jueves, 3 de marzo de 2016

Agradable experiencia




      Sentado en una simple silla, relajado tranquilo, una mantita sobre las pernas, los brazos pegados al cuerpo, con antebrazos cruzados sobre el abdomen y las manos escondidas bajo los codos, lo hacen entrar en calor.

           Dejando caer los parpados por su propio peso, sin forzar nada.  Las pupilas retienen en su interior restos de luz que forman estrellitas destellantes que poco a poco se opacan y paulatinamente van perdiendo luminosidad.

        La espalda se acomoda contra el respaldo, el cuello relaja sus músculos y la cabeza  se inclina ligeramente hacia delante.

la sensibilidad del oído se extrema hasta tal punto que el pasar la  sangre por las sienes con un bombeo constante, difumina el exterior dejando el tic-tac del reloj biológico como única forma de medición, para recrear la más bella canción, sin acompañamiento,  sin letra, sin melodía, tan solo un toc-toc acompasado a cincuenta pulsaciones por minuto.

     Cero sueños, cero pensamientos, todo se envuelve en un sentimiento, el cuerpo flota, La insensibilidad es total, la gravedad no existe, la piel desnuda, como sin  ropas, la nula sensación térmica, y los planos vertical y horizontal se fusionan, hacen que toda molécula esté situada en el mismo grado de importancia vital.

       Un movimiento espontaneo, sin premeditación, hace que un brazo, lentamente se desplaza hacia el frente.
      Una leve brisa recorre los dedos de la mano al salir al exterior, el bello se siente erizado de placer y osombro.

        La mente, abstraída por el delirio siente la necesidad de investigar, quiere ver la forma no carnal de su cuerpo.
       Las pestañas parecen entrelazadas, al tiempo que sus orbitas le muestran su propio yo, desde la conjunción de los vértices de una dimensión piramidal.

   Los zapatos apoyados en el suelo;  sobre la silla su ropa erguida, la manta;  junto a una manga el reloj  y   flotando como por arte de magia sus lentes.
    La materia corporal transparente, inexistente; entonces su racionalidad entra en pánico.

    Una sacudida, en latigazo, hace que su cabeza, cuello y espalda, se lancen hacia atrás con tal brío que las patas delanteras de la silla pierden contacto con el suelo;  todo su cuerpo cae derrumbado como árbol talado por la base.

          Abre los ojos, se levanta, mira la silla tendida, se ríe y piensa…. Buuf, mejor me voy a la cama.




humo de Juan Manuel Rogado












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