jueves, 8 de junio de 2017

Alas de Mariposa


Lastima que la fantasía, sea solo eso.... fantasía.
 y que detrás de cada sueño, siempre exista un despertar.


        Sentado, con su frente apoyada en su mano, el codo en la mesa y en ella un folio en blanco, el principiante en el  arte de la escritura, dormitaba su aburrimiento.
     Comenzó a escribir una frase.  Palabras hilvanadas de cualquier manera, con el fin de dar pie a alguna idea sugerente.   La falta de emotividad, es mala campañilla con la que reclamar la presencia de las musas.
     Una, dos, tres frases sin sentido.    El lapicero, bostezando, plasmó sobre ellas unos trazos cargados de apatía.
   Sus pupilas se deslizaban entre la niebla y las pestañas, luchaban contra la gravedad.
       El lápiz se desprendía de sus dedos y su respiración comenzaba a entonar melodías angelicales, dejando volar sus pasos  a los mundos de la inconsciencia.
   Una niña corría a su lado intentando avisarle con voz sorprendida: 
.- papá, papá, mira, el lapicero se mueve solo. Se mueve solo.
          Aquellas líneas desordenadas, se convirtieron en una linda mariposa y al escapar por la ventana, sus alas se llenaron de color.
      La mariposa voló alto, hasta meterse en la cabaña del árbol.   La niña corrió tras ella sobre el césped del jardín, se encaramó escala arriba y entró en la cabaña.
  La brisa provocada por las alas, daban movimiento a una cuartilla de papel de celofán.    Junto a ella bailaban las pinturas de colores y al momento, ¡Chas! Gran cantidad de teclas negras y blancas, caían sobre la mesa y revoloteando se iban colocando en orden y alineadas entre sí.       La mariposa empujó la espalda de la chiquilla.

.- ay, déjame
     .- pon los dedos en las teclas y ellas los guiarán  por el camino correcto
.- ¿quién habla? ¿quién eres?
     .- soy yo, tras quien corriste hasta aquí
.- me gustabas. Pero ahora me da miedo
      .- ¿miedo? ¿de qué?
.- no sé.  Nunca había oído hablar a una mariposa
      .- Ah, claro… es que yo no soy una mariposa normal, yo soy la musa
.-  ¿La qué?
    .- vamos, acerca las manos al teclado.

        La niña estiró sus brazos temblorosos.  Un cosquilleo que nacía en la nuca, se deslizó por sus hombros hasta la punta de los dedos y las teclas al ver que sus manos se acercaban comenzaron a moverse alegremente.

.-  venga, sin miedo, pon tus dedos sobre ellas. Están esperando.
     
      Al roce de sus yemas, algo parecía empujar en la uña del dedo índice hacia abajo.
    Se produjo un sonido de color celestial y el resto de dedos comenzaron a moverse automáticamente.
    A cada tecla pulsada, con cada sonido, un pétalo de flor entraba por la ventana y el aire se llenaba de dulces aromas que al ser aspirados, envolvían el cuerpo de la niña en una burbuja que levitaba libremente al compás de la tierna melodía.
   
      El padre despertó. El lapicero estaba caído en el suelo. El folio totalmente en blanco y la silla que siempre estaba a  su lado vacía.     No podía ser.      Su niña, ¿dónde estaba su niña?
    ¿Estaría soñando?  Frotó sus ojos con fuerza y se pellizcó para comprobar que no era un sueño.   Se puso en pie, pero donde mirar.  Como usar la lógica en algo tan ilógico.
       Busco por toda la casa, bajo las camas, en los armarios, detrás del televisor, incluso llegó a quitar la tapa, para mirar dentro del piano. 
      Los nervios atenazaban sus músculos, el corazón se le salía del pecho, la respiración se hacía más pesada.      Tenía que oxigenar su cerebro e intentar entender o al menos intentarlo.
    
    Salió al jardín e hincó las rodillas en la hierba alzando la mirada al cielo.  Sus pupilas quedaron clavadas en la cabaña del árbol.  Era imposible, pero…  todo era imposible.
        Algo desconocido, la falta de cordura le incitó a subir.  Allí estaba su niña, dormida sobre aquella hamaca atada a las vigas del techo hace tantos años y jamás utilizada.
   Se abalanzó sobre ella, la abrazó y lloro hasta la extenuación.     Luego la cogió en sus brazos y como pudo, bajo de nuevo la escalinata.          (Su niña seguía dormida, con la cabecita apoyada en su hombro, el pecho contra su pecho y las piernas colgando).
                Aflojó las rótulas y dejó caer su cuerpo boca arriba en el césped, sirviendo de colchón al aura de aquella ninfa.

     La tarde caía, al ocultarse el sol, comenzaba a hacer fresquito.   Dejó un momento tumbada a la niña en el suelo para incorporarse y jugando como siempre, la cogió y zarandeó para llevarla de vuelta a su silla. 
        Con ella allí sentada, la casa volvía a iluminarse con su gran sonrisa. La experiencia más hermosa jamás vivida, debería quedar como un secreto.      Nadie jamás creería lo sucedido.

     En los ratos libres, día tras día, noche tras noche, juntos estaban frente al ordenador o en el piano, inventando fábulas melodiosas que trasmitiesen felicidad.    Pero a papá, le faltaban las fuerzas.       La fiera garra de la vida, incrementaba su peso con un nuevo zarpazo en cada amanecer.  Aquellos poemas y sus melodías, abrazaban los tonos grises y ella, no sabía cómo solucionarlo.

       Había pasado tanto tiempo, que el polvo había tupido los colores de aquella grácil mariposa.  La musa se había cansado de esperar y las alas negras sobrevolaban cada palabra, cada nota, cada sentir.

           El padre, miraba el pentagrama, sin saber que poner en él.  Tras mirar a su niña, volteó la cara, para no mostrar sus sollozantes ojos.  Callado, Inmerso en la miseria de la desolación,  la luz de la esperanza se perdía en el horizonte y la parca, abrazaba su alma soñadora, sumiéndola en la profundidad del caos.

       Aquél cuerpecito inmóvil, el de ella, desde su silla, fue estirando los brazos hasta llegar al teclado.   Sus dedos comenzaron a moverse y de las teclas, brotaron de nuevo pétalos de mil colores.  La dulce melodía lo envolvió haciéndole volar a través de los tiempos y el arco iris de la felicidad, volvió a travesar su pecho.

     Volvió de nuevo la cara.    Una gran sonrisa ocupaba todo el rostro de su niña y sobre su pecho, con forma de grandes alas de mariposa, un papel pautado donde habitaba una melodía.    
     Las notas  más bellas  jamás escritas.








2 comentarios:

  1. Triste, Carlos, mucho, pero hermosísimo!!

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  2. Lo hermoso de la fantasía no tiene límites de expresión, aunque pienso que tu niña es real, y es ella la mariposa que te hizo sonreír y soñar. Hermosa amigo tu quimera.

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