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lunes, 11 de mayo de 2020

PARCHÍS (14)




        Han pasado dos semanas y la cosa por casa está tranquila; pero como dice el refrán: (Poco dura la alegría en la casa de los pobres).
    Tenían una factura pendiente y aunque Berta había ido dando algún que otro poquito cada quince días (la quincena que podía) el señor no estaba dispuesto a esperar más.
      La cama y el mobiliario de la habitación de la niña, la habían comprado a plazos y justo al poco tiempo fue cuando despidieron a Arturo y todo se les vino encima.
    A la hora de cenar, Parchís levantó el lomo con el pelo erizado y se dirigió con malas artes a la puerta de entrada “los tres lo miraron extrañados”.
      --- Al momento sonó el timbre ---
-Arturo.- ¿Quién será a estas horas?
-Berta.- no sé, pero a Parchís no lo agrada la visita
       ---- volvió a sonar el timbre ---
-Arturo.- ¡ya voy! Joder con las prisas
         Nada más abrir la puerta, el señor le puso la factura en la cara. El pequeño Parchís levantó aún más el lomo con no buenas intenciones y al verlo, Berta se apresuró a cogerlo en sus brazos (era pequeño, pero todo una fiera)
      El matrimonio, quedó sin palabras, que podían decir si el señor en parte tenía razón, se habían comprometido a algo que no pudieron cumplir.
     ------ .- vengo a cobrar esta factura
-Arturo.- mire, he empezado a trabajar este mes, le prometo que a finales pasamos por la tienda y lo financiamos de nuevo aunque nos cobre algo más de intereses
      -------- .- ni tienda, ni tiendo; o me la pagan o mañana mismo mando a recoger los muebles.
-Berta.- usted no escucha; le acaba de decir mi marido que le vamos a pagar
       El señor les volvió a mostrar la factura; en ese momento Parchís saco sus uñas y escapándose de Berta, partió el dichoso papelito en dos.
      ------ .- Cuidado con este mico, no le vaya a pasar algo
   Arturo cerró la puerta en sus narices dando un portazo; él no era así, pero la impotencia de no poder pagar en ese momento y la amenaza a su pequeño le hicieron reaccionar con esa mala leche.
   En el rellano se oyó la voz.- mañana vengo al medio día; o el dinero o me llevo hasta los tornillos.
       Que disgusto, que mierda, maldito dinero, ahora que empezaban a levantar la cabeza de nuevo.
   Junto a la mesa, ya la cena no les entraba, cabizbajos pensaban como solucionar el problema antes de que se volviese a armar el escándalo al día siguiente.
-Sara.- no os pecupeis, que este y yo fiendemos
       No tuvieron más remedio que esbozar una sonrisa mirando a esos pequeños valientes seguros de su fuerza.
-Berta.- ¿y si hablas con tu jefe?
-Arturo.- ¿con Anselmo? Bueno, no me quedará más remedio; pero jolín,  llevo poco tiempo en el trabajo y a ver que dice el hombre; pensará que a menudo moroso ha contratado.
-Berta.- tú habla con él, tampoco perdemos nada, si dice que no, pues habrá que buscar otra manera
-Sara.- eso, vamos Pachís y yo
-Arturo.- gracias pequeña; a ti y a parchís, seguro que no os negaba la ayuda solo con ver vuestras caras
-Berta.- bueno, mejor vamos a la cama, a ver si al menos somos capaces de dormir.
       A primera hora sin apenas haber dormido, Arturo se levantó y se fue al trabajo dando vueltas a la cabeza, para encontrar las palabras con las que pedir el favor.
       ---- ya en la nave ----
 -Arturo.- mira Anselmo, tengo un problema, ¿podríamos hablar en privado?
-Anselmo.- sí claro, vamos a la oficina.  ¡Ir preparando que ahora venimos! (dijo a los otros trabajadores)
-Arturo.- no sé ni cómo empezar
      Fue narrándole todo lo que había ocurrido meses atrás, concluyendo con lo acontecido la noche anterior en casa.
-Anselmo.- tranquilo déjamelo a mí; ¿y dices que es el borde ese de la tienda de ahí abajo?
-Arturo.- sí, el de muebles Velasco
-Anselmo.- iros a trabajar que de esto me encargo yo
-Arturo.- pero me lo tendrá que ir descontando poco a poco, ahora no podemos disponer…
-Anselmo.- tú de eso no te preocupes ahora, que todo tiene arreglo
-Arturo.- bueno, pues me voy a trabajar
-Anselmo.- ¡vamos chavales, al tajo! Ya sabéis, cargáis lo de la calle princesa y a la tarde ya lo descargaremos, que esta mañana tengo cosas que hacer; tranquilo Arturo, no te vayas a lesionar por estar pensando en otras cosas.
        Salieron con el camión a su rutina; Anselmo pensó en quitarse el mono de trabajo, pero para qué, él era lo que era, un currante, con mono o con traje.
        Cuando iba calle abajo dirección a la tienda de muebles, de pronto paró en seco. ¡No! No iba a perder la oportunidad de reírse un rato. Así que se dio la vuelta y fue a casa de Arturo.
   Llamó a la puerta y esperó pacientemente, era muy temprano y seguro que aún estaban en la cama.   Al momento salió Berta con los ojos medio cerrados “hacía apenas una hora que había conciliado el sueño”
-Berta.- perdone señor, ¿Qué quería?
         De repente abrió un poco más los ojos y al verlo con el mono, se pensó lo peor. Su rostro palideció y sus piernas empezaron a temblar.
-Anselmo.- tranquila, tranquila, que soy Anselmo el jefe de su marido.
    Berta cayó desplomada quedando sentada en el suelo y llorando desgarradamente de los nervios
-Anselmo.- vamos señora, no llore, que todo se va a arreglar, pero venía a hablar con usted.
       --- La cogió por debajo de los hombros y le ayudó a incorporarse ---
    Se dirigieron directamente a la cocina y se sentaron a la mesa; Berta  estaba como en el limbo.   De pronto se levantó sobresaltada.
-Berta.- perdone, perdone, ¿quiere un café? Es que no estoy
-Anselmo.- tranquilícese, siéntese un poco, que vengo a proponerle una cosa.
-Berta.- lo que usted diga, ¡uy! perdón yo me llamo Berta
-Anselmo.- por favor Berta, a mi de tú, que el usted me hace muy mayor --- mostrando una agradable sonrisa ---
     Eso que parece una simple bobada, tranquilizo a Berta que con una aspiración profunda y un largo soplido parece que soltó todo el nerviosismo.
     Anselmo le comentó lo que había pensado y Berta entonces sí le preparó el café para que se lo fuese tomando mientras que ella despertaba a la pequeña Sara y se vestían para acompañarlo.
     Camino a la tienda, Sara y Parchís iban delante de ellos, erguidos, imaginaban que iban a algún sitio importante donde tendrían que demostrar su valía.
      Detrás Anselmo y Berta, solo se reían de aquellas dos miniaturas, con ansias de comerse el mundo.
       La tienda acababa de abrir, aún no había nadie; entraron y resonó la voz de Anselmo  .- ¡a ver dónde está el jefe!
     ----- .- ¡bravo por la educación! Vaya forma de entrar a voces en los sitios
       Anselmo no se cortó ni un pelo   .-¡ que dónde está el jefe!
      ----- .- aquí estoy que pasa; ¡ah! es usted, qué ¿me ha traído el dinero?
-Anselmo.- no, el del dinero soy yo
       ------- .- yo a usted no lo conozco, pero me da igual el caso es cobrar
-Anselmo.- tranquilito, vamos por partes
         ---- .- salgan ahora mismo de aquí, yo no estoy para aguantar insolencias
Anselmo.- le aviso solo una vez, yo se que usted tiene razón y que lo normal es que cobre, pero si salgo por esa puerta tenga por seguro que no va a cobrar, de eso me encargo yo, mis abogados y los suyos, que son los que se van a embolsar el dinero.
      ----- .- a ver, ¿Qué quiere?
-Anselmo.- lo primero la factura
     --- .- ahora mismo
    ---- Anselmo tomó la factura y la revisó ----
-Anselmo.- ¿ochocientos cuarenta euros por una cama, una estantería y un armario cajonero de de uno veinte por uno veinte? ¿Pero qué es, madera de nogal? A robar a un camino.
      Hizo una pelota con el papel y  lo echó cerca del gato.  Entre Parchís  y Sara tardaron en hacerlo añicos un abrir y cerrar de ojos
      ---- .- al medio día me presento a por ello
-Anselmo.- no, al medio día no, porque en cuanto lleguemos a casa, sale todo por la ventana y lo recoge en el acera hecho astillas
       ----- .- ¿pero usted quien se ha pensado que es?
-Berta.- por favor no discutan
-Anselmo.- solo hay una forma de arreglar esto; yo me dedico a las mudanzas y se de muebles. Usted hace una factura nueva por el precio real que vale y yo se la pago ahora mismo.
      ---- Ante tal situación el señor fue a la oficina e imprimió una factura nueva ---
     ------- .- aquí tiene, págueme y listo
-Anselmo.- un momento que lo tengo que consultar
        Le dejó la factura a Sara y esta la miró con cara de sabelotodo. Sara se la mostró a Parchís y este después de alzar el lomo, de un manotazo  dejó el folio rasgado con las uñas.
        ----.- ¿pero qué hace?
-Anselmo.- revise usted bien el precio de almacén, portes y su porcentaje, que algo me dice que se ha equivocado sin querer
         ------ .- esto es lo nunca visto, ¿quiere usted pasar a la oficina y lo ve?
-Anselmo.- yo confió en usted, pero creo que se le ha ido algún numero, estos ordenadores modernos, cualquier cosita descuadra todo, siempre digo que las cuentas a mano, como se ha hecho toda la vida
     El señor no daba crédito a lo que estaba ocurriendo, estaba tan fuera de sí, que no era capaz ni de reaccionar.
      Volvió a salir con otra factura y la misma operación; primero la ojeó Anselmo, luego Sara y al final Parchís.  En este caso y tras mover la cabeza hacia los lados un par de veces, Parchís miró a Sara y con un suave “miau” dio su aprobación. Sara le entregó la factura a Anselmo, moviendo la cabeza en forma afirmativa y Anselmo echo mano al bolsillo y sacó un fajo de billetes.
-Anselmo.- tenga usted, la factura son cuatrocientos ochenta, menos cincuenta, que ya le habían entregado con anterioridad, cuatrocientos treinta.  Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete ocho y nueve; esto son cuatrocientos cincuenta y quédese con el resto por las molestias.
        Anselmo puso el dinero sobre un mueble que estaba a la entrada y sin más los cuatro salieron de la tienda y se fueron. El señor quedó allí parado, como una estatua, abriendo y cerrando los ojos pensando ¿pero esto, ha pasado en realidad, o estoy soñando?
   




1 comentario:

  1. Sencillo relato y a la vez preciosa historia. Te animo a seguir regalándonos vida. Fuerte abrazo Carlos.

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