martes, 3 de noviembre de 2015

Intenté rezar



Su cabeza, apoyada sobre mi hombro, el brazo sobre mi pecho, medio dormida, las palabras te quiero mucho, su respiración navegando hacia el Olimpo,   al tiempo que sus dedos quedaban quietos,   dejando de acariciar mi inmóvil mano.

La oscuridad rota, por el reflejo de una lucecita verde, la que indica que el interfono está encendido.    Una tenue claridad, intenta colarse por las rendijas de la persiana, levemente mal cerrada.  Y un silencio interrumpido por el tragar de una garganta, que no da abasto a engullir tanta lagrima.

Nadie acudió a recoger mi plegaria.     Solo una inmensa cinta de raso rosa que en ese instante nos envolvía,  con un rosetón provocador, haciendo de su final un hermoso  lazo.
Así que simplemente a ella me pude dirigir:
Que supiera que no iba a permitir que apretase más de lo necesario, para estar si cabe, más unidos que nunca.
Una sensación de felicidad  pareció recorrer mi cuerpo, tal vez, como agradecimiento a esos pensamientos.

Luego, antes de dormir, agradecí su fiel compañía a aquellas cosas;
La soledad;  Confidente de tantos llantos reprimidos.
Al silencio; pues los sentimientos mudos, son la semilla de la palabra.
A esa lucecita verde, que tras cerrar los ojos, se había quedado grabada en mi retina.
Como no.  A mi bella durmiente, por seguir abrazada a mí, incluso en sus sueños.

Tras esto me dormí, no sin antes susurrar……
…….. Amor mío… Te Quiero.





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