viernes, 11 de mayo de 2018

En Busca de ...


Pensada de la tarde del jueves


En busca de …


     Cabizbajo, salió con dirección a la montaña.
    Tras horas de escalar por terrenos escarpados llegó a la cima.   Miró a su alrededor, alzó sus brazos y rebuscó en las nubes,  levantó su mirada al cielo y lo escudriñó palmo a palmo, pero no estaba allí.  Así que cabizbajo, volvió a bajar la empinada pendiente.

          Llegó al pueblo y antes de entrar en casa, decidió bajar al valle. Tal vez, nada se perdía por intentarlo.
          Siguió el camino de arena hasta llegar al pequeño puente.       Luego recorrió las dos orillas,  se arrodilló para ver el reflejo de su rostro en el agua clara del río.
      Agudizó su mirada para poder ver lo que había en el fondo.    Piedrecitas bajo la corriente en la que nadaban unos pececillos comiendo verdín.         Pero allí tampoco estaba.

     Junto al tronco de un árbol, aprovechando la sombra que le brindaba se sentó a descansar.       Una roja fruta madura, como por casualidad cayó a su lado.  La abrió hincando sus pulgares en la pulpa hasta llegar al hueso.
     Sí, su ingesta le refrescó, pero en su interior tampoco encontró lo que buscaba.

     Cabizbajo, sí seguía cabizbajo cuando regresó a casa.
   Estaba a punto de atardecer. 
     Abrió las contraventanas del comedor para que entrase algo de la poca luz que restaba del día.

 Una pelota propinó un gran golpe al cristal haciéndolo añicos.    Malhumorado fijó si vista en el exterior.
         Allí la cara de dos niños perdía la sonrisa al verlo, se quedaron asustados, tanto que no eran capaces ni de dar un paso, para salir corriendo.

       Aquel viejo gruñón, ogro durante tantos años, saltó por la ventana al patio con la pelota en su mano y la lanzó con todas sus fuerzas contra otro cristal.   Cuando este cayó al suelo hecho pedazos tras el estruendo provocado por el golpe, el viejo junto a los dos niños soltaron una gran carcajada al unísono.

Por fin, allí estaba lo que había olvidado hacía ya tantos años, la trastada que aquellos niños, le habían devuelto la sonrisa.










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