lunes, 30 de octubre de 2017

Olvidado



     Hoy día de los difuntos,
las puertas están abiertas
los mármoles relucientes
adornados con sus flores,
y unas velas iluminan
las placas metalizadas
donde se escriben los nombres.
     Los angelitos y cruces
haciendo de cabecera
y a los pies, la nada.
   El cemento desgastado
por quien se para a mirar,
o por los zapatos quietos
de ese que una vez al año
allí se para a rezar.

     Mirando hacia la derecha
amasijo de ladrillo
oculta la antigua tapia
lleno de huecos vacíos.
   A la izquierda los cipreses
dispuestos en procesión
y al fondo un estercolero
en un sombrío rincón.
   Un montoncito de graba
donde ni la hierba crece,
allí descansa un mendigo
sin ángeles, cruz, ni nombre.
    Sin nadie que lo recuerde,
nadie que le ponga flores.
   Nadie que vaya a rezarle
aunque sea una vez al año.
   Nadie va, ni a maldecirlo
pues a nadie le hizo daño.

       Arrodillado en la tierra
alzo la mirada al cielo
por alguien que conocí,
para rezar por el alma
del que creo que está allí.
    El que dormía en un banco
cuando yo era solo un crío.
    El que escribía poemas
que después hacía barquitos
para lanzarlos al río.
    Ese que hoy he recordado,
ese apellidado olvido.

Hasta la próxima vez.
    Dormida bajo la tierra
descansa alma de mendigo,
que ya empieza a anochecer
y afuera, va haciendo frío.







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