martes, 18 de agosto de 2015

Valdeluna. pre.- 4



               La noche de luna estrecha, con cuernos hacia arriba, pusieron unas tortas de pan duro en agua.
        Esa pasta fermentada servirá como levadura en la próxima hornada.  
     Pasadas unas jornadas, el humo que sale por la vieja chimenea, indica a todos, que cuando el sol se ponga, en cada casa dispondrán de tiernas y crujientes hogazas de pan reciente.
  
           Los nubarrones blancos y densos que asoman por el norte, Barruntan granizo.    Los hombres con sogas se dirigen al prado, deben recoger y guardar a cubierto los animales que por allí pastan libremente, para evitar que los rayos puedan causarles daño.
         Van a su lado, los perros y un zagal muy certero en la lanzada de piedras con onda.
        Los truenos aún en la lejanía, retumban con fuerza, indican la próxima e inminente llegada de la tormenta.
      La noche se presenta con luminosidades continuas y fuerte viento.    Por suerte la sequia no ha sido excesiva, lo que evita el riesgo de incendios.  De todas formas, las caballerías, estarán cargadas con hachas, azadas, palas y recipientes de cuero llenos de agua.

           La nube que se ha instalado en el valle, no parece pretender marcharse de allí.     El agua cae con fuerza y los regatos por sus callejuelas, hacen rodar los guijarros como si de nueces gigantes se tratara.
    A cada momento el cielo se ilumina, y un estruendo hace vibrar los tazones de barro que reposan sobre la mesa, preparados para el desayuno.
 Por fin, se escucha el golpeo de una puerta mal cerrada se está levantando viento y el granizo no ha hecho acto de presencia.  Las nubes empiezan a desplazarse y cada vez, el tiempo entre el relámpago y el trueno, va siendo mayor.    Las gotas cada vez caen con menos fuerza.   La tormenta se aleja sin consecuencias. 
      Ya pueden dormir tranquilos hasta el alba.
     
      El peligro ha pasado. Un anciano, cuya preocupación única, es esperar su fin, dedica las noches de insomnio a pensar en nada. Más que por hacer algo, por aligerar temporalmente el aburrimiento.
       Con sus codos apoyados en el marco de la ventaba, se distrae oyendo el agua, respirando ese rico olor que se desprende del suelo recalentado durante el día y con los ojos bien abiertos, intenta adivinar las estrellas en el cielo entre las nubes que se desplazan a gran velocidad.
     
   Tres hermanos, temblorosos, abrazados en la misma cama, tapados de pies a cabeza con una manta,  caen rendidos cuando ni de lejos, se oyen los ruidos del cielo.
    Aún después de un rato ya dormidos, la tiritona de su cuerpo no cesa, sus brazos son incapaces de soltarse y sus piernas seguirán formando una especie de trenza de seis mechones que se confunden entre sí.

   El amigo Gorgonio, se siente seguro.  Con el pretexto de vigilar que no entre agua en los sótanos, ha decidido quedarse a dormir allí.      Como no le entraba el sueño, pues…  a darle una vuelta a las vasijas de aguardiente y ahora, sentado en el asiento que siempre espera en la puerta, canturrea coplas que le vienen a la mente; unas trovas sin fuste ni muste, de las que recuerda estrofas vagamente, al tiempo que deja mover la cabeza de lado a lado y el hipo le hace abrir los ojos a cada momento.
      Empapado por dentro y por fuera, se va a su casa.
  En la oscuridad, va cruzando la calle de pared a pared, hasta llegar a su puerta.
   Sin saber cómo ha acertado y por suerte para él, hace años que no tienen cerradura;    solo un tranco evita el aire la domine a su antojo.
       Mañana será otro día.   Sobre el camastro, como un guiñapo, se deja caer y entre sueños sigue balbuceando palabras indescifrables incluso para él.


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