Este año, como
tantos años en mi recuerdo,
tu cumpleaños coincide con la semana santa.
Aunque aún quedan
unos días para el 17, cuando me acosté anoche, me empezaron a llegar a la
mente muchos recuerdos; intente analizar el porqué de aquellas decisiones.
Cuantas veces tuviste
que darme la opción de intentar aquello que sabías que no tendría futuro.
Un día; se me
ocurrió (ni yo sé porqué) el apuntarme a la OJE. Seguro que cuando viste
después de un tiempo, la camisa azul con aquel escudo bordado en el bolsillo
del pecho y la boina roja sobra mi cama, preferiste no mirar; para evitar la
tentación de ir a por las cerillas y prenderle fuego con migo dentro. (pienso)
Otro, quise ir a la banda de
música; entonces (creo yo) no es que aquella formación fuera santo de tu
devoción. Empecé con la trompeta y viste que yo por mi constitución física no
llegaría muy lejos, de todas formas, sin embargo, te esforzaste por dejar aquel
instrumento viejo y mohoso, como los chorros del oro por fuera y sobre todo por
dentro. Si mal no recuerdo lo hiciste
con leche templada y perdigones, para dejar virgen, aquel metal destemplado de
tanto soplido de aprendiz y me aconsejaste hacer muchas notas tenidas, para
domesticar aquella bestia y que mis enclenques pulmones aguantasen el tirón.
Otro, el mayor
disgusto de todos estaba a punto de llegar.
Te puse en evidencia delante de todos; aquel cumulo de incidentes que
hasta a mí, me da vergüenza de recordar. Aunque aquello mirándolo con perspectiva,
sé, que cambió mi vida y forma de hacer las cosas. Lo siento, pero me alegro de
que ocurriese a tiempo de rectificar.
Ya
había cometido dos errores exageradamente gordos: el antes mencionado y dejar
los estudios.
Mira que insististe
una y otra vez, explicándome las consecuencias, pero todo fue inútil.
Tiempo más tarde: ¿Cómo
intentar conocerte un poco más, parecerme
algo a aquella persona que tanto admiraba?
Otra ocurrencia. Intentaría ser músico como tú.
No solo pusiste
todo de tu parte para que fuera posible, me regalaste el recuerdo más grato,
que guardo de aquella época. Un día, muy
temprano, aún era de noche, cogimos un tren dirección a Valencia, madre, tú y
yo; allí me comprasteis un trovador. Era
un mueble al que se ponían unas patas a rosca, para que quedase como un órgano;
en realidad era un acordeón con el motor de un aspirador de aire acoplado para
que sonasen las lengüetas; metido dentro de un maletón que pesaba un huevo,
sobre él yo, echado, dormido, como si fuera mi cama hice parte del viaje de
vuelta.
Enseguida viste
que mis dotes para la música eran un poco escasas, tenía poco oído y tú querías
que el teclado no se utilizase como una máquina de escribir; lo importante no
eran las faltas, (que también) si no entender lo que tocaba para poder
interpretarlo. Dirigiendo mi forma de tocar, era la única manera de que yo en
un futuro, me pudiese ganar la vida, recurriendo a un sustento en el que no
hiciesen falta demasiados estudios y estuviese “exento” de esfuerzo físico.
Te esforzarte por
hacer que dedicase mi tiempo en aprender a hacer bajos; para tapar los fallos
de melodía ya estabas tú con el saxo.
De tus enseñanzas,
salió un teclista mediocre, pero en el reino de los ciegos, el tuerto es el que
más ve; por lo que te sentías orgulloso de los bajos y acompañamiento. No solo dejaste todo y a todos por estar a
mi lado y protegerme, firmaste un montón de letras para comprar aquel órgano
gris de marca: Farfisa “compat de luxe” que tenía las teclas con el color blanco y negro invertido
en sus dos primeras octavas y aquel amplificador musicsón 120W para aquellos graves saliesen nítidos.
Así de pronto, empezó
nuestra andadura juntos por aquellas “carreteras” de dios; en el seiscientos
blanco, cargado hasta los topes. Si la memoria no me falla, era su matrícula:
CU-10420. Lo habías comprado de segunda,
cuando años antes vendiste la vespa.
Durante seis años
las cosas fueron cambiando; compraste la DKW y el Tenoxi rojo; hicimos el
grupo, me saqué el carnet de conducir, también el de músico (que guardo en mi
cartera como una joya). Siempre juntos, vendimos bragas de cuello alto por las
plazas de los pueblos y luego madre
montó la frutería. Al poco tiempo llegó
la hora de tomar una decisión dura. Tenía que tomarla solo, yo solo, sin
consultas ni marcha atrás.
Los grupos “modernos” empezaban a imponerse en los pueblos. Aquellos primeros seres abstractos que se hacen llamar representantes,
empezaban a salir a la carretera. Los
músicos que estaban con nosotros, pretendían meter en el grupo un bajista y un
cantante. Tú, solamente por la edad que tenias parecías prescindible para
ellos, no tenían ni idea; Ay ¿si no hubiera sido por que había quien nos sacaba
las castañas del fuego? Que ilusos.
Cualquier solución iba a hacer que me vieras
fracasar. Si seguía a tu lado, seguro
buscaríamos gente nueva y los nuevos tiempos nos llevarían de nuevo al mismo
sitio. Si te dejaba por ellos, tal vez
el grupo funcionase, pero mi fracaso como persona sería inasumible por mi
parte.
Mi solución: irme
lejos, tenía claro que la opción de volver no estaba en mis planes, pasase lo
que pasase; vivir de lo que me enseñaste, no a ser el mejor músico, pero
siempre luchar por ser el mejor profesional. Gracias a eso he mal vivido de la
música treinta y tantos años desde que empecé a tu lado; Gracias a lo que
aprendí de ti, casi nunca durante todo ese tiempo me faltó trabajo, incluso
cuando estuve durante ese tiempo con el brazo inmovilizado a raíz del
accidente.
De los ratos
malos, mejor no acordarse, los viví yo solo, lejos, pero tú no tenías porqué
enterarte; solo quiero que sepas que cada vez que subía a un escenario, sabía
que tú te sentirías orgulloso de mí y siempre que la palabra músico, salía de
mi boca, pronunciaba solo tu nombre, porque para mí, la música eres tú.
A mis diecinueve
años pensabais que yo solo buscaba mi libertad; no era cierto, en casa ya la
tenía. Tú me diste todo, yo solo pude
devolverte eso mismo en la música, tu libertad, librándote de mis cadenas.
Tendré razón o no,
tal vez lo hice mal, pero es lo que pensaba y así te lo cuento.
No sé si alguien
habrá tenido a alguien mejor que tú como padre; pero seguro que jamás nadie, ha
sentido a su lado un mejor amigo, como el que yo tuve y sigo teniendo, espero
por muchos años.
A mi GRAN Amigo
FELIZ CUMPLEAÑOS
Gracias, aún te queda mucha guerra que dar, solo son 89.
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