sábado, 2 de enero de 2016

Valdeluna cap.- 10




            Junto a la casa, con unas tablas, Gorgonio había hecho, una pequeña estancia.  En su interior, una mesa y sobre ella varios pequeños estantes, donde primavera tenía colocados esos utensilios con los que daba rienda suelta a su imaginación.

            Matías y Juanillo, se habían encargado de llevarle todo tipo de flores y frutos de diferentes colores.     Una vez triturados y aderezados con el poco orujo que había solicitado a Diógenes, daban como resultado los fluíos donde impregnar esos pincelitos, que cuidadosamente, le había fabricado Genaro.

    Una tablilla especial, de tamaño considerable, llevaba escondida largo tiempo.  Cada mañana con los primeros rayos de luz, una vez levantada, aún medio adormilada, ponía en ella unos pocos trazos muy meditados durante la noche y la guardaba de nuevo, dejando la modificada nueva imagen retenida en su mente.     Así un día y tras otro.

          Por fin el trabajo estaba terminado, algo extraño salido de sus manos.     Su padre junto a su madre, tan reales y con tal perfeccionismo plasmados, que parecía estuvieran allí en carne y hueso, como asomados a una ventana.

     Primavera, recordaba haber oído a Tarsicio hablar de un líquido aceitoso, con el que untaba sus herramientas de madera para su mejor limpieza y que no les entrase el corojo.

Primavera.-  perdone señor Tarsicio, quería hablar con usted
Tarsicio.-  a ver que se le ofrece a esta mozuela
Primavera.- yo creo haberle oído que usted posee algo mágico que protege la madera y que sería lo apropiado para la culminación de un regalo que voy a realizar a mis padres.
Tarsicio.- vale, pero no me he enterado de nada
Primavera.-  es que estaba pensando en otra cosa, me refiero a un aceite que da brillo
Tarsicio.- ¡ah!, el unte de amortajar
Primavera.- ¡que escalofrío! Vaya nombre
Tarsicio.- sí, se utiliza para eso, pero bueno, ¿para qué lo quieres?
Primavera.- no se lo puedo enseñar, pero va a ser bien empleado
Tarsicio.- voy a por él y te explico cómo usarlo
     Primavera se esperaba algo especial.  Tarsicio salió al momento con tarro cochambroso de barro (la verdad, no demasiado limpio por fuera) y en su interior una masa densa y pringosa.
Primavera.- ¿esto? Buah, que asco
Tarsicio.- ¿lo quieres o no?
Primavera.- sí, pero yo me lo había imaginado distinto
Tarsicio.- no te dejes influenciar por su apariencia.
Primavera.-  ¿y qué hago con esto?
Tarsicio.- debes templar un poco el tarro y con un palo, remover lentamente el ungüento, hasta que este quede totalmente disuelto, transparente como la luz y sedoso como la piel de un niño.     Luego has de aplicar sobre la madera una capa muy fina y extenderla mucho, mucho para que quede uniforme en todos los sitios por igual, sin que quede un ápice por pequeño que sea sin cubrir.  Luego lo dejaras secar dos días en  lugar seco y donde no entre la luz del sol.
           Entonces, volverás a repetir de nuevo la misma operación y una vez seco, quedará brillante como el cauce del arrollo y duro como el pedernal.
Primavera.- gracias, así lo haré
Tarsicio.- ¡ah! Y lo quiero de vuelta para antesdeayer.

          Cuatro días y cuatro noches más de espera,  en las que las mariposas del estomago, no le dejarían comer ni dormir.

        El momento había llegado.    Como si de un bebé se tratase, lo envolvió en paño de gasa  y lo deposito sobre la cama de matrimonio.
           Primavera asomó la cabecita a la cocina, donde sus hermanos mataban el frio junto a las ascuas y sus padres, iban poniendo en los tazones el desayuno.

Primavera.- hay un regalo, quien quiera verlo que me siga
      
  Regalo, palabra a la que nadie podía resistirse. Todos la siguieron de inmediato.
   Entraron en la alcoba, Octavio, Leopoldo y Andrés, se apresuraron a descubrirlo  y al ver el cuadro, quedaron atónitos.    Gorgonio, abrazó a su hija, engullendo saliva apresuradamente y con los ojos tan brillantes como dos luceros.   Andrea, echada sobre la colcha, admiraba con visión turbia e ilusionada aquella reproducción de sus facciones, al tiempo que con la manga secaba las dulces lágrimas que resbalaban por aquella vidriosa superficie.

Andrea.- (haciéndose la fuerte) ya era hora que hicieras algo que supiésemos lo que es
Gorgonio.- no hagas ningún caso, es que esta mujer no entiende
Andrés.- pos yo creo que mamá tiene razón
Andrea.- esto hay que colgarlo cerca de la puerta, para que toda la gente que pase por la calle pueda verlo. Hija es el mejor regalo que me han hecho nunca
Primavera.- entonces ¿os ha gustado?
Gorgonio.- pues claro pequeñaja
Octavio.- ¿y cuando me harás uno a mi?
Primavera.- bueno, bueno, con tranquilidad
Leopoldo.- yo también quiero otro
Andrés.- y yo
Primavera.-  olvidarme majos


      Se volvió de nuevo a su chabola de madera y allí se sintió orgullosa de la felicidad de sus padres.

2 comentarios:

  1. Precioso relato, C.A.R.L. Me ha retrotraido a mi niñez. Hubo un día, ya muy lejano en el que yo también fuí Primavera, e hice un cuadro a mis padres. Fresquisíma la narrativa, amigo.

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  2. el sentir de un@ niñ@, jamás caduca, solo hay gente que se empeña en tenerlo encerrado...
    ¿sabes qué?..... pero para ell@s

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