Y levante el vuelo
para abandonar el nido,
me
deje llevar por el viento
para
no mirar atrás.
Deje que mis alas me elevasen,
intenté
esconderme entre las nubes
con la
intención de olvidar.
Arranqué raíces de cuajo
dejando
un hueco en la roca,
taponé
con barro un caño
para
robarle agua al Huecar.
Volé a parajes lejanos
pensando
en no regresar,
creyendo
que en el amor
la
distancia hace el olvido,
pero
el querer a mi tierra
nunca
ha desaparecido.
Por sus cuestas empedradas,
entre
el rumor de la lluvia
que
cae de los canalones
me
aproximo hasta el castillo.
Empapado de recuerdos
al
asomarme al abismo
puedo
contemplar el Júcar
que se
acerca lentamente
hasta
el recreo peral.
Miro desde
san Isidro,
cementerio
enamorado
donde
las piedras pintadas
simulaban
animales,
donde
las momias dormidas
cuidaban
aquel camastro
de la
que no fuera dueña,
sí cuidadora
abnegada,
una
loKa de despierta
una
artista en su morada.
Desde la cárcel, el Huecar,
arroyuelo
de mi infancia,
va
deslizando sus aguas
por
esa hoz no encantada,
pero
siempre encantadora
con
esa risca del angel,
que
tanto admiré en el tiempo
frente
a las casa colgadas.
En él cogí culebrillas,
renacuajos,
pececillos,
en él
me bañé mil veces,
con él
compartí mi penas
cuando
todavía era un niño.
Levantando la mirada
por la
ladera del cerro,
veo
tomillos y aliagas,
espliego
junto a romero,
aspiro
el aire con fuerza
para
aglutinar aromas.
Los pinachos en la cumbre
dan
portección a esa virgen
que un día me dio cobijo,
escondido
tras su manto
en una
tarde de invierno,
de
frio intenso, de nieve
y el
corazón de Jesús
azotado
por el viento.
Tan solo tengo un momento,
un día de estancia en Cuenca,
he de
volver a mi nido
construido
en tierras lejanas,
he de
cuidar mis polluelos
que
algún día querrán volar,
renegar
de esa, su tierra
y que
un día al regresar,
recordarán
su pasado,
y al
volver la vista atrás
verán
aquellos caminos
que no
han de volver a andar.
Mas la leo. Y mas me gusta !!!
ResponderEliminargracias
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