sábado, 8 de julio de 2017

Defraudados "13"




     Una avanzadilla, se acercó a la isla. Poco después, los otros tres botes  que quedaban colgados, tocaron agua para dirigirse a tierra.
      Samuel parecía el príncipe de Bahamas.    En parte orgulloso y por otra parte avergonzado de vestir ropas distintas a los demás.
        Tras bordear a la isla, en el punto opuesto de donde siempre el barco quedaba anclado, una gran pasarela de madera servía como amarradero.  El bullicio en las calles de aquel poblado era agobiante.     Cada dos chabolas un local con las puertas abiertas de par en par, dentro la gente voceaba empapada en alcohol. Se podía sentir la violencia contenida.
       .- vamos aligera el paso, en esta calle es mejor no parar demasiado.
              Llegaron a un tugurio que permanecía con las puertas cerradas.     Al abrirlas se encontraron con un local engalanado con guirnaldas y adornado por varias señoritas tras  la barra. 
      Una mesa alargada estaba llena de tablas de cortar, acompañadas de tenedores y afilados cuchillos.    Las jarras de barro llenas de vino se alineaban en el centro y un persistente olor a carne a la  barbacoa hacía que todos se sentasen en aquellos bancos corridos.
       Los filetones de tamaño considerable empezaron a desfilar.  Las bocas callaron, dando buena cuenta de la carne y el vino.
         Al fondo comenzaron a sonar las notas de un piano desafinado.      Las jarras de alzaban en un brindis por la mejor tripulación y las gargantas entonaban canciones referidas a los brabucones del mar.
           Las jarras de cerveza fría llenaban la barra.   Ellos bebían, bailaban, cantaban, pero de manera anómala a lo que en ese lugar estaban acostumbrados.
       Entre aquellos hombres no había diferencia de grado ni superioridades.  No había conflictos ni rivalidades, era como si todos fueran uno y cada uno velase por todos.
                 Grandes trozos de tarta de chocolate fueron apareciendo en bandejas tras las cortinas hechas  de cuerda y chapetas de refrescos.  Con la barriga llena, nada mejor que hacer que embadurnarse con juegos, igual que si fueran niños.
           La voz bronca de Guzmán  se alzo con fuerza dejando a todos quietos como estatuas.
      .- A quien se le ocurra manchar el traje nuevo  del resucitado, lo veo colgado del mástil mayor.  
    Las señoritas cruzaron sus miradas sin dar crédito a que ninguno pusiese reparo a tal advertencia.  Seguían con sus risas. Tantos hombres con pinta de tiburones de mar y a ninguno se le había ocurrido pronunciar una palabra ofensiva o discriminatoria hacia ellas.
     Por primera vez en su vida, las mujeres más deseadas y mejor pagadas de la isla por sus servicios, estaban de brazos cruzados, viendo como los marineros  estaban pasándoselo a lo grande.
       .- vamos chicas, fuera de la barra, - gritó la más mayor –
      Se fue directamente al lado de Samuel.
    .- a ver mi príncipe ¿te importaría bailar conmigo?
.- me encantaría
   .- ¡pianista! Algo de arrimarse
         Las carcajadas hicieron corro y de las teclas surgió un bolero que bailar amarraditos  unas con unos y otros con otros, según la persona que tenían más cercana.






No hay comentarios:

Publicar un comentario