--- Reino de Dios ---
Los muros y columnas de piedra contaban la
historia con palabras mudas en aquel sitio donde imperaba el voto de silencio.
Durante tantos años – desde que
ingresó como novicia en la orden – sus labios parecían cosidos y su lengua
aletargada. El paladar deformado y sus cuerdas vocales entumecidas.
Tumbada con los ojos abiertos, sus
últimos suspiros fueron de agradecimiento a su Dios.
Con el alma herida por romper su voto en
los últimos instantes, entreabrió su boca para con voz entrecortada y ronca
pronunciar su única frase en años:
Señor, en tus manos encomiendo mi
espíritu.
Carlos Torrijos
C.a.r.l. (España)
02/09/2018.
No hay comentarios:
Publicar un comentario