sábado, 30 de julio de 2016

Paulina y Fidel .- 6



        Paulina, se puso a canturrear junto al fogón
Fidel.- ¿Qué estás friendo?
Paulina.- mi jaca, galopa y corta…  (Seguía con sus canturreos)
Fidel.- pues, que tengo que hablar contigo
Paulina.- la quiero, lo mismito… (A lo suyo)
Fidel.- ¿me has oído?
Paulina.- ¿decías algo? Estaba yo pensando que el próximo día que compre tocino, le voy a decir que tenga menos beta, para fritido queda muy seco
Fidel.- mira resulta
Paulina.- aunque tampoco queda tan mal
Fidel.- ¿pero me estás oyendo?
Paulina.- oye, oye, tranquilito, que nada más llegar, ya venías resoplando. Si no quieres cenar, pues no cenes
Fidel.- me estás poniendo…
Paulina.- perodo, ¿que yo te estoy poniendo? Eso tú, que andas con el baile san vito desde que has llegado.    A mí no me artes ¡eh!
    (Ya había sacado el genio, a ver como hablaba ahora con ella).
   El se levantó y empezó a poner la mesa.
Fidel.- mira paulina, ¿te acuerdas de estos muñecajos en forma de oso?
Paulina.- sí, mú bonicos
Fidel.- pero si ni los has mirado
Paulina.- hago la cena o miro los muñecos
Fidel.- bueno, ya está bien, que mañana por la noche voy a un sitio con don Fernando
Paulina.- vale
Fidel.- te explico
      (Ella sacó los torreznos de la sartén y los tiró a la basura)
Paulina.- me voy a dar una vuelta con el crio por el barrio, aquí hace mucho calor
Fidel.- ya colgó el morro, ¿me dejas que te explique?
Paulina.- esta todo explicado, claro don Fernando es lo primero ¿Cuándo me lo pensabas decir?- ¿el domingo por la mañana?
Fidel.- pero si me he enterado esta tarde
Paulina.- mira, que sí, que me voy a dar una vuelta
Fidel.- a tomar por saco, mira que no se puede hablar con ella, es modorra, modorra, modorra
      …  Don Fernando, había preparado una partida en su casa con unos amigos, él se sacaría unas pesetillas que no le vendrían mal, a cambio, tan solo de vez en cuando, debía de hacerle una seña para indicarle si llevaba jugada para ganar o no.   De las partidas jugadas, había aprendido que cuando una mano es floja, aunque se lleven cartas es mejor perder para dar cuartelillo.
    Cuando paulina volvió, él ya estaba acostado.  Había limpiado los torreznos  y puestos en un plato, pero el estomago lo tenía cerrado, por la mala leche.
Paulina.- a ver si dejamos de roncar, que voy a acostar al niño.
Fidel.- no estoy dormido y sí, pienso ir a la partida, unos duros no vendrán mal
Paulina.- ¿te ha dicho alguien que no vayas? Pero mira lo que pasó de la otra vez a consecuencia de las cartas
Fidel.- estos son amigos de don Fernando
Paulina.- señor, señor;  líbrame de las buenas compañías, que de las malas ya me libro yo solito.     Tú lo has dicho, amigos de don Fernando
Fidel.- bueno vamos a dejarlo
Paulina.- poseso
           Con la luz apagada en la cocina, se sentó en la silla y allí se quedó hasta que vio que estaba bien dormido.
              Por supuesto. De almuerzo al trabajo, aire en la hortera y como es normal,  toda la tarde del sábado, la pasaron sin mediar palabra.
        Ya de noche, se puso la chaqueta nueva y cruzó la puerta. No había llegado al puente, cuando se dio la vuelta y volvió a subir.
Fidel.- mira paulina, si vamos a estar así, no voy
Paulina.- vete, vete, si ya has dicho que sí
Fidel.- pero que da igual
Paulina.- no, no da igual, pero vamos, que podías por lo menos haber preguntado, digo yo
Fidel.- pero si te lo dije ayer, que es cuando me lo dijo
Paulina.- que te vayas, eso haremos los demás
Fidel.- mecagüen… ya no voy
Paulina.- claro, quedas en que sí, y luego no apareces, desde luego
Fidel.-   fuuuuuuu, me voy, dame un beso
Paulina.- deja, deja, que lo mismo te mancho, vete y pásalo bien
Fidel.- eres imposible, tienes la facultad de sacarme de quicio, modorra, modorra, modorra,
      Cinco horas más tarde, volvía a subir aquella cuesta, sin hacer ruido entraba en casa, a oscuras, extendía sobre la mesa los siete billetes marrones, se quitaba los zapatos, colgaba en el respaldo de la silla la chaqueta y entraba en la alcoba.
       De repente, una voz lo sobresaltaba.
Paulina.- qué, ¿ya estás aquí?
Fidel.- joder que susto
Paulina.- ¿ya es hora?- vamos que si llega a pasar algo.
Fidel.- ¿Qué va a pasar?
Paulina.- nada, nada, para ti nunca pasa nada. Hasta mañana
Fidel.- he dejado en la mesa setecientas pesetas, para que el lunes le compres ropa al crío y algo para ti
Paulina.- si, si, ahora nos acordamos del crío
Fidel.- anda, no me vas a dar un beso
Paulina.- eres más pesado, venga dame un beso y a dormir
       Los billetes, habían calmado un poco el enfado.
           Ni sería la última partida, ni el último morro, bien sabía ella que los favores se pagan.  Estos al menos servían para algo.

      La vida trascurría con normalidad, el pequeño Elías, cumplía dos años, por fin podían permitirse el lujo de poner un pequeño banquete para los vecinos y amigos, como agradecimiento por toda la ayuda prestada.     En la calle,   unos tableros como mesa larga.      Sobre ellos jarras de limonada, unos platos de patatas fritas,  cacahueses y garbanzos torraos,  y luego unos buñuelos de viento como final.
    Allí se presentaron los amigos del mercado y los compañeros de la fábrica.    Junto al vecindario, estuvieron hasta altas horas cantando y bailando.   Que felicidad.

            Una nueva barriada de casas se estaba construyendo para gente humilde a las afueras de la ciudad, se apuntaron a la lista, por fin tendrían su casa, el sueño de muchos trabajadores.
       La mañana del día quince de Junio, mientras se dirigía a coger el autobús, iba echando cuentas de los pagos que debía realizar.
 Ese día, al salir del trabajo, cobraría la paga quincenal y entre eso y los pocos ahorrillos, podría dar la dichosa fianza, para entrar en el sorteo.
      Al llegar a la iglesia, había mucho alboroto en el ambiente, al puente se aproximaba una gran muchedumbre, encabezada por sus compañeros de trabajo, todos gritaban, ASESINO, ASESINO.
     Un coche de la policía paró junto a él, lo esposaron y metieron de un empujón dentro. Esa mañana los policías le habían salvado de un linchamiento seguro.






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