domingo, 14 de diciembre de 2014

13.-El diario nunca escrito



Más médicos

      Con seis años, resulta que le fémur se ha salido de la cadera, cuando nos han dado consulta en el Niño Jesús, resulta que es debido a no ponerme a caminar para que fuera haciendo la forma el hueso.
   Mis padres de nuevo se suben por las paredes. Ellos lo hacían; pero en el centro rehabilitación les dijeron que no era conveniente hasta que tuviese una sujeción fija de cervicales.   Claro y ellos pues dejaron de hacerlo por mi bien.
    Resulta que me tienen que operar para ponerme un hierro (si de todas formas no voy a andar nunca).
   Con tal de evitarme los dolores mis padres acceden a lo que digan.
     A final de verano me han ingresado. Me han operado y me han escayolado desde la cintura hasta los tobillos las dos piernas.  Que mal, que incomodidad, de nada les sirve ya arrepentirse ya está hecho.
   Los dolores no cesan, cada vez que intentan tocarme pongo cara de susto y el asearme es un martirio para ellos y para mí.
       Hoy por fin, me han quitado la escayola. Ya el dolor no es tan intenso;      pero sin nada me encuentro como desprotegida, las piernas se me han quedado en  nada, delgaditas y al cogerme se me van para todos los sitios y me hace daño.
    Han pasado ya más de seis meses desde la operación.
    Con muchísimo cuidado, van moviéndome las piernas para que las estire. Me da miedo, pero con su paciencia voy logrando tener confianza en ellos;   gracias a eso no me pongo tensa y me duele menos.
       Anoche me dio una crisis de esas. Creo que se llama epiléptica.   
     Lo único que ligeramente recuerdo es que me madre me llevaba en brazos, y mi hermana iba al lado.     En el coche mi padre corría como nunca la había hecho.    Al entrar en la ciudad, todas las luces estaban rojas,  pero le daba igual, no ha parado ni una vez, no ha dejado de correr hasta llegar al hospital.
    Allí me han puesto algo y me he quedado dormida. 
   Hoy yo, me he despertado en mi cama, y sigo un poco atontada, cuando he abierto los ojos les he mirado, han respirado muy hondo, porque han notado que todo ya había pasado.        Han ido enseguida a por la pequeñaja para ponérmela encima y que viese, que estaba bien.
     Vaya susto se debieron de llevar.

Metida como caracol
en una concha de yeso,
con un palo en las rodillas
para que estén separadas
y así mantenerlo tieso.
Para mis necesidades
una pequeña abertura,
toda llena de algodones
para evitar rozaduras,
y también en los tobillos
lo mismo que en la cintura,
y una madre sin consuelo
que con inventos pretende
cuidar de su criatura.
 



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