Pensada de miércoles.
Paseando por el camino serpenteante que llega
hasta la cima del cerro, se podía sentir en cada inspiración el aroma a tomillo
que me trasladaba a los años de infancia hoy tan lejanos, pero siempre
presentes en la añoranza del recuerdo.
En un zopetero donde el sol caía de plano,
unas aliagas en flor llamaban mi atención.
Paré de caminar y me agache junto a ellas a observarlas de cerca e
intentar escuchar el sonido del canto de sus espinas.
Un minúsculo crujir de hojas secas, llevó mi
mirada hasta el suelo. Allí un gran
lagarto verdoso permanecía expectante con su cuerpo aplanado y la cabeza
erguida.
No sin algo de temor, acerque mi mano
pensando que saldría corriendo, pero con la precaución debida, no fuera a ser
que sus dientes hicieran presa en mis dedos. Ni se inmutó. La duda de si acercar más la
mano o no me llevó unos segundos. – Mejor
lo dejo en paz- pero seguí allí en
cuclillas observándolo.
Pasados unos minutos de pronto
volvió su cabeza hacia mí y me miró
amenazante. Entonces sorprendido pude oír
su voz:
.- ¿no has visto ya todo lo que tenias que ver? Pues levanta y marcha de
una puñetera vez, que me estás
espantando las moscas.
Vamos… Observa, analiza y
aprende, Pero no molestes.
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