domingo, 23 de octubre de 2016

CAP.- 6º--- La gruta del musgo ---




    Camino de regreso, iba creando una estructura de celdas hexagonales en su mente, un panal en el que ir ordenando las distintas precisiones y las opciones circunstanciales.

Dulce.- hola mami, ¿te apetece que hablemos un rato?
Madre.- claro, ¿no te subes a leer?
Dulce.- no, hoy estoy plof
Madre.- ¿y eso?
Dulce.- no sé, dice el señor de la librería que pensar es muy cansado
Madre.- yo no sé que tendrá de especial para ti ese libro, pero la verdad, yo creo que es un coñazo
Dulce.- el principio es muy simple, pero más adelante, espero se ponga emocionante
Madre.- bueno, si tú lo dices, pero para el primer libro al que le prestas atención, podrías haber buscado algo más ameno y sobre todo mejor escrito
Dulce.- ah, yo no lo veo mal escrito
Madre.- por favor, son malos hasta los dibujos
Dulce.- a ver, buenos no son, pero son simpáticos
Madre.- ¿Tú me estás vacilando?
Dulce.- no, porqué
Madre.- por nada, por nada
Dulce.- ¿qué vamos a cenar hoy?
Madre.- pues no sé
Dulce.- ¿inventamos algo entre las dos?
Madre.- vale, hoy menú especial

         Abrieron la nevera y se pusieron manos a la obra.
    Dos horas de risas les aguardaban, dos horas en las que contarse cosas que incluso llegaban a sonrojarlas.
      Los recuerdos y vivencias de la madre cuando tenía su misma edad, coincidían con las inquietudes y amoríos que ella ahora experimentaba.    Tiempos tan distintos, pero con semejantes sensaciones.

     Esa noche se acostó tranquila, al día siguiente era sábado y no tenía que madrugar.       A las siete y media, sintió algo que la despertó.     Estaba tumbada boca arriba y sobre ella, en su abdomen estaba ese libro.   ¿Quién lo habría puesto allí?
      (Ya no tenía sueño, así que comenzó a leer).

     Slavko, miró su mano y seccionó otro de sus dedos. A este decidió moldearlo con silueta robusta, lo dotó de rostro y aspecto similar a aquellos seres a los que debía de adoctrinar.
       Menghormati, tú, serás el encargado de implantar el respeto por la vida, evitaras las matanzas, ningún acto de violencia será justificado, ni siquiera en tú nombre, el de mis gestores o el mío propio.
               Para esto que te encomiendo, se deberá usar la persuasión y el convencimiento, no usando jamás la fuerza.

     Menghormati, observo el proceder de aquellos que se denominaban humanos.  Entre todos ellos, el de mayor liderazgo, era un hombre al que llamaban Dubracko.  Su fuerza y manejo de las armas, le hacía ser temido por sus adversarios.    Por donde su ejército pasaba, tan solo la muerte quedaba como testigo.

    En la oscuridad de la noche, se introdujo en sus sueños y le habló;
          ¿Te extrañará mi aspecto blando y radiante, acostumbrado a las vestiduras cubiertas de sangre reseca?         A partir de hoy, deberás abandonar las armas que solo ocasionan destrucción, horror y muerte.
   Tú, Dubracko, serás mi general. Buscarás a un representante, hombre o mujer, en cada uno de los otros seis pueblos y  junto a ellos formareis  mi ejército.   Vestiréis armadura austera e impoluta, series reconocidos allá donde piséis y luchareis contra el poder y la tiranía, desde el lugar en que se encuentran de los afligidos.
                                       (Dubracko, despertó sobresaltado).
      .--- Espera no te vayas, si abandono las armas…, con que lucharé.
          .------  Con la palabra Dubracko, solo, con la palabra.
  A la mañana siguiente, en el centro del campamento, se despojó de su coraza, clavo la espada en el suelo, sobre ella colgó su casco y apoyo el escudo, vistió túnica blanca y  habló con su pueblo de aquel sueño. 
         Sus soldados no daban crédito, lo tacharon de loco.      Uno de sus capitanes, desenfundó su espada y puso el extremo punzante junto su pecho.   Dubracko quedó quieto.
          .--- si es tu deseo, hazlo.
Tras  burlarse de su irreconocible aptitud desoyendo sus consejos, todos le volvieron la espalda repudiándolo.       Dubracko, se alejó caminando despacio. 
           .--- recordad mis palabras, porque la palabra doblegara vuestras espadas.

             Recorrió los caminos, buscando a aquellos que deberían formar parte de su nuevo ejército.
         Paró a descansar junto a un arroyo.    Una persona harapienta se le acercó, introdujo un tazón de barro en las claras aguas y le ofreció de beber.  Así fue como Hopkin,  pequeño de estatura pero grande de corazón, siguió sus pasos.

     Subieron a una cima, para desde allí ver donde se deberían dirigir.
      Una mujer repudiada por su pueblo, vivía en una cueva, donde les invitó a pasar la noche y resguardarse de las inclemencias del tiempo.
      También Kazimir, se unió a ellos.

             Un pequeño rebaño de cabras pastaba en un valle.
  Los tres las miraban ambicionando su carne, pero distraían el hambre comiendo las hojas verdes de una planta que se hallaba a su lado.   Un joven pastorcillo les ofreció leche recién ordeñada.
              Al caer la tarde, Noll, decidió acompañarlos.

                     En medio de las arenas de un desierto, bajo un sol tirano, se estaba levantando un gran palacio.      Los hombres eran tratados como bestias.    Tan solo uno de ellos tuvo el valor de sentarse a escuchar sus palabras, aunque por ello sintiese el látigo en su espalda.   
                Didacus, dejó de tallar la piedra, para cincelar su mente.

       De un agujero hecho en la tierra, extraían el hierro, con que forjar y templar las armas que Dubracko, había abandonado.
             Después de oír su propósito, Larkin, el experto que más metales había proporcionado a su pueblo, miro sus manos y las vio teñidas de sangre, sin haber nunca empuñado un arma.

     Se adentraron en un bosque lleno de frutos silvestres.
                       Allí una joven, paseaba acompañada por su sequito. 
          Al verlos, les preguntó quienes eran. Ellos respondieron sin dirigir la vista a su rostro, ante el temor de ser ajusticiados por el rey.
            La bella princesa Rohesia, despojó sus largos cabellos de aquella corona dorada y se arrodillo frente a Dubracko y sus acompañantes, ofreciéndoles obediencia.


Madre.- ¿Qué haces ya despierta? Si hoy es sábado
Dulce.- nada, leyendo
Madre.- y ¿Qué tal?
Dulce.- bien, parece que se pone interesante esto
Madre.- me alegro, ¿te apetece que desayunemos juntas?
Dulce.- vale y preparamos tostadas, para estos zánganos
Madre.- está bien.
Dulce.- mami, ¿qué tal un toque de pimienta en las suyas?
Madre.- mira que siempre tienes que estar liándola
Dulce.- que no, que era broma
Madre.- chicos… a desayunar

     Esa mañana, la mesa de la cocina se vio engalanada con el mantel floreado de ocasiones especiales. Sobre los platos, unas hermosas tostadas untadas con mantequilla, a las que Dulce había puesto ojos y sonrisa de mermelada.

Luis.- umm que bien huele
Padre.- gracias a las dos por este regalo, un besito
Dulce.- quita pesado
Padre.- pero que arisca eres
Luis.- que va, para nada
Padre.-  estoy recordando que hace mucho que no salimos juntos al campo.  Esta tarde podíamos ir a dar un paseo y al volver parar a cenar en algún sitio como hacíamos antes.
Dulce.- a mí me parece bien
Madre.- mira, preparo una tortilla y unos pimientos fritos y pasamos el día en el monte
Luis.- yo es que tengo que estudiar
Padre.- tú tienes para estudiar todo el domingo. Coño, que nos dé un poco el aire, que vamos a criar polillas

   Dicho y hecho. La Madre preparó la comida, el Padre una mochila, se calzaron las botas y salieron a patear el cerro.
      Sí que hacía tiempo, pero en aquel lugar, casi nada había cambiado.   Al pasar por delante de donde se encontraba la gruta, todos enmudecieron.
   Los padres recordaban aquella mañana, la impotencia al verlos sin respiración y la alegría de recuperarlos con vida.
        Luis, agachó la cabeza, cantidad de imágenes se le iban agolpando en su mente.        Cogió unas cuantas piedras del suelo e intentó eludir su responsabilidad tirándolas a la copa de un árbol, esperando que algún pájaro saliese de volando de entre sus ramas.  
          Al final, la jornada mereció la pena, un día de risas y bromas inolvidable.
 Después de unas pizzas y un helado, estaban desfallecidos, llegaron a casa y directos a la cama.

     Esa noche, Luis soñó con todo aquello que se negaba a recordar.
      Dulce, soñó con un señor de túnica blanca y una estrella de siete puntas en el pecho.       Se levanto pensando en que querría decir aquella estrella, pero pronto lo entendería.


Una vez estaban representados los siete pueblos, Dubracko, volvió a percibir la presencia de Menghormati:
           Has completado aquello primero que te encomendé, ahora que estáis unidos os dispersareis por distintos caminos, haciendo llegar a todos estas enseñanzas.
         En vuestra lucha, la espada será la palabra, el escudo una estrella de siete puntas grabada a fuego en el pecho, vuestra bandera la túnica blanca y vuestro grito PAZ.
    Respetareis la vida sobre todas las cosas, aun en los momentos en que esté en juego la vuestra y si llegaseis a perderla, otro escogido portará vuestra espada, escudo, bandera y grito, hasta el fin de sus días.

      Al amanecer, cada uno cogió una dirección distinta. Se encontrarían de nuevo en aquel mismo lugar cuando las nubes cubriesen los campos de nieve, diez veces.
    
  
     Dulce, volvió a leer este pasaje varias veces. 
          Cómo podía ser que supiese lo de la estrella antes de haberlo leído.
    Los nombres extraños de aquellos personajes empezaban a resultarle familiares y sin embargo, nunca antes los había oído.
    Fue a la habitación de al lado, donde su hermano estaba aún dormido.

Dulce.- Luis, Luis,
Luis.- ¿qué quieres? Déjame dormir
Dulce.- despierta ceporro, te tengo que hacer una pregunta
Luis.- luego, más tarde
Dulce.- más tarde no, ahora
Luis.- a ver ¿qué quieres?
Dulce.- ¿a ti te suenan de algo estos nombres?
Luis.- ¿Cuáles?
Dulce.- Dubracko, Hopkin, Didacus, Kazimir…
Luis.- no, no me suenan de nada, ¿de dónde ha sacado esos nombres?
Dulce.- son algunos de los personajes del libro
Luis.- ¿de qué libro?
Dulce.- del que estoy leyendo
Luis.- ese libro es una bobada. Estás perdiendo el tiempo
Dulce.- pues está muy bien
    (Luis se levanto enfadado y la cogió por los hombros)
Dulce.- ay, que me haces daño
Luis.- te he dicho que lo dejes de leer, que lo tires, a mi no me vuelvas a decir nada de esos nombres. O lo tiras o te lo quemo

       Dulce se fue llorando a su habitación, jamás había visto tan enfurecido a su hermano, por un momento pensó que le iba incluso a pegar.
     Metió el libro bajo el colchón con la intención de hacer caso a su hermano y el lunes devolverlo a la librería, ella no podía entender el porqué, pero para ponerse así Luis, debía tener una razón de mucho peso.   Esperaría unos días para pedirle que se lo explicase.

     Pasaron el día sin cruzarse la mirada, ni siquiera a la hora de la comida o la cena.   Bueno había pasado el domingo.




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