Mirad, se acerca Andreíta, la moza mayor la
llaman, siempre sonriente y de buen talante, de jovencita, ya apuntaba maneras,
nunca fue casada, no convivió con varón bajo el mismo techo, aunque eso no
quita, para que tenga cuatro hijos: el mayor Bernardo luego va Octavio después Leopoldo el pequeño Andrés y esté de
nuevo embarazada.
Jamás revelo la paternidad
de ninguna de sus críos, tal vez por no
crear conflictos o simplemente, por no saber con seguridad de cuál de todos era
el artífice.
Trabajadora, como la que más
y a la hora de bromas y contar
chascarrillos no hay quien le gane.
Las mujeres la
aprecian y disculpan, saben que lo que le sobra de vicio, le falta de cordura y
lo que le falta de prudencia le sobra de
humanidad.
Si alguien necesita algo,
ahí está ella al pie del cañón siempre
dispuesta. Para pasar la noche en vela y ayudar a nacer, la mejor partera. Si hay que calmar los nervios del hombre en
el quicio de la puerta, también. Lo que
haga falta.
Nuestro amigo Gorgonio,
que es un avivado truhán y quedó viudo hace años, le hace gestos y señales, a
los que Andreíta, parece no hacer ningún caso.
En un visto y no visto,
se encuentra apoyada contra un gran pellejo de vino con las sayas hacia
arriba. En un santiamén; apañao. Andreíta, sale andando calle abajo, como si nada hubiese pasado.
Gorgonio por su, parte
después de darle desahogo al cuerpo, se cree merecedor de un buen trago, para
no perder la costumbre, más que nada, por no
hacerle un feo a su estomago.
Cuando sale a la
plazuela, se encuentra con los gestos señaladores y risas burlonas de la muchachada.
Su mente turbia, no ha
reparado en detalles. Con premura se sube el pantalón a la altura de la cintura
y hace un nudo en la cuerda que lo ajusta para que no se caiga. Con prisa busca la vara y todos corren
gritando entre carcajadas y frases socarronas.
La señora Petronila (la tía vinagre; bajita de estatura y enjuta de carnes. Con
el alma a rebosar por el genio, que debía de haber sido repartido al menos
entre diez).
Se ha percatado de la
algarabía formada en la plaza.
Espera paciente tras la esquina a que pasen corriendo. Sacando con
picardía la punta del pie, hace tropezar al que toma la curva más cerrada, que
en la carrera, cae de bruces contra el suelo.
Después de propinarle una
soberana “coz” con la parte interior del zapato en los glúteos, lo agarra con
fuerza de una oreja, para que no se le escape. Casi
suspendido en el aire, apoyando levemente los pies en el suelo; el
muchacho es encaminado a su casa, para que dé explicaciones de su aptitud ante
sus padres.
Los aullidos del zagal,
hacen salir a las gentes de sus casas, para ver la secuencia tantas veces
repetida, con la misma protagonista y un actor secundario, diferente en cada
toma.
Al contrario que Andreíta, la tía vinagre nunca fue santo de la
devoción de nadie del lugar, su áspero carácter y atrocidades prepotentes
cometidas hacia los menores, jamás fueron bien vistas. Pero siguen mordiéndose
la lengua…. Por no discutir.
Asomado tras la pared se
sonríe Gorgonio. Que jodío, es al único que parece hacerle gracia lo que
sucede.
Antes de que el otoño cubra
de hojas el suelo, he de presentaros o otros, que también tendrán su momento de
notoriedad o serán nombrados.
Una
niña, de ojos bizcos, gesto desagradable
y facciones no muy agradables de observar.
La llamada sin nombre.
Hija de Tercio, un señor tuerto, que al parecer siempre gastó malas
pulgas, enfadado con toda la gente, la vida y el mismo.
Su mujer falleció debido a
una infección que desde el parto en su lecho arrastraba, un mes después de nacer la criatura. En consecuencia y Como venganza, se negó a
ponerle mención a la pequeña.
(Hombres)…Lucro, Segismundo,
Liberto, Diógenes.
(Mujeres)… Celsa, Aproniana, Virtudes, Restituta.
(Niños)… Marcelo, Lisardo,
Modesto, Hipólito.
(Niñas)… Flora, Luna, Zoila, Herminia.
Como habrás observado, estos son los personajes más o menos relevantes
que intervendrán en la historia.
¿El actor principal?…. El pequeño pueblo de VALDELUNA.
Las cumbres empezarán a
teñirse de blanco, aquel que haya pensado en algún momento en abandonar el
lugar, deberá esperar noventa puestas de sol, hasta el nuevo solsticio.
Los ojos del soñador alado, que ha estado observando, cerraran sus pestañas y
dormitarán; invernando hasta que la primavera de nuevo,
deshaga el hielo y el calor del sol vuelva a iluminar sus campos.
Entonces tras diez lunas de gestación,
volverán a oírse los llantos de los recién nacidos, que junto a los floridos campos
balanceados por el viento, el ruido del torrente avanzando arroyo abajo y el
canto dulce de los jilgueros en bandadas, darán vida de los nuevos amaneceres.
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