viernes, 22 de mayo de 2015

Flavio 7/7 (Falta Flavio final).


            Llegaba la hora que tanto había esperado.    Ver la libreta manuscrita que el señor Manuel guardaba con celo, en el cajón de su armario, cubierta por camisetas blancas de felpa.

     Era tal y como se la había imaginado.      Sentado, en voz alta, leyó los poemas uno por uno, con pausa, con la entonación requerida para ser sentidos.    Manuel de pie, los escuchaba atento cerrando los ojos, intentando imaginar aquella estampa, aquello que nunca vivió. Iba visionando a Flavio en aquel cutre rincón y sintiendo la voz de Javier como la suya.

     Nada que ver con lo tantas veces antes leído.

     Oírlos interpretados por Javier, que se esforzaba por enfatizar las frases, respetar todos los signos de puntuación y dar graves a su tierna garganta para darle consistencia, era un viaje en el tiempo hacia años atrás.

          .-es la hora de que esta vieja libreta cambie de manos, cuídala como lo que es, algo especial, una obra de arte sin réplica.

.-pero señor Manuel

        .-cógela y calla, nadie como tú para conservarla.   Hoy, por fin, he podido ver, escuchar y sentir a Flavio recitar en su rincón

.-le prometo que se la devolveré sana y salva a final de curso

       .- te la puedes quedar, solo te pido que vuelvas tú.

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Aquella bella historia, no podía dejarla empobrecida resumiéndola a un simple artículo periodístico.   Lo adornó poéticamente y utilizo la misma firma de su verdadero autor y protagonista.

    A mediados de junio, con todo aprobado, fue hasta casa del señor Manuel y juntos volvieron a visitar a todos esos amigos con los que en  invierno habían estado, para pedirles tiempo.

         Un verano en que realizar un trabajo digno de tal persona.

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           En el pueblo vivía junto a sus padres, él nunca había salido demasiado.  Siempre había sido desde niño una persona introvertida, dedicada tal vez en exceso a los estudios y la lectura.

 Como de costumbre se metía en su habitación y allí pasaba horas y horas preparando las asignaturas del siguiente curso.

     Su padre. Una persona curtida por el sol y el viento que apenas sabía las cuatro reglas.  Aprendiz de todas las profesiones y maestro en  ninguna. Un simple emigrante de aquellos años, en que muchos marcharon obligados de su tierra originaria por falta de recursos. 

   Otro vecino más por consecuencias del azar, las vueltas y tumbos que da la vida.   El casarse con alguien nacida allí y encontrarse a poca distancia de la capital de provincia, donde alternaba trabajos inciertos, según la época del año.

        Tras años de pagar alquiler, decidieron hacerse en un terrenito heredado y con sus propias manos, una pequeña casa donde descansar sus huesos al acabar la jornada.

        Un señor de pasado reservado, de familiares nunca nombrados, al igual que aquellos lugares llenos de miseria y malos recuerdos que era mejor olvidar.

               De pocas palabras.

     Decidor de refranes para dar consejos.

               Obsesionado con que Javi, su único hijo, tuviese un futuro mejor que el suyo.

       Sin vicios, sin aficiones, sin caprichos superfluos que ocasionasen un gasto extra, con el único fin, de que nunca faltase comida sobre la mesa.

            Jesús, sí Jesús, (el susodicho) entró en la habitación para ver que hacía de paso, avisarlo de que ya estaba la cena a punto.

      .- ¿Qué andas haciendo con tantos papeles sobre la cama? con lo ordenado que tú eres

.-son fotos y apuntes, que estoy escaneando para no extraviarlas. Sí, este verano he prometido escribir una bonita historia

       .- ¿algún trabajo de la universidad?

.-no esto es algo muy personal

       .- cuenta, cuenta, de que va la cosa

         Javier, lo miró perplejo, era algo inaudito que se interesase por algo que no tuviese que ver con su trabajo.

             Sentados sobre aquella misma cama, comenzó a contarle lo sucedido.  Comenzó por enseñarle esas fotos de esa humilde pero bella  tumba donde estaba enterrado.     Siguió con esas historias que sobre Flavio había recogido y por fin…     La libreta que el señor Manuel había dejado bajo su custodia.

       Cuando  acabaron, se decidieron a bajar.  La cena estaba fría y la madre, enfadada, bostezando del aburrimiento de tanto esperar.

      Jesús, callado como siempre.

         Esa noche se le había cerrado el estomago. 

       Con los ojos vidriosos, miraba de vez en cuando al techo y hacía un esfuerzo para tragar el bocado.

        Al día siguiente era domingo.     

        Jesús, se levantó temprano, sigilosamente salió de la habitación,  y se acercó hasta el cuarto de Javier.

 

 

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