los murmullos, ella contestó.........
 

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