Fui hija, Madre y abuela,
sobrina y tía
abnegada,
la que a todo se
prestaba
al lado de la cazuela.
Toda persona atendí
necesitada de ayuda,
igual cien, que ciento
una
en mi regazo acogí.
En mi mesa siempre
austera
mucha agua y poco vino
sobre el pan siempre tocino
para seguir el camino.
Pensé, cuando llegue
el día
yo, les seguiré cuidando
desde lo alto enviando
entre la lluvia alegría.
Mis huesos ya carcomidos
por tantos años
vividos.
Ya nadie me necesita.
Hasta la hora de mi muerte
ni espero, venga visita.
Mi madre marchó a las
nubes,
Hijos y nietos partieron.
¿Sobrinos? para que hablar.
Los que por aquí
pasaron
camino hacia el
horizonte
para nunca regresar.
Conocidos no me quedan.
No soy hija, ni Madre, ni abuela.
Cuando el polluelo
echa plumas
abre las alas y vuela.
En la casa solo quedan:
La mesa, las sillas,
los platos,
la mano que sujeta el
cazo
junto a la vieja
cazuela.
Ojos de gata
Así es. Ironías y seguir. Cuantas personas pasan por eso. La ingratitud es terrible.
ResponderEliminarPor ellas.
EliminarPreciosa tu poesía que llega al alma.....gracias querido amigo Carlos. Saludos de America Santiago.
ResponderEliminarGraciñas jefa
EliminarQue cierto es todo y que bien lo relatas.
ResponderEliminarUn abrazo compy
EliminarAsí es maese, no se puede explicar mejor. La mano que dio rara vez recibió.
ResponderEliminarPor ellas.
EliminarOstras, qué fuerte. Melodioso poema para un tema tristemente real. Tocando el alma. Ahora a componer una melodía
ResponderEliminarEstoy muy perro,, pero todo se andará.
EliminarHermoso poema tan realista de gran sentimiento, la ingratitude es el por pecado.
ResponderEliminarLa condición.
EliminarHermoso, descriptivo de sítuaciones que parecieran hacerse más frecuentes. La ingratitud es un puñal que cala hondo en el alma más cuando se ha entregado amor puro y desinteresado.Muy emotivas y profundas letras caro amigo. Abrazo de luz
ResponderEliminarAbrazos....
Eliminar