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sábado, 14 de abril de 2018

Toda una Vida








         En lo alto de la escalera, observaba los peldaños llenos de girones de tela, piel, entrañas y huesos. Experiencias de cada paso dado y de cada esfuerzo realizado, hasta llegar al hoy.

       De nuevo hilvanó la aguja con hilo de zorzal y puntada a puntada, fue tejiendo un saquito. Sus manos y su vista, ya no eran tan hábiles, pero el ímpetu de su corazón permanecía intacto.

      En la noche, entre sueños, en silencio, sin ataduras, se deslizó por la barandilla hasta llegar al primer escalón. Con paciencia, fue subiendo de nuevo uno a uno, recogiendo y metiendo en el saquito cada rastro de su lenta ascensión.

                 No había tiempo para alegrarse de lo conseguido ni arrepentirse de lo no hecho, lo único importante era saber que todo formaba parte de una trayectoria llena de ilusión.

      Una vez lleno a rebosar el saquito, lo cogió con fuerza y lo agitó.   Luego metió la cabeza dentro de él para disfrutar de la fragancia de tantos olores distintos. Tantas experiencias, que por distintas que fuesen tenían un nexo en común.

     Una honda respiración seguida de una escandalosa carcajada, despertó a su dama, esa que tantos y tantos años había compartido con él la vida.

       Para qué preguntar por qué.   Su anciana mirada reflejaba la felicidad del trabajo bien hecho.   Un abrazo bastó como respuesta.  Los ojos se tornaron de nuevo y los sueños volvieron a ser la realidad por el resto de sus días... 
           ¿Qué más podían pedir?


      Este año me he adelantado unos días…
                   FELICIDADES  ANICETO.





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