Al acercarme a
tus labios,
he podido oír las alas
con deseos de volar.
Al acariciar tus
manos,
los ojos cierro por miedo
a abrazar la realidad.
No quiero que me
recuerdes
con el rostro entristecido,
al quedar en soledad.
Me pregunto si al
mirarme
ves a quien diste tú a luz.
Si mi palpitar aún sientes.
Si en palabras
mudas gritas
cuando a besarte me acerco,
o con la sonrisa mientes.
A la hora del adiós
refugiado en una nube
que amortigüe la caída,
recuerdo tu planta altiva
en lo alto de la atalaya
por los años derruida.
Abro los ojos
de nuevo
y no me atrevo a mirar.
Perdona mi
cobardía,
Perdóname Madre
mía.
Prefiero pensar
de nuevo
que se me olvidó llorar.
¡Ay, Carlos! Qué versos tan profundos.
ResponderEliminarEstupendamente fuerte y maravilloso Maestro. Excelentes palabras contenidas en vuestros versos.
ResponderEliminarCuando llegue la hora que tu madre despliegue sus alas, obsérvala partir como un angel y llórala como un niño para calmar tu dolor, pero luego sentirás en tu corazón tanta paz porque ella seguirá eternamente viva en lo profundo de tu ser.Tú eres su extensión de amor y unión espiritual. Muy hermosa y emotiva poesía.Un abrazo grande querido amigo Carlos. America Santiago.
ResponderEliminarCon mucho sentimiento. Felicidades.
ResponderEliminarMuy lindo y sentido, es la muestra de un amor inmenso, único y real, un amor bendecido por toda la eternidad. Hermosísimo. Abrazo desde Venezuela.
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