martes, 16 de diciembre de 2014

17.-El diario nunca escrito



Va pasando el tiempo

    Los días, semanas, meses, todo está cambiando.
   El sitio donde trabajaba mi madre ha cerrado.
       Mi padre, ha dejado la carretera y con ella la música a un lado.
            Han alquilado un local grande en la zona antigua, al lado de la plaza mayor porque se jubila la que estaba allí. También es kiosco, con billares, futbolines y ciber.
     Ya no me quedo por la tarde en el cole, aunque sigo comiendo allí. 
Mamá va por la mañana, me deja y se va a abrir. Luego cuando cierra baja a recogerme y nos vamos al pueblo (han decidido cerrar al medio día) comen juntos y luego papá va por la tarde hasta la hora de cerrar.
         Tenemos un perrichaco que se llama DIVO, es una cagarruta, pero muy simpático.   Le gusta subirse en mis piernas y hacer monerías, pero si mi madre, ve que me chupa.   ¡Zas!, ya cobró.
    Mi hermana ahora va al instituto.  Ella va y vuelve en el autobús de los estudiantes que va recogiéndolos por los pueblos.      Le toca levantarse muy temprano, pero ella prefiere ir y volver con sus amigas.
           La cosa parece que se va enderezando, al tiempo que mi columna se tuerce hacia la derecha.   Dentro de poco voy a parecer una circunferencia, ja, ja.
          Paso todas las tardes con mi madre y le ayudamos entre las dos a Lucia con los deberes.        Nos seguimos riendo con ella,  porque ahora a la mocosa le hace tilín un chico que la tiene loquita, pero andan como el perro y el gato.     Cuando nos lo cuenta no se entera de nada, está como ensimismada y cuando ve que nos estamos riendo se enfurruña y se sube a su habitación.
              Los sábados por la mañana como no tengo cole, estoy con papá.  Él aprovecha cuando se va mi hermana con las amigas y estamos solos para llevarme orilla del piano y tocar (otro que está en Babia) de vez en cuando me mira, nos sonreímos y sigue tocando.       Yo no sé lo que toca;    para mí, que se lo inventa en ese momento, pero suena bien y me gusta.
     Los domingos han decidido cerrar por la mañana, ese día nos levantamos a desayunar las tres juntas, pero mi padre que es un perrazo, se levanta a las tantas.
   Lucía, hoy ha llegado muy nerviosa.  Nos ha dicho que le ha pegado a otra chica en el pasillo del colegio.    Mis padres, se han quedado boquiabiertos (pero si es capaz de dejarse pegar, antes de levantarle la mano a nadie).
         Resulta que la estaban insultando y ella se hacia la sorda para no tener bronca;  de repente una de ellas ha terminado una frase diciendo: …...Como la penosa de tu hermana.
           Sin pensarlo dos veces se ha dado la vuelta y le ha preguntado:  ¿Qué has dicho de mi hermana?  Antes de que nadie abriera la boca, del primer puñetazo estaba sentada en el suelo y luego se ha tirado encima de ella para seguir dando.
     Entre los chavales que había allí, han tardado un rato en separarla y algunos de ellos, se ha llevado algún que otro golpe.
     Después la han llamado al despacho del director; ella iba cagada, se pensaba que la iban a expulsar.    Cuando ha contado lo sucedido, el director no le podía aplaudir y decir que había hecho bien. Solo le ha dicho:   .-bueno no ha pasado nada, está olvidado.
      Mi padre ha sido más rotundo:   .-la próxima vez que ocurra, le rompes la boca entera;    que lo que cueste la factura del dentista lo pago yo. 
       Entonces se ha tranquilizado y ha cambiado la cara de circunstancias, por un gesto de sentirse orgullosa de haberme defendido.     Ella sabe que para hablar de mí, antes se tienen que lavar la boca con lejía.
    Ahora han comprado un conejo blanco y lo tienen en una jaula. Lo sacan para que lo acaricie, es muy suave y se llama Merlín. También lo ponen delante de Divo, así intentan que se acostumbre a no hacerle nada.
             La cocina es un escándalo, sueltan al conejo y el perro corre detrás de él, pero no le hace nada y cuando se esconde detrás del cubo de la basura lo saca dándole con el morro; en cuanto que sale, otra vez las carreras.

Qué bonito que es estar
dejando pasar las horas
con la gente que te quiere
y tus pequeñas mascotas.
cuatro niños pequeñitos
sin diferencia de edad,
unidos como una piña
viendo la vida pasar,
jugando a ninguna cosa,
riendo sin saber de qué,
mirando hacia el  horizonte
sin esperar nada ver.
Tan solo juntos muy juntos
un minuto interminable,
el más precioso momento
y jamás inolvidable.






No hay comentarios:

Publicar un comentario