sábado, 13 de diciembre de 2014

10.-El diario nunca escrito


El gran viaje

              Sobre todo mi padre está deseoso de que llegue este gran día.
        No es la primera vez, pero de las otras veces era un bebé y la corta estancia, no han quedado muy gravadas en mi memoria.
         Muy temprano hemos salido de casa.    Para mí, ha sido una paliza de coche.   El maletero lleno de bártulos colocados entre los huecos que deja libre la silla.
           Una, dos, tres paradas para descansar y por fin en nuestro destino.
    Acabamos de aparcar, voy a poder ver a mis abuelos.
       Nada más bajarnos del coche, está esperando mi tío para recibirnos.  Un tipo tan raro como encantador.
     En el portal, unas escaleras largas y empinadas. En el piso primero,  a media escalera,  una marrón puerta de madera,  tras la cual, esperan con efusión mi llegada. 
   A mis abuelos parece que se les salen los ojos.  
              Directica a tumbarme en el sofá.
    Mientras mis padres y mi tío descargan el coche, ellos me observan con detenimiento; no se quieren perder ni un detalle de mí.  Saben que no todos los días son fiesta y que vivimos muy lejos.
        Ya llegan mi tía y mi prima; todos hablan, mi abuela me tiene entre sus delicados brazos.    Todo el deseo de abrazarme se desborda como un riachuelo al romperse una presa.
    Un paseo corto, hasta la casa de mi tío. Aquí todo son cuestas muy largas, con callejuelas escalonadas.  
   Han cogido mi silla uno por delante y otro por detrás y me llevan en volandas.
     Esa casa tiene algo especial, me gustaría vivir en ella, me da una sensación de protección;   pero por más que miro a mí alrededor no veo nada raro.
          Me han dejado sola en el comedor, para ir a ver la nueva obra que han hecho en la parte de arriba.  Mi tío, él solo, como hace mi padre, se ha acercado en silencio y me ha puesto los dedos en la frente, es una sensación agradable; sin ni si abrir la boca, he podido oír cómo me decía que estoy en buenas manos, que yo nunca deberé tener miedo, no tengo que preocuparme por nada, solo debo ser feliz junto ellos.
       Esta tarde todos nos hemos ido por el parque, hasta carretería a dando una vuelta.      Me gusta este sitio, se respira tranquilidad.      Mi abuelo y mi madre hablan de subir a la parte antigua, pero que con migo va a ser algo largo y todavía dura el cansancio del viaje.    ¿Porqué no  dejarlo para mañana?
       Esta noche he dormido donde papá dormía cuando estaba en casa.   Una habitación oscura, muy silenciosa, con un único ruido de fondo, el de la nevera.  Mi madre ha dormido con migo.    Me he despertado varias veces, al sentir algo, nunca antes sentido.  Será esta ciudad, el cansancio, la habitación, no sé, pero estoy muy a gusto aquí.
         A media mañana, nos hemos encaminado hacia la plaza mayor.     Mientras mis abuelos se paraban con la gente para mostrarle su pequeña preciosidad, papá me iba contando anécdotas de su infancia en los sitios por donde pasábamos.  
      Hemos llegado a una gran cuesta; papá y mamá, se han colocado tras la silla como un trenecito.   Papá iba empujando la silla y mamá empujaba del culo de papá.
            Luego hemos pasado por un puente, nos hemos parado en el centro,  para que respirase aquel aire tan sano. No sé porqué,  pero papá,  aspiraba fuerte el aire por la nariz al tiempo que cerraba los ojos,  como si su objetivo fuese quedarse con todo.
      Cuando hemos llegado a la plaza, mi abuelo quería seguir hasta el castillo, pero se han negado a subir más cuestas. Así que allí se han tomado algo y otra vez para casa. Que ya era hora de comer.
             Un par de días y de nuevo el viaje de vuelta, con la incógnita de cuando volveremos.

Me pregunto relajada,
ciudad de Cuenca ¿qué tienes?,
en el aire de  tus calles
en tus casas y en tus gentes.
Algo propio que trasmite
una sensación de paz,
un acariciar mi cara
como un encanto especial.
Qué suerte vivir aquí
y disfrutar cada día,
de tu olor fresco a romero
que forma una melodía.
Pero tengo que partir
mi sitio está en otro lado,
pero nunca olvidaré
esta humilde gratitud
que en estos días me has dado.
Adiós mi Cuenca querida
no sé cuando volveré,
cuando llegue la ocasión
espero encontrarte igual
que al marcharme te dejé.



No hay comentarios:

Publicar un comentario