Debemos de entender que no estamos en Europa, tampoco en la unión europea, NO, formamos parte de la comunidad ECONOMICA europea, que no es lo mismo; en esa palabra reseñada en mayúsculas está el meollo de la cuestión.
En ese foro nos advierten que debemos de hacer los deberes, que nuestro examen tiene una nota insuficiente para pasar de curso y nos culpan como alumno del resultado del mismo.
Las orejas de burro reposan sobre nuestras cabezas, gracias a los prestigiosos profesores y tutores que nos han guiado en nuestros proyectos y animado con perspectivas de un aragüeño futuro.
Saca pecho para imponernos una cifra de déficit, aquel que hace poquito, se pasaban sus cifras por el FORRO, pero claro quién se atreve a decirle nada al director del instituto.
No podía faltar, el aspirante a nada, el segundón de siempre, que a la sombra del fuerte, solo sabe esperar un tropiezo que no ocurre, arrimándose todo lo que puede para salir en la foto y poder decir que manda algo.
A su lado, en la trastienda, como siempre el pelota de la clase, ese que además de no haber hecho nunca los deberes, ahora está con la soga al cuello, regido por un tecnócrata, tras tener que salir el líder de los guapos por la puerta de atrás, pero demasiado importante como para ponerlo en boca de nadie.
Los alumnos del norte, son los enchufados, no hay quien se preocupe de sus notas y del sur solo quedan tres, dos ya están repitiendo curso de por vida y el tercero en disputa (nosotros) sigue creyéndose que es una superpotencia.
Analicemos pues el elenco que componía el resto del claustro, los que evaden cualquier responsabilidad y nunca fueron examinados para obtener ese cargo; esos que ahora nos rebajan la calificación y nos suben la prima de riesgo, los mismos que pronosticaban una subida anual del 3% durante toda la primera década el siglo XXI; esos que un año antes de la caída de los grandes bancos, incitaban a los inversores a comprar bonos respaldados por hipotecas basura; los que ponían a nuestras cajas de ahorro como ejemplo de eficacia social y transparencia; esos espectros sin escrúpulos, que siempre ganan a costa de cualquier cosa, vendiéndose al mejor postor.
Con esa cantidad de mentes preclaras a nuestro alrededor ¿quién es capaz de no suspender? Eso sí, tienen razón en una cosa: cada uno puede que tenga lo que se merece, y nosotros nos merecemos suspender, no por haber hecho mal los deberes, no; por imbéciles, por habernos creído las milongas que nos contaban, por creer que el estado de bienestar lo pagaban otros y sobre todo por pensar que los poderosos iban a permitir que el poder se repartiese entre la clase trabajadora.
Al final nuestro mayor error, fue decir que vivíamos bien, si no lo hubiésemos aireado, a nadie le hubiese importado.
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