No sé si pedir perdón,
como hacerlo,
ni porqué.
De mi casa me sacaron
recién salida
la barba.
Me vistieron de uniforme
como a todos
las demás.
Botas cubiertas de barro
andando hasta la alambrada
como carne de
cañón.
Sin saber quién hay enfrente,
o donde se
reclutó.
Disparos al aire, todos,
por no asomar
la cabeza
ocultado tras
el miedo.
Por qué razón se luchaba
yo tampoco
pregunté,
ni nunca a mí
me dijeron.
Antes del amanecer,
tres estrellas
de seis puntas
reclamaron mi
presencia
en el patio
amurallado.
Allí junto la pared,
personas
desconocidas
con las manos
a la espalda,
de pie, con
ojos vendados.
Cosas para ser borradas
aunque la
mente no olvide.
Por fin regresé a mi casa
esto nunca lo
conté.
Otros al igual que yo
guardan el
mismo secreto,
la vergüenza
que atenaza
los recuerdos
del ayer.
Yo fui uno, uno de tantos,
uno escogido al
azar
que formaba el
pelotón.
El tiempo, dio tiempo al tiempo,
a la hora de
dar cuentas
no sé a quién,
pedir perdón.