lunes, 10 de octubre de 2016

CAP.- 1º--- La gruta del musgo ---



Oculta por la densa vegetación, una abertura en la roca.
La vieja puerta entreabierta que esperaba a ser traspasada por la curiosidad de alguna criatura.     Tras ella, una larga escalinata rodeaba un pozo sin fondo y en la oscuridad.
 Los ecos del silencio, parecían crear una melodía jamás antes escuchada por el oído humano.
      Los peldaños estaban resbaladizos…
Aloys.- Cuidado 
Blazh.- no se ve nada
Aloys.- arrímate a la pared, la barandilla está medio rota
Blazh.- y si nos damos la vuelta,  me da miedo
Aloys.- nada va a pasar, tenemos que descubrir que son esos ruidos
Blazh.- qué asco, está mojada y pegajosa
Aloys.-  es de la humedad
Blazh.- ¿por qué no enciendes ya la linterna?
Aloys.- no, espera a que lleguemos más abajo, hay que reservar las pilas
Blazh.- nos deberíamos dar la vuelta
Aloys.- te dije que no vinieras
Blazh.- llevo contados ya cuarenta y cinco escalones, y hace frio
Aloys.- que pesada, no vuelves a venir con migo a ningún sitio
Blazh.- vale, pero vámonos
Aloys.- espera, espera, ya no hay más escalones
Blazh.- menos mal, vamos, enciende
Aloys.- no funciona, no funciona
Blazh.- déjalo, vámonos
Aloys.- espera, lo intento otra vez
Blazh.- ¡ay!, algo me tocó la pierna
Aloys.- pesada, nada que no va
Blazh.- ¿qué es eso?
   Dos lucecitas verdes, se encendían y apagaban a escasos metros de ellos.
Aloys.- atrás,  o te daré con la linterna
     Un chirrido de bisagras, un estruendo, luego el silencio de la oscuridad.
Blazh.- corre, salgamos de aquí
     Subieron la larga escalera rápidamente, para encontrarse con una puerta cerrada imposible de abrir.   Ni un pequeño hilo de luz entraba por su contorno, como si la hubieran cegado, cubriéndola con piedras por la parte exterior.
Blazh.- ¿Qué pasa?, ¿por qué no se abre?
Aloys.- tranquila, tranquila, no llores, te sacaré de aquí
     Se oyó un chasquido.     Como por arte de magia, se fueron encendiendo una a una las antorchas que estaban situadas en las paredes de aquella grandiosa gruta, para culminar con el encendido de una gran lámpara llena de cirios que colgaba del techo.
     En aquel sitio solo quedaba en pie la escalera de piedra. El suelo estaba cubierto por varias columnas derruidas, amontonadas como amasijo de escombros.      Del techo desquebrajado, brotaban chorros de agua que se deslizaban por las paredes llenas de musgo amarillento por la escasez de luz solar.
Aloys.-  ayúdame, intentaremos quitar los clavos de las bisagras, busca algo que sea puntiagudo y una piedra para golpear.
Blazh.- qué asco, una rata peluda
Kazimir.- ¿asco? Tú sí que das asco, jamás podréis salir de aquí.
   (Un murciélago se aproximo volando para reñir a la rata)
Noll.- déjalos en paz, Tú has sido quien los ha encerrado
Kazimir.- estoy harta de comer musgo
Didacus.- ¡basta ya!
            La grave voz, salía de uno de los pasadizos y al momento un anciano vestido con ropajes de otra época, pelo amarillento y barba a modo de bufanda, se presentaba ante sus ojos
Didacus.- ¿Quién os ha mandado venir a la gruta?
     Una libélula azulada con voz tierna, revoloteaba por las inmediaciones de la lámpara.
Rohesia.- no hagáis caso del viejo, lleva demasiado tiempo en el mismo cuerpo y se le va la olla.
Larkin.- a ti sí que se te va la olla, desde que te convertiste en libélula te crees la más bella.
Rohesia.- más que tú fijo, que asco vivir en el cuerpo de una lombriz
   Con sus botas bien calzadas, vestido de verde, con sus manos en el cinturón y el gorro bien calado hasta las orejas, apareció junto a ellos un pequeño duende.
Hopkin.- silencio todos u os convierto en sapos llenos de granos pestilentes.
Blazh.- nosotros no hemos hablado
Aloys.- perdón señor, no queríamos…
Hopkin.- silencio, de vosotros depende, seguir con ese aspecto o no.     Ya que hemos de vivir juntos, bajar, os enseñaremos la gruta.
Blazh.- ¡no! Yo me quiero ir a mi casa
Hopkin.- nadie os mando venir y nadie os vendrá a buscar
Aloys.-  déjela marchar señor, me quedaré aquí y trabajaré por los dos
Hopkin.- trabajar, trabajar, aquí no hay que trabajar, solo hay que dejar pasar el tiempo
Aloys.- ¿dejar pasar el tiempo para qué?
Kazimir.- para que alguno de vosotros muera y tener algo que comer aparte de ese maldito musgo
Hopkin.- ¡silencio!
  Bajaron las escaleras lentamente, con luz, daba mucho más miedo, descender por aquellos húmedos escalones, viendo la barandilla de madera carcomida en los pocos sitios donde aún quedaba en pie algún balaustre que sujetaba un cacho de pasamanos.
  Por un pasadizo, accedieron a un habitáculo que estaba recubierto extrañamente por hojas secas.    El suelo parecía estar cubierto de escamas, estaba caliente y  rítmicamente  se movía arriba y abajo.
Hopkin.- Ssss… aquí es mejor entrar pisando despacio y no alzar la voz
     De repente, Kazimir, se puso a saltar y a dar chillidos entre escandalosas carcajadas.
   El suelo comenzó a moverse espasmódicamente, en la pared de enfrente, se abrieron unos orificios y por ellos comenzó a salir una brisa vaporizada con un fuerte olor a azufre.
   Todos corrieron a refugiarse entre las columnas derruidas.
Hopkin.- eres una irresponsable incorregible.
Con su dedo índice, señaló a Kazimir.  Esta salió despedida, hasta chocar contra la pared.
    Con el pelo de su lomo erizado, ante la impotencia de no poderse enfrentar a Hopkin, se escondió entre los cascotes de los escombros murmurando blasfemias hacia todos.
Blazh.- ¿Qué es eso que hay ahí dentro?
Didacus.- es Demelza,  una cría de dragón, que permanece dormida casi todo el tiempo
Larkin.- sí, y será mejor que no despierte, cada vez que esto ocurre, causa algún destrozo
Noll.- no es mala, pero muy juguetona y demasiado grande
Rohesia.- pero es más mona, tiene una cara más rica
Aloys.- bueno entonces será mejor que no despierte
Hopkin.- perece que está tranquila, sigamos.
    Otro pasadizo (este lleno de humedad) conducía hasta una pequeña cueva, en ella, una tumba rectangular se alzaba en el centro.
Hopkin.- este es un lugar donde está enterrado el cuerpo de Dubracko, nuestro general. Solo el gran día en que su alma decida volver, se abrirá la tapa del sarcófago y él en persona nos devolverá nuestras armaduras.
Aloys.- ¿vuestras armaduras?
Noll.- sí, somos soldados
Blazh.- ¿soldados? Pero si eres un murciélago
Hopkin.- no seas insolente, en los territorios de Slavko, cualquier incumplimiento de las normas, tiene un ejemplar castigo, ¿y tú quieres seguir siendo una niña verdad?
Aloys.-  ¿y dónde está ese territorio?
Didacus.- el territorio de Slavko, se extiende a todo lo la vista puede divisar y más allá del infinito.   Es el señor a quien nadie ve y todo lo observa, quien rige el destino de los elementos, cuidador de animales y plantas, quien da y quita la vida según su criterio.
Blazh.- o sea, como un dios
Rohesia.- uy, uy, uy, esta niña se quiere convertir en rana
Blazh.- ¿pero qué he dicho ahora?
Kazimir.- conviértela mejor en cerdo y así cuando muera comeremos sus entrañas
Hopkin.- ¡silencio rata! A ti te debería haber convertido en víbora y aún así tendrías la lengua menos suelta.
Didacus.- los dioses como tú dices, son aquellas aureolas, que cumpliendo sus designios,  imparten conocimientos a los generales de sus ejércitos, en la misión de hacer cumplir las esenciales leyes de la naturaleza.
Hopkin.- bien hablado Didacus, y tú pequeñaja ¿lo has entendido?
Blazh.- ¿Qué tengo que responder? Que sí o que no






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