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lunes, 12 de agosto de 2019

Metáfora XX



 Rayos y centellas, iluminaron los cielos Un estruendoso y bronco sonido hizo temblar el suelo del parque. Luego el silencio absoluto.
   La pareja de gorriones con las alas abiertas cubrían su nido protegiendo sus tres huevos, con los picos alzados, esperando lo que estaba por venir.
               El aire cesó, la calma extrema hacía presagiar el desastre. Las bolas de hielo empezaron a caer con fuerza y una ventisca quiso aliarse con ellas, como queriendo causar el máximo daño en las criaturas que estaban por venir a este mundo.
                  Extrañamente, aquella pareja estaba formada por dos hembras guardianas. Escondieron sus cabezas y aguantaron el tirón.
                Al rato volvieron a sacar sus cabezas. Inmóviles notaron como algo comenzaba a brotar bajo sus pechos.
                      Los cascarones se desquebrajaban dejando emerger unos picos hambrientos, tiernos y amarillentos acompañando a unas cabecitas sin plumas con los ajos aún dormidos.
                           Una de ellas sacudió sus plumas y voló a buscar alimento. La otra quedó con sus alas extendidas. Los huesos fragmentados por los golpes del granizo, le impedían abandonar el nido.
              A nadie importó lo que allí sucedía, pero la gata, observando con sus ojos, encaramada desde la rama de al lado, nunca intentó coger aquel suculento manjar.



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