lunes, 15 de junio de 2015

El principio del fin


       La primera vez, puede que sea “inevitable”.

No a la segunda oportunidad.

    Es el primer barrote, de esa celda maldita donde estarás confinada por tiempo indefinido.
  Habitación que el miedo irá reduciendo, hasta  quedar en un rincón
           Rincón sin ventanas, sin esperanzas, lleno de incertidumbres, al sonar los ocho en el reloj, repleto de vejaciones diarias, heridas en la mente que nunca cicatrizan y cicatrices en el cuerpo que vuelven a sangrar.
    Criaturas, sin aún conocimiento del mundo, sobre las que pende la miserable mano del dictador.
  Trastornos irreversibles desde la infancia que algún día buscaran respuestas, sin llegar jamás a entender lo que nadie nunca les explicó.
      Adolescencias perdidas en un río de confusas corrientes, basadas en el ocultismo y la hipocresía, remolinos turbios en el esperado remanso, que precisamente por su falta de madurez, pueden desembocar en el mar terrible: la imitación.
        La impotencia, el odio hacia sí misma, la desafección a la vida, esa soga que tiene atadas tus muñecas, la mordaza enmudecedora que apenas te deja respirar.
      Esos grilletes que sujetan tu alma al suelo, evitando que pueda volar libre hacia al más allá.  Tu único deseo verla escapar y que tu cuerpo inerte y sin vida, quede tumbado en el suelo y no sienta el dolor de las últimas patadas, como castigo por haber marchado.

No a la segunda oportunidad.
    Esta es solo: el principio del fin



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