Micro-relato
En aquel lugar, ya no quedaba nada de
interés.
En un
rincón una banqueta, sobre ella a dos metros de altura, un lazo con nudo corredizo esculpido en una
soga, cuyo extremo final estaba bien atado a la biga del techo.
Tan solo se
oyó un portazo y una voz:
.- Adiós mundo cruel.
El hombre se fue caminando lentamente bajo
los rayos del sol de media mañana, hacia
otros nuevos mundos que lo esperaban.
C.a.r.l.
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