Ese tipo de
relación esporádica, sería la primera vez para ambos; los cincuentones, tenían
un trabajo, pareja estable, hijos, buena sintonía familiar y en el dormitorio sexualmente satisfechos.
Aquella
aventura, pretendía romper la monotonía por una sola tarde y después seguir con
su vida.
Cada uno, se
buscó una excusa, pera no ir a comer y
no regresar a casa hasta la hora de la cena.
Al salir del
trabajo, ella, pasó por un par de tiendas, antes de ir a un centro de estética
y peluquería.
Él, recogió a
los niños y los llevó a casa de su madre, ya que su mujer no podía encargarse
de ellos esa tarde. Luego también, a comprarse ropa nueva y hacerse un cambio
de imagen más juvenil.
A las cinco y media, ponía sus pies en el
vestíbulo de aquel hostal y se encaminaba a recepción para pedir una
habitación.
Solicitó: total discreción, una botella de
champán con dos copas y que decorasen las paredes con unas flores. Para las seis aproximadamente.
Llegará una
señora preguntando por él. Por favor le dijese que estaba esperando en el
solitario bar que se hallaba contiguo a
aquel mostrador.
Una vez
acomodado en una mesa pequeña, discreta por su posición, escribió un escueto
mensaje, dando el nombre del hostal y recordando la hora prevista: 18.00.
Justo a la hora,
aparecía una bella mujer. Su corte de pelo, hacia que su cutis pareciera más
resplandeciente. Aquel vestido blanco estampado
con tonos azul claro y entallado dibujaba una excepcional silueta y los zapatos
de tacón (manteniendo sobre ellos, totalmente rectas sus piernas al
andar), hacían realmente sublime aquella
imagen que estaban viendo sus ojos.
Él, (una persona
de traje y corbata), vestía pantalón
vaquero, camiseta negra que le marcaba los pectorales y una chaqueta de pana
marrón claro con coderas más oscuras. El
nuevo corte de pelo y unos cuantos reflejos de un castaño más claro, le daban
aspecto interesante.
Ya en la habitación, se sentaron tranquilamente en un diván junto
a una mesita donde estaba la cubitera y las copas. Brindaron casi sin mediar palabra. Caricias, besitos distraídos, miradas sugerentes,
fueron poco a poco acercando sus cuerpos; con paciencia, sin forzar situaciones
incomodas.
Por el
sonido ambiental, empezó a sonar un tema romántico. Él, se
desprendió de la chaqueta; con una
sonrisa amable la cogió de la mano y la invitó a bailar.
Allí unidos,
entre las paredes decoradas con rosas, acariciaba el delgado cuello con los
labios y masajeaba dulcemente desde las cervicales hasta la cintura toda su espalda.
El femenino cuerpo
relajado, se fue tornando en una excitación
progresiva hasta que inocentemente suspiró, lo abrazo con fuerza y clavó las
afiladas uñas, a la altura de los omóplatos.
Ella se dejo caer en la cama; el tiempo parecía
no avanzar, se fueron desnudando el uno al otro, con cruel lentitud, utilizando
los labios y dientes para despojarse de todo aquello que no fuera carne.
Todo
parecía ser, un deslizarse por un sueño idílico, aderezado por la pasión
escalofriante de la infidelidad. Sus pechos
se movían apasionados, mientras a su vulva empapada parecía faltarle la respiración;
mientras él susurraba palabras de gozo y con sus manos la sujetaba por su
delicada cintura.
La aventura terminó,
cuando salían de la habitación dejando tras aquella puerta las rosas de la pared,
como únicas testigos de aquel momento, las agujas del reloj marcaban las diez.
Ella volvió a
casa a preparar la cena. Él se acerco hasta casa de su madre a por sus
hijos, allí se cambio de ropa y también regreso a casa.
Ambos, después de
cenar, acostar a los niños y subir al dormitorio con la intención de dormir en silencio. Se miraron y sonrieron al recordar la mirada
indignante de estupefacción que había puesto el recepcionista que la conocía a
ella de verla sin saber si estaba casada o con quien y la sorpresa de la
camarera del bar; que justo esa misma mañana había estado en la
oficina donde él trabajaba, para tramitar unos documentos.
…….-cariño, esto
habrá que repetirlo.
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