Un día, cuando llegan al
prado, una vaca ha parido un ternero. Debía tener prisa por salir y la
naturaleza se lo ha permitido.
Un juguete para
Primavera. Corre tras el pequeño, bajo
la atenta mirada de su padre. La vaca,
que tantas veces la ha amamantado, sabe que jamás hará ningún daño a su cría y
sigue rumiando tan tranquila, mirando a Gorgonio de reojo.
Como pasa el tiempo, hace nada
ni gateaba la mocosa y ahora entre tropezones intenta avanzar cual centella,
sobre el alfombrado cubierto de hierba.
Algo extraño
sucede. Gorgonio aprecia con atenta
mirada, que a lo lejos, uno de los animales está tendido en el suelo. Coge a la niña en brazos y se apresura
a ver qué le pasa. El animal, una burra,
tiene la tripa muy hinchada; con sus ojos lastimeros y cansados, lo mira
sin poder incorporarse.
Cerca de allí se
encuentra la huerta y allí están sus cuidadores. Las voces que da Gorgonio llegan hasta sus
oídos con claridad.
.-Nazario, Juanillo… ir a buscar a la bizca, rápido.
Juanillo que tiene las
piernas bastante más ligeras, se apresura a las casa, mientras Nazario corre al
lado de Gorgonio para echarle una mano.
Nazario.- ¿Qué pasa?
Gorgonio.- esto no tiene buena pinta
Nazario.- menos mal que la has visto,
de no ser así, esta pronto sería pasto de las alimañas
Gorgonio.- tiene la vejiga muy
hinchada, debe llevar sin mear varios días
Nazario.- no sé yo si saldrá de esta.
Es una pena, era tan dócil
Primavera adivina la
tristeza en sus miradas y como si entendiera de lo que están hablando, callada,
agacha la cabecita.
Juanillo ha llegado a las
casas y se dirige todo lo rápido que el aliento le deja, hasta donde está
Genaro con los niños.
Juanillo.- corre sin nombre, en la zona
alta, cerca de las viñas, por donde el
mojón blanco, te espera Gorgonio con un
animal enfermo.
Sin Nombre.- ¿pero qué pasa?
Juanillo.- no sé, tu corre
Tras ella, Genaro, los
niños y toda persona ágil.
Sin Nombre, llega de malos temples; normal, el carácter le puede. Nunca hizo buenas migas con las personas, sin
embargo con los animales tiene un trato
especial, debido, según dicen a una marca que lleva en el paladar grabada desde
su nacimiento.
Gorgonio.- menos mal que has llegado.
Sin Nombre.- apártense de mi vista, que no hacen más que estorbar
Alejados, por no oírla,
observan callados.
Ella
con sus manos, acaricia todo el cuerpo de la burra. Parece hablarle para
tranquilizarla ante la atenta mirada de Primavera, que por su escasa
envergadura y silencio, ha pasado inadvertida a su enfado.
Pasada tras pasada lenta de sus manos sobre el
lomo.
Susurros a la oreja como versal secreto entre
ellas.
Lagrimas emotivas al apoyar
sus labios, para besar su panza. Ruegos desesperados de venga, tú puedes.
El sudor que le chorrea por
la frente, lo retira cada poco pasando la muñeca de lado a lado. Tras largo rato de masajes, por fin el animal
se pone a mear, se levanta sobre sus patas y sigue meando abundantemente.
Gracias a la bizca, su mal
genio heredado de su padre y su buen hacer cariñoso con los “irracionales”, de
esta se ha salvado.
Entre vítores, se va
como ha llegado, enfadada y obsequiando entre dientes improperios a todos.
.- ¿Qué pasa? ¿No tiene nada
mejor que hacer?
.- ¿no pensamos seguir
con las letras?
.- son todos unos
holgazanes, están esperando cualquier acontecimiento
para no hacer nada.
Entre risas,
vuelven a sus tareas, comentando dirección a sus quehaceres.
El buen corazón que tiene
la bizca y el genio que se gasta. Es
toda ella una contradicción.
Una delicia de relato, C.A.R.L. Reconozco algo de mí en el personaje de la bizca, jeje. Muy bueno, amigo.
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