Maniquí.
Un vestido
transparente
que con mimo
la abrazaba.
Su ropa
interior quería
enamorar mi
mirada,
y sus curvas
provocaban
que mis manos
las tocaran.
Los labios
imaginarios
que sin hablar
me llamaban.
Allí tras
aquel cristal
las sirenas me
cantaban.
Sin cabeza,
sin un rostro,
sin manos de
uñas pintadas,
por piernas un
pedestal
con la base plateada.
Un susurro en
mis oídos
que me hizo
despertar.
Su mano junto
a la mía,
su mirada
sonriente,
un gracioso
empujoncito
que me
invitaba a pasar.
Y navegar por
los sueños,
haciéndolos realidad.
Saltando de
puerto en puerto,
viajando en el
ancho mar.
Entre olas
hechas de versos,
con velas
blancas al aire
bandera ondeando
al viento.
En nubes de
ondas bailaban,
las palabras
en su voz
al maniquí acunaban
mientras su
alma brillaba.
Muy bueno Carlos
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