Han pasado dos semanas y
la cosa por casa está tranquila; pero como dice el refrán: (Poco dura la
alegría en la casa de los pobres).
Tenían una factura pendiente
y aunque Berta había ido dando algún que otro poquito cada quince días (la
quincena que podía) el señor no estaba dispuesto a esperar más.
La cama y el mobiliario de
la habitación de la niña, la habían comprado a plazos y justo al poco tiempo
fue cuando despidieron a Arturo y todo se les vino encima.
A la hora de cenar, Parchís
levantó el lomo con el pelo erizado y se dirigió con malas artes a la puerta de
entrada “los tres lo miraron extrañados”.
--- Al momento sonó el
timbre ---
-Arturo.- ¿Quién será a estas horas?
-Berta.- no sé, pero a Parchís no lo agrada la visita
---- volvió a sonar el timbre ---
-Arturo.- ¡ya voy! Joder con las prisas
Nada más abrir la
puerta, el señor le puso la factura en la cara. El pequeño Parchís levantó aún
más el lomo con no buenas intenciones y al verlo, Berta se apresuró a cogerlo
en sus brazos (era pequeño, pero todo una fiera)
El matrimonio, quedó sin
palabras, que podían decir si el señor en parte tenía razón, se habían
comprometido a algo que no pudieron cumplir.
------ .- vengo a cobrar
esta factura
-Arturo.- mire, he empezado a trabajar este mes, le prometo que a
finales pasamos por la tienda y lo financiamos de nuevo aunque nos cobre algo
más de intereses
-------- .- ni tienda, ni
tiendo; o me la pagan o mañana mismo mando a recoger los muebles.
-Berta.- usted no escucha; le acaba de decir mi marido que le vamos a
pagar
El señor les volvió a
mostrar la factura; en ese momento Parchís saco sus uñas y escapándose de
Berta, partió el dichoso papelito en dos.
------ .- Cuidado con este
mico, no le vaya a pasar algo
Arturo cerró la puerta en sus
narices dando un portazo; él no era así, pero la impotencia de no poder pagar
en ese momento y la amenaza a su pequeño le hicieron reaccionar con esa mala
leche.
En el rellano se oyó la voz.-
mañana vengo al medio día; o el dinero o me llevo hasta los tornillos.
Que disgusto, que mierda,
maldito dinero, ahora que empezaban a levantar la cabeza de nuevo.
Junto a la mesa, ya la cena no
les entraba, cabizbajos pensaban como solucionar el problema antes de que se
volviese a armar el escándalo al día siguiente.
-Sara.- no os pecupeis, que este y yo fiendemos
No tuvieron más remedio
que esbozar una sonrisa mirando a esos pequeños valientes seguros de su fuerza.
-Berta.- ¿y si hablas con tu jefe?
-Arturo.- ¿con Anselmo?
Bueno, no me quedará más remedio; pero jolín, llevo poco tiempo en el
trabajo y a ver que dice el hombre; pensará que a menudo moroso ha contratado.
-Berta.- tú habla con él, tampoco perdemos nada, si dice que no, pues
habrá que buscar otra manera
-Sara.- eso, vamos Pachís y yo
-Arturo.- gracias pequeña; a ti y a parchís, seguro que no os negaba la
ayuda solo con ver vuestras caras
-Berta.- bueno, mejor vamos a la cama, a ver si al menos somos capaces
de dormir.
A primera hora sin apenas
haber dormido, Arturo se levantó y se fue al trabajo dando vueltas a la cabeza,
para encontrar las palabras con las que pedir el favor.
---- ya en la nave ----
-Arturo.- mira Anselmo, tengo un
problema, ¿podríamos hablar en privado?
-Anselmo.- sí claro, vamos a la oficina. ¡Ir preparando que ahora venimos! (dijo a los
otros trabajadores)
-Arturo.- no sé ni cómo empezar
Fue narrándole todo lo que
había ocurrido meses atrás, concluyendo con lo acontecido la noche anterior en
casa.
-Anselmo.- tranquilo déjamelo a mí; ¿y dices que es el borde ese de la
tienda de ahí abajo?
-Arturo.- sí, el de muebles Velasco
-Anselmo.- iros a trabajar que de esto me encargo yo
-Arturo.- pero me lo tendrá que ir descontando poco a poco, ahora no
podemos disponer…
-Anselmo.- tú de eso no te preocupes ahora, que todo tiene arreglo
-Arturo.- bueno, pues me voy a trabajar
-Anselmo.- ¡vamos chavales, al tajo! Ya sabéis, cargáis lo de la calle
princesa y a la tarde ya lo descargaremos, que esta mañana tengo cosas que
hacer; tranquilo Arturo, no te vayas a lesionar por estar pensando en otras
cosas.
Salieron con el camión a
su rutina; Anselmo pensó en quitarse el mono de trabajo, pero para qué, él era
lo que era, un currante, con mono o con traje.
Cuando iba calle abajo
dirección a la tienda de muebles, de pronto paró en seco. ¡No! No iba a perder
la oportunidad de reírse un rato. Así que se dio la vuelta y fue a casa de Arturo.
Llamó a la puerta y esperó
pacientemente, era muy temprano y seguro que aún estaban en la cama. Al momento salió Berta con los ojos medio
cerrados “hacía apenas una hora que había conciliado el sueño”
-Berta.- perdone señor, ¿Qué quería?
De repente abrió un poco
más los ojos y al verlo con el mono, se pensó lo peor. Su rostro palideció y
sus piernas empezaron a temblar.
-Anselmo.- tranquila, tranquila, que soy Anselmo el jefe de su marido.
Berta cayó desplomada
quedando sentada en el suelo y llorando desgarradamente de los nervios
-Anselmo.- vamos señora, no llore, que todo se va a arreglar, pero
venía a hablar con usted.
--- La cogió por debajo de
los hombros y le ayudó a incorporarse ---
Se dirigieron directamente a
la cocina y se sentaron a la mesa; Berta estaba como en el limbo. De
pronto se levantó sobresaltada.
-Berta.- perdone, perdone, ¿quiere un café? Es que no estoy
-Anselmo.- tranquilícese, siéntese un poco, que vengo a proponerle una
cosa.
-Berta.- lo que usted diga, ¡uy! perdón yo me llamo Berta
-Anselmo.- por favor Berta, a mi de tú, que el usted me hace muy mayor
--- mostrando una agradable sonrisa ---
Eso que parece una simple
bobada, tranquilizo a Berta que con una aspiración profunda y un largo soplido
parece que soltó todo el nerviosismo.
Anselmo le comentó lo que
había pensado y Berta entonces sí le preparó el café para que se lo fuese
tomando mientras que ella despertaba a la pequeña Sara y se vestían para
acompañarlo.
Camino a la tienda, Sara y Parchís iban
delante de ellos, erguidos, imaginaban que iban a algún sitio importante donde
tendrían que demostrar su valía.
Detrás Anselmo y Berta,
solo se reían de aquellas dos miniaturas, con ansias de comerse el mundo.
La tienda acababa de abrir,
aún no había nadie; entraron y resonó la voz de Anselmo .- ¡a ver dónde está el jefe!
----- .- ¡bravo por la
educación! Vaya forma de entrar a voces en los sitios
Anselmo no se cortó ni un
pelo .-¡ que dónde está el jefe!
----- .- aquí estoy que
pasa; ¡ah! es usted, qué ¿me ha traído el dinero?
-Anselmo.- no, el del dinero soy yo
------- .- yo a usted no
lo conozco, pero me da igual el caso es cobrar
-Anselmo.- tranquilito, vamos por partes
---- .- salgan ahora
mismo de aquí, yo no estoy para aguantar insolencias
Anselmo.- le aviso solo una vez, yo se que usted tiene razón y que lo
normal es que cobre, pero si salgo por esa puerta tenga por seguro que no va a
cobrar, de eso me encargo yo, mis abogados y los suyos, que son los que se van
a embolsar el dinero.
----- .- a ver, ¿Qué quiere?
-Anselmo.- lo primero la factura
--- .- ahora mismo
---- Anselmo tomó la factura
y la revisó ----
-Anselmo.- ¿ochocientos cuarenta euros por una cama, una estantería y
un armario cajonero de de uno veinte por uno veinte? ¿Pero qué es, madera de
nogal? A robar a un camino.
Hizo una pelota con el
papel y lo echó cerca del gato. Entre Parchís y Sara tardaron en hacerlo añicos un abrir y
cerrar de ojos
---- .- al medio día me
presento a por ello
-Anselmo.- no, al medio día no, porque en cuanto lleguemos a casa, sale
todo por la ventana y lo recoge en el acera hecho astillas
----- .- ¿pero usted quien
se ha pensado que es?
-Berta.- por favor no discutan
-Anselmo.- solo hay una forma de arreglar esto; yo me dedico a las
mudanzas y se de muebles. Usted hace una factura nueva por el precio real que
vale y yo se la pago ahora mismo.
---- Ante tal situación el
señor fue a la oficina e imprimió una factura nueva ---
------- .- aquí tiene, págueme
y listo
-Anselmo.- un momento que lo tengo que consultar
Le dejó la factura a Sara
y esta la miró con cara de sabelotodo. Sara se la mostró a Parchís y este después
de alzar el lomo, de un manotazo dejó el
folio rasgado con las uñas.
----.- ¿pero qué hace?
-Anselmo.- revise usted bien el precio de almacén, portes y su
porcentaje, que algo me dice que se ha equivocado sin querer
------ .- esto es lo
nunca visto, ¿quiere usted pasar a la oficina y lo ve?
-Anselmo.- yo confió en usted, pero creo que se le ha ido algún numero,
estos ordenadores modernos, cualquier cosita descuadra todo, siempre digo que
las cuentas a mano, como se ha hecho toda la vida
El señor no daba crédito a
lo que estaba ocurriendo, estaba tan fuera de sí, que no era capaz ni de
reaccionar.
Volvió a salir con otra
factura y la misma operación; primero la ojeó Anselmo, luego Sara y al final
Parchís. En este caso y tras mover la
cabeza hacia los lados un par de veces, Parchís miró a Sara y con un suave “miau”
dio su aprobación. Sara le entregó la factura a Anselmo, moviendo la cabeza en
forma afirmativa y Anselmo echo mano al bolsillo y sacó un fajo de billetes.
-Anselmo.- tenga usted, la factura son cuatrocientos ochenta, menos
cincuenta, que ya le habían entregado con anterioridad, cuatrocientos treinta. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete
ocho y nueve; esto son cuatrocientos cincuenta y quédese con el resto por las molestias.
Anselmo puso el dinero
sobre un mueble que estaba a la entrada y sin más los cuatro salieron de la
tienda y se fueron. El señor quedó allí parado, como una estatua, abriendo y
cerrando los ojos pensando ¿pero esto, ha pasado en realidad, o estoy soñando?
Sencillo relato y a la vez preciosa historia. Te animo a seguir regalándonos vida. Fuerte abrazo Carlos.
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