martes, 16 de diciembre de 2014

19.-El diario nunca escrito



Por fin otra vez

         Mi hermana que ya tiene quince, se ha echado un medio novio (ese que le gustaba desde que empezó a ir al instituto).  Está medio boba, todos nos alegramos por verla tan feliz, es menos arisca (porque tela con la niña) es hablar de él y se le cae la baba, (aunque a papá no le llena el ojo) le jode que crezca su niña, pero es así.
                 Los traen todo el día de aquí para allá, cuando quieren ir a algún sitio. Los jueves viene a casa para que Lucía le ayude con los estudios, come aquí, estudian por la tarde y luego lo acercamos hasta su casa.   Vive en un pueblo que está aquí el lado.
     Lucía se aprovecha de la situación todo lo que puede y más. Sabe que  ellos intentan que haga y tenga lo que le corresponde y lo que no pude tener y hacer yo.
    La llaman la tía saca, siempre anda inventando algo.
      Pero eso sí, es muy responsable, estudia mucho y les cuenta todo lo que hace, aunque hay cosas que a veces preferirían no oír (mejor que hable).  Lo gracioso es que siempre lo cuenta por separado.   Llega y le dice a papá, te voy a contar una cosa pero no se la digas a mama. Cuando él se va, le dice a mamá, lo mismo, pero que no se lo cuente a papá.   Claro luego ellos hablan y siempre se ríen de la bobada.
     Mi padre se decidió a ir al médico y entre las pastillas (ahora ya solo de mantenimiento),  que me ve a mi bien y puede hacerme perrerías sin causarme dolor y volver a escribir, le ha sentado bien, parece otro.
       Ya hasta confía un poco más en el carcamal ese que va con Lucia;     sobre todo porque ve cuando está aquí, que me gusta que se esté sentado a mi lado y me porto ese día mejor que ninguno.  Si yo no pongo pegas, noto buenas sensaciones y se ve que lo quiero mucho (como él a mí) por algo será.
      Me gusta mucho sentarme al lado de mi padre en el ordenador mientras escribe.    No sé leer en la pantalla, pero siempre sé de lo que está escribiendo.   Hay veces que se le saltan unas lagrimillas  (porque es un llorón);  pero es porque en ese momento está haciendo algo para mí o para mi hermana.
           A mami le duele mucho la espalda y al final la han convencido para que se mire.    Le han dicho que es una lumbalgia aguda y le han recetado mucho reposo y que no coja pesos, unas pastillas para el dolor, que son muy fuertes, para el estomago un protector y otra relajante para por la noche.  Después de probar si atontaban o te dejaban grogui en ella, han decidido darme el relajante nuevo a mí también, en vez del otro que tomaba.
    Me sientan bien y papá dice que debo soñar tonterías porque suelto risotadas a media noche.
        Antes siempre me levantaba y me acostaba mamá, pero ahora la hace papá, porque subir y bajar escaleras con migo en brazos es mucho peso, ya le han dicho que ahora no es “nada” pero que si no se cuida puede ser la cosa más seria.
          Estoy deseando de que mamá me de la leche cada noche, para llamarlo a gritos.     Mientras papá me sube a la cama ella va detrás por las escaleras y me parto de que hace como que me coge las piernas y no llega.  
  Papá, que es un bestia, me zarandea todo el rato. Ella siempre anda haciendo bobadas para que me ría.
            He de reconocer que me he vuelto muy egoísta y posesiva.  Solo quiero que estén con migo y si se ponen a hablar entre ellos o con mi hermana me enfado.
      Me da igual cual de los tres esté con migo, pero uno solo, nadie más.
          No entienden que cuando terminan de comer, me ponga a chillar.    Veo que comen el postre y quiero que me den aunque yo ya haya comido.  Igual que el perro a la misma hora siempre se acerca con la pelota para que se la lancen por el pasillo, pero se ponen a cascar entre ellos de sus cosas y el perro y yo, no estamos.
      Claro al final terminamos todos enfadados, pero que conste que es culpa suya.
  Cuando alguien viene a casa también chillo y mi madre sobre todo se pone de los nervios.     Con lo sencillo que es que me metan en la conversación, que le digan a esa persona que venga:    mira, tú las cosas se las cuentas a Raquel, que yo te oigo igual y todo arreglado; pues no. Bueno pues sigo chillando, a ver si así de una vez puede ser que se enteren y me hagan caso.
         Yo se que intentan comprenderme y que hay veces que me paso. Para un rato al medio día que estamos los cuatro juntos, yo podía ser un poco más permisiva.
     Lo siento mucho, pero me pierde el carácter.

  
Y después del largo invierno
comenzó la primavera,
y han empezado a crecer
las flores en la pradera.
Los capullos en las ramas
de ese bonito rosal
que hay plantado en esa puerta
la entrada de nuestro hogar.
Han salido ya sus flores
en forma de juego y risas,
todo ha vuelto a ser hermoso
y la tormenta caricia.
Ha entrado de nuevo el sol
dando luz a  la alegría,
y ya resuenan en casa
esas carcajadas mías.
Olvidaremos los ratos,
grises sin ningún color,
el miedo incluso a tocarme
por no causarme dolor.
Gracias te damos mamá
por arrastrar tanto peso,
solo podemos pagarte
con un simple y dulce beso.
Con la dulzura que coge
el néctar un colibrí
de una flor llena de amor
el que sentimos por ti.






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