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lunes, 28 de abril de 2014

Felix Lopez Sanabria

       Hola tío; mañana te entierran a las diez, yo no llegaré a Tarancón, hasta la tarde.
 Ya da igual.
    No sé como ha sucedido, en que exactas circunstancias, me gustaría que haya sido plácidamente dormido y adiós.
   Es duro decirlo, pero sabes, que desde hace tiempo, considero que la muerte no es una desgracia excepto para los que nos quedamos aquí, si no un regalo, que nadie queremos que los nuestros abran, pero al que todos tarde o temprano, quitamos en envoltorio para ver lo que hay dentro.
    Esta noche te encontrarás apenado, viendo como tus seres más queridos rodean esa caja donde está tu cuerpo, sin darse cuenta que tu ya no estás allí si no sentado a su lado, acariciando sus manos para que no se les queden frías.
     Te tengo hoy que dar las gracias por tantos momentos de mi infancia que compartiste con ese mocoso iluso, y la forma en que te reías de las historias tan fantásticas que te contaba mientras comíamos.   
    Por aquellos momentos de felicidad en tu casa los fines de semana que podía acercarme en tren hasta tu casa y por tantas y tantas cosas que tardaría un siglo en escribir. Pero hoy también te tengo que pedir perdón, por no saber agradecerlo, cuando fui mayor, por no pasar a veros más a menudo, por no escribiros ni llamaros excepto de tarde en tarde, con intervalos que superaban el año.
   De todas formas sabes que siempre habéis estado y seguís estando en mi corazón, igual que yo sé que jamás os habéis olvidado de vuestro Carlitos.
    Ahora mientras todos duermen estoy escribiendo y aún no me lo creo, mejor dicho no lo tengo asumido, mañana al llegar me toparé con la realidad, con mi tía, primos y demás familia agotados por el sufrimiento y no sé como reaccionaré, quizás mi única válvula de escape sea hincharme a llorar, pero sé que allí en algún lugar estarás esperando a que llegue para que te de un abrazo y contento de haber estado contigo, poder seguir viaje, hacia el futuro que me quede por vivir.

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