lunes, 11 de mayo de 2015

Flavio 3/7


        Utilizando mis contactos, gracias a ser inspector, solicite que en vez de permanecer en el depósito, me permitiesen darle sepultura.

        En una esquina del cementerio, había una fosa vacía, que hace años, se utilizaba para enterrar a los que se suicidaban.   Una zona no bendecida por la mano de dios.   Yo mismo iba por las tardes, con un pico y una pala, para darle la suficiente profundidad.

       Después de introducir su cuerpo, en una caja que encontré vacía y que estaba en buen estado (cerca del huesario) lo trasladamos hasta el lugar indicado en un furgón policial.

      Tan solo asistimos al entierro: un cura conocido, el dueño de una librería, el camarero de un bar y yo.   Allí, entre los cuatro, con unas sogas lo bajamos, cubrimos de tierra con la pala y rezamos una breve oración por su alma.

        Pero mi trabajo no acabaría en ese momento.

    Cerca del cementerio, hay una fábrica donde hacen losas de granito y mármol para las lapidas.   Me acerqué a hablar con el dueño.  Un tipo sano, algo bruto pero de buen corazón.     Le pedí que me dejase utilizar todo aquello que eran desechos para el vertedero.

   Primero, con el pie de una cruz rota como tronco, tiras de granito sobrantes simulando las ramas y cachitos en forma de hojas que fui pegando con paciencia, hice el olivo y pedí que si me podían grabar, una inscripción sin nombre, tan solo el número de expediente.

    Un oficial de la fábrica poco a poco me enseñó a usar un pequeño cincel y como hacer las letras.  En todos los ratos libres de que podía disponer, con paciencia y después de no pocos intentos fallidos, por fin conseguí terminar el primer poema.

      Las firmas he de decir que las hizo ese oficial y maestro mío, con un diminuto buril y mucho tacto para que saliese perfecta.

     Así fue como poco a poco fui trascribiendo a piedra, lo que había en aquellas hojas escrito y depositándolas sobre su tumba. Él siempre había regalado sus poemas, ¿Quién era yo, para no compartirlos con quien se quisiese acercar a leerlos?

      Y ese es el final de la historia.

.-y ese cuaderno ¿lo conserva todavía?

         .-claro, aún lo leo, aunque solo sea una vez al año, e incluso a veces, de memoria, les recito algún que otro poema a mis nietos, con el fin de que aprendan tan bellas palabras.

.- ¿y me lo enseñaría?

         .-todo a su tiempo estimado Javier.  Las cosas no tienen prisa, somos nosotros los que nos empeñamos en acelerar o detener el tiempo

.- me pregunto: ¿ese hombre sería feliz?

     .-asegura que sí, amaba tanto la poesía, que nunca la quiso ver enjaulada, sino libre, para que fuera leída por todos aquellos que él percibía que necesitaban una palabra de aliento.

.- ¿entonces vivía de las limosnas, de las monedas que le daban?

      .-no, vivía de escribir y regalar sus poemas, el que alguien dejase caer una moneda a su lado, no le hacía merecedor de una hoja de su libreta, aunque nunca le negó a nadie lo escrito, siempre las recitaba en voz alta para que pudieran ser escuchadas por quien quisiera.

 .- me gustaría ser como él, me gustaría ser como usted

      .-nunca pretendas imitar a nadie, se tú mismo

.-pero yo no soy nada, solo un pobre estudiante

     .-estás comenzando tu camino, Flavio ya está muerto y yo a punto de mi ocaso.      Recuerda este día como un amanecer…      ¿puede haber algo más hermoso que ver salir el sol?

.-sus palabras también son de poeta

      .-más quisiera yo, mis palabras, solo son las de viejo rezongón, que ve en ti la oportunidad de saber que aún a su avanzada edad puede servir para algo.

.-lo ve, es usted como un libro

       .-si, un libro que nadie me enseñó a leer, que nunca aprendí a escribir y eso lo tienes que hacer tú.   Escribir un precioso y entregado artículo de final de curso que deje a todos boquiabiertos.  Hazlo por Flavio, por mí y sobre todo por ti.

.- y entonces…   ¿cuándo podré conocer al resto de personas que antes a mencionado?   Esas con las que hablaba ese gran poeta

    .-la juventud es impaciente por naturaleza, pero los mayores ya no tenemos prisa, tendrás que esperar

.- ¿pero cuanto?

      .- al próximo capítulo.     Estos días vete haciendo un boceto de lo que te he contado y guárdalo como oro en paño.

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