jueves, 21 de julio de 2016

Paulina y Fidel .- 3





             Como cada día, ayudó a recoger los puestos, agradeció la propinilla y marchó  a casa, donde Paulina ya estaba empezando a ponerse nerviosa.
Fidel.- mira que medio costillar me ha dado Narciso por recoger
Paulina.- déjate de costillares y cuenta, cuenta
Fidel.- que mañana empiezo y así que ahora deberé aprovechar el tiempo para descansar bien, pero en cuanto coja el sobre con el primer sueldo, intentaré dejar de ir al mercado
Paulina.- sí, si no, no vas a aguantar, y si caes malo tú…
Fidel.- esta noche tengo que pasar un momento por la timba pero vamos, ir y volver
Paulina.- eso, eso es lo primero que tienes que dejar
Fidel.- sí, solo voy porque quedé allí con don Fernando, no sé qué querrá
Paulina.- pero ni se te ocurra sentarte
Fidel.- que no mujer, si además ha sido él quien me ha dicho que no me quiere ver más por allí.
Paulina.- de estos ricos, me fio yo menos que de un nublao, ahora él, es el jefe y tú el obrero y el aceite con el agua, nunca deben mezclarse.
Fidel.- ay mujer que desconfiada eres
Paulina.- para eso tú, que eres más tonto que el asa de un cubo
Fidel.- anda, vamos a comer que se me pasa el estómago
Paulina.- este costillar tiene menos carne en los huesos que la pata de un gorrión
Fidel.- a caballo regalao
Paulina.- tengo unas ganas de que el trabajo  y la comida sean pagados como dios manda
Fidel.- ya lo sé, y yo y yo
         Esa tarde, la pasaron en la cama acostados, con su pequeño en medio de los dos.  Esa personita tan indefensa como hermosa, su bella sonrisa y sus grandes ojos expresaban infinita felicidad.
    Ya caída la noche, Fidel se dirigió tranquilamente a encontrarse con don Fernando.  Este lo estaba esperando en la barra de aquel antro.  No quería interrumpir la partida para hablar con Fidel.
Fidel.- buenas noches
D. Fernando.- vamos a ese rincón.    .- pon dos copas y apuntalas en mi cuenta
Fidel.- usted dirá
D. Fernando.- toma, estas mil quinientas pesetas, son por las veces que te has dejado ganar en la mesa, ahora tomate este coñac  y a casa que seguro que te está esperando tu familia
Fidel.- ¡pero don Fernando!
D. Fernando.- y mañana vas por el mercado y les dices que ya no vuelves, me he estado informando y eso de mendigar por los puestos se ha acabado
 Fidel.- ellos me dan lo que pueden
D. Fernando.- si a mí me parece bien, pero cargar tableros es duro y o estamos o no estamos, tú decides
Fidel.- sí, sí, estamos
D. Fernando.- pues venga para casa que mañana te espera un duro día de trabajo
Fidel.- hasta otro día
El resto.- ¿pero te vas?-¿no vas a echar unas manos?-¿andas sin dinero?
D. Fernando.- hoy sí que tiene dinero, pero es para comer y eso es sagrado
        Cuando salió, allí en el fondo de aquel callejón, pudo ver una sombra con un aspecto conocido. El brillo del reloj en su muñeca, delataba su identidad.      Su mano izquierda apretó en el bolsillo con fuerza aquellas mil quinientas pesetas.      Se agachó hasta el suelo, con su mano derecha cogió un adoquín que andaba suelto de la calzada.  Si se acercaba, no dudaría en abrirle la cabeza con él.
      Con paso ágil, sin perder de vista su espalda en cada esquina, fue callejeando hasta llegar a casa.  En su vida había pasado más miedo.  Antes de abrir la puerta se cercioró de que nadie lo había seguido, entró en casa, cerró la puerta con cerrojo y entonces el corazón por fin de nuevo empezó a latir.          Paulina y el chaval, estaban plácidamente dormidos. Él se acostó con mucho cuidado de no despertarlos e intentó conciliar el sueño.   Pero…     ¿quién sería aquel hombre?
    Antes de que sonase el despertador a las cuatro y media, él, ya estaba vestido, sentado frente a esa taza de humeante achicoria. Colocó sobre la mesa, los dos billetes azules y los cinco marrones en forma de abanico, para que los viese Paulina al despertar.
        Fue a descargar cajas por última vez y a despedirse de todos. Sabía que los echaría de menos, que dentro de lo malo, también había pasado buenos momentos, por lo que no pudo reprimir su emoción en el instante de la despedida.
    El despertar del alba, lo acompañó carretera adelante dirección a la fábrica. Allí, en la puerta, separado por una verja de aquellos fieros perros que guardaban su contorno, esperó a que llegasen sus nuevos compañeros.
           Llegó Fermín con su Guzzi.
Fermín.- ya veo que has madrugado Fidel
Fidel.- solo llevo aquí un rato
Fermín.- mañana estate a las siete y cuarto en Cánovas, de allí sale el autobús de la empresa, o si ves que te viene mejor, a las ocho menos veinte en la gasolinera.     Espera, que ato a los perros y pasamos
      A las ocho menos cinco, llegaba aquel desguace de chapa acristalado con el resto de trabajadores.
Fermín.-  Claudio, ven
Claudio.-  ¿tú eres Fidel? Vente con migo
       Con él fue, hasta la parte trasera de una maquina.
Claudio.- tablón que salga por aquí, lo llevas a esa otra cinta, y no te duermas que se amontonan
       La sierra arrancó produciendo un ruido inaguantable
Claudio.- ¡HAS ENTENDIDO!
Fidel.- SÍ
Claudio.- Y suénate  la nariz cada poco o el serrín no te dejara respirar
              Después de cuatro horas, el sudor y el polvillo, formaban un amasijo en su cara y brazos, entonces sonó una sirena y las maquinas dejaron de funcionar.
   Todos salieron al patio trasero con sus horteras (algo que él no tenía previsto)
Claudio.- y tú, qué ¿no comes?
Fidel.- yo no sabía
Claudio.-  anda ven con migo
       (Lo llevó junto a un pozo y sacó una errada de agua)
Claudio.- lávate un poco y haz bien de gárgaras
Fidel.- gracias
Claudio.- si no mantienes la boca cerrada mañana no podrás ni hablar.  Cuando termines bienes, que entre todos, algo habrá para que almuerces.
     Don Fernando observaba desde la ventana.
D. Fernando.- bueno parece ser que ha hecho buenas migas el primer día
Fermín.- sí, se le ve con ganas de trabajar
D. Fernando.- intenta que no le gasten muchas bromas, ya no es un chiquillo
Fermín.- ya sabe usted que depende de cómo se las tome, contra peor le sienten, más bromas tendrá soportar
     De nuevo la sirena y otra vez las maquinas en funcionamiento.
           Otras cuatro horas de trabajo y a las seis y media por fin se acababa la jornada. Todos fueron directos  al pozo a asearse.
Paco.- oye majo, ¿Qué tal el primer día?
Fidel.- bien, cansado
Paco.- pos no te queda ná
Fidel.- bueno
Paco.- lo peor es el camino de vuelta, como no has sacado billete esta mañana
          En ese momento se le cayó el alma al suelo.
Claudio.- coño Paco, que aunque sea el primer día, ya es un hombre con barba
Paco.- a ver Fidel, que yo lo decía por gastarte una broma
Fidel.- no, si no pasa nada
Claudio.- ahora en serio. Mañana te traes una buena hortera, una gorra para la cabeza y un cacho trapo con que limpiarte la frente, o con el sudor se te van a poner los ojos como botas
Fidel.- muchas gracias



Carretería,..  Cuenca (España)

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