.-ahí ando, mareando la
perdiz y dándole vueltas a las palabras para que expresen con sencillez las
cosas, para que todo el mundo entienda lo que realmente quiero.
.-eso está muy bien, no solo las mentes cultivadas,
tienen derecho al acceso a la lectura
.-bueno, pues a eso me
refería
.-pero el que sea legible, no te exime de
utilizar algunas palabras poco coloquiales. Así no solo regalaras un relato,
además, impartirás algo de cultura lingüística entre los más necesitados
.-de acuerdo ¿pero
vamos a ver eso que tiene guardado en su casa?
.-paciencia amigo, antes iremos a otro
sitio muy interesante.
Comenzaron a caminar. Manuel en silencio iba mirando todos
balcones y ventanales como si buscara
algo. Javier,
intentaba averiguar que miraba con tanta atención, sin darse cuenta que era la
única manera de que permaneciese callado en el paseo.
Se pararon frente a una vieja tienda, con
un portalón de madera, que daba entrada al reservado y corto pasillo que
terminaba en una especie de rastrillo de libros.
.-que sitio más
siniestro
.-no digas eso, entre estas paredes hay
mucha más cultura que en la mayoría de las universidades juntas. ¡Ah! Y cuando
entremos, por favor dedícate a escuchar las palabras de su dueño; un
gran hombre del que seguro aprenderás mucho.
Tras el mostrador, con un libro
ennegrecido por su edad entre las manos, se hallaba un hombre abstraído en la
lectura, con el rostro lleno de arrugas, no menos viejo que las paginas que humedeciéndose
con la punta de la lengua el dedo corazón pasaba lentamente.
.-por favor don Manuel, ¿Qué le
trae por este lugar?
.-ya ve, recordando viejos tiempos
.- ¿y este zagal?
.-viene a acompañarme y sobre todo a oír
una historia que usted y yo recordaremos juntos
.-pues siendo así, cerremos la
puerta y vamos a sentarnos a la trastienda, que estaremos más cómodos.
Las estanterías, llenas de libros,
inclinadas, parecían querer unirse en la parte de arriba. Del techo, colgaban dos pequeñas bombillas
llenas de polvo que provocaban sombras con raras formas (porque lo que se dice dar luz, daban poca).
Ya
sentados al fondo en unos asientos de madera, en los que Javier no se podía ni
acomodar por el chirrido que provocaban sus traviesas desencoladas. El dueño de
aquel enlutado lugar se volvió hacia
atrás y saco dos libros. Tras ellos, a
buen recaudo, una botella de coñac y un par de grandes copas, relucientes,
envueltas en una bayeta, para que ni tan si quiera se rozasen. Sirvió un poquito en cada una y se
pusieron a hablar entre los dos. Javier
parecía no existir para ellos.
.- ¿se acuerda usted de Flavio?
.- ¿cómo podría olvidarme de él? Aún
conservo dos libretillas de esas que le daba cuando terminaba de arrancar las
hojas de la que anteriormente había venido a buscar
.- ¿y nunca le regaló ningún poema?
.-no bueno, ya sabe usted que el solo
se los regalaba a quienes los necesitaban y en la cola había mucha gente antes
que yo.
Nunca
le pregunté su nombre, es más se que firmaba como Flavio porque usted me lo
dijo, pero eso sí. Me encantaba acercarme después de cerrar a aquel rincón donde con voz ya temblorosa, pero
enérgica, con garra, recitaba una vez tras otra el último verso escrito.
Recuerdo que una de esas tardes, silenció de
golpe su voz, (algo poco habitual en él) miró fijamente a un señor haciéndole
un gesto con la mano para que se acercase, tras unos segundos, su voz envuelta
por la oquedad reverberante de aquellas viejas paredes casi susurraba:
Y llegará ese día
en que la niebla te envuelva
calándote hasta los huesos
fría, húmeda y espesa,
Deja de deambular,
no temas por lo que has hecho,
vuelve a tu casa mal hombre
allí tu mujer te espera
para compartir su lecho.
Arrancó una hoja de la libreta y la puso
en su mano, cerrándole el puño con fuerza. Ese hombre, tras alejarse unos metros, estiró
de nuevo el arrugado papel, leyó el poema entero en voz baja, su mirada
perdida, lágrimas en los ojos. Echó mano
al bolsillo para darle unas monedas. Flavio
lo volvió a mirar .- Tu esposa e hijos, necesitan mucho más el
segundo que estás perdiendo que yo tu limosna.
Se
volvió a sentar sobre un cartón, y en silencio, sin más, empezó a escribir un
nuevo poema que recitar al día siguiente.
Más de una vez le intente ayudar
económicamente, pero siempre se negó a aceptar dinero, una de esas veces, me
dio a entender con su mirada, que tenía bastante más valor aquella libretilla y
el lápiz que no le cobraba, que un billete de papel en el que no poder
escribir.
Otra vez, le propuse que me copiase sus
poemas y así juntarlos en un pequeño libreto, que yo haría se publicase No
dijo nada, me miró sonriendo, fijo sus ojos en estas estanterías y puso cara de
tener envidia de tan grandes literatos, en tanto libro olvidado.
El único ofrecimiento que me aceptó,
fue que le prestase algún libro de poemas, para leer en el bar y el ultimo
enero de su vida, el venir a sentarse un rato por la tarde aquí, donde ahora
estamos y así burlarse un poco del frio
durante una hora o dos.
Se las
pasaba leyendo a Fulcanelli. Primero, las moradas filosofales y cuando estaba a
punto de terminar el misterio de las catedrales llegó su hora y ahí, sobre la
mesa, hasta el día de su entierro, quedó con su marca páginas puesto donde él
lo dejó esperando su regreso.
Cuando volví del cementerio, donde cuatro
gatos nos despedimos de él, volví a ponerlo en su estantería y en ella quedó.
Al tiempo vino un joven con barbas preguntando por él y se llevó los dos por un
módico precio.
Y yo, pues a seguir leyendo todo lo que
cae en mis manos y luego a ponerlo a la venta.
.-perdonen que me
entrometa. ¿Usted lo conoció de joven?
.-cuando yo cogí esta tienda, hace ya
muchos años, el debía tener sobre cuarenta y tantos, un poco mayor que yo y hacía
tiempo que era el morador de ese rincón.
Quien sí lo conocía de antes, era…
.-silencio, dejemos que el tiempo marque
sus tiempos
.-pues nada señor inspector, vuelva
usted cuando quiera.
Pero no tarde mucho, este cuerpo empieza a
pedir ya tierra.
.- hasta pronto
Los dos se fundieron en un
abrazo, dando palmadas en sus espaldas.
Una vez en la calle de nuevo:
.- ¿pero no es muy
mayor para estar trabajando?
.-se jubiló hace años, pero sigue
viniendo todos los días, más que a trabajar a leer y ayudar a quien no
encuentra algún libro por estar ya fuera del mercado o resultarle gravoso para
su economía y quererlo de segunda mano.
.-que persona más
humilde y sabia
.-las personas realmente cultas, casi
siempre son prudentes hasta en sus palabras y contra más saben, más cuenta se
dan de todo lo que les queda por aprender.
Sin embargo, por el contrario, la ignorancia es demasiado atrevida.
.- lo dice por mi ¿verdad?
.-no, quizás por mí, pero te puedes
aplicar el cuento y ahora a seguir estudiando. Ya nos vemos el próximo lunes.
.- ¿pero?
.- no hay peros, a estudiar.
.-hasta el lunes
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