Esa
mañana Laura de la mano de Jaime habló con el director de colegio para que
estuviese al tanto y que en breve desde la asociación le llamarían para acordar
el día y horario de la charla solicitada.
También que traían un regalo
para Samuel (cosas de Jaime)
Director.- le importaría que se le
diera el regalo en mi despacho
Laura.- pues casi mejor, Jaime se lo pensaba dar en el patio; pero
delante de todos lo mismo hasta le incomoda;
pero me gustaría que estuviesen los tres mosqueteros
Director.- deja el regalo aquí en mi
mesa y antes de la hora del recreo, mando a buscar
a los cuatro para una reunión en mi despacho.
Laura.- has oído Jaime, nadie
tiene que saber nada
Director.- usted si quiere puede
estar también, pero sería mejor que los dos esperásemos en el pasillo
Laura.- sí entre niños se
entienden mejor
Jaime entró en clase;
Laura se fue un rato a la oficina y un poco antes del recreo se sentó en los
asientos que había en el pasillo junto al despacho del director.
-El bedel abrió la puerta del aula-
.- Jaime, Inmaculada,
Adriana y Samuel al despacho del director ahora mismo
Samuel.- ¿pero qué he hecho ahora?
Maestro.- en fila y en silencio
Samuel.- ya me tenéis harto, yo no
he hecho nada
Todo el camino Samuel
delante murmurando entre dientes, ellos tres detrás con una sonrisa oculta.
Cuando Samuel vio a la madre
de Jaime sentada junto al despacho, le empezaron a temblar las piernas, tanto
que se puso blanco e hizo ademán de caerse al suelo por un momento.
-Laura se levanto enseguida
para sujetarlo del brazo-
Laura.- ¿te mareas?
Samuel.- ¡NO! Déjeme en paz, yo no
he hecho nada
-Abrieron la puerta y lo
sentaron, no se fuera a caer-
Director.- estate tranquilo que no
pasa nada, es una sorpresa
Samuel.- siempre igual
Director.- perdona, es culpa mía
Jaime.- solo queríamos darte un
regalo que dejaron los reyes para ti en el hospital
Samuel.- los reyes no existen
Jaime.- si existen, yo les pedí
un regalo para ti y lo trajeron
Samuel cogió el regalo entre sus manos y
empezó a desenvolverlo sin apenas romper el papel
Samuel.- que gorra mas chula
Inma.- a que sí
Samuel.- ¿pero para mí? ¿Por qué?
Adry.- para que tengas una y no
se la tengas que quitar a nadie
Jaime.- si quieres podemos ser
amigos, pero si no, da igual, la gorra es tuya
-Samuel se quedó pensativo-
Director.- ¿te da vergüenza ser
amigo de un niño “raro” (haciendo un gesto de comillas con sus dedos) y dos
niñas?
Samuel.- no lo sé; nunca nadie me
ha regalado nada
Laura.- tú piénsatelo unos días y
luego ya decides, pero no tienes que jugar con ellos ni nada, solo saber que
sois amigos
Director.- ya podéis salir al patio
a jugar
-Samuel dejó el papel sobre
la mesa y guardó la gorra en el bolsillo del abrigo-
Ellos tres como siempre a sentarse al rincón,
ese día con sus gorras en la cabeza;
Samuel junto a su grupo de amigotes, callado y sin dar explicación de lo
que había pasado en el despacho.
Se aproximaba
el día de su tercera sesión de tratamiento y sabían que durante la primera
semana no lo verían, a no ser que se acercasen a su casa.
Todos los días tenía visita
lloviese o tronase; antes de la hora de cenar Paula y Claudio, pasaban
a estar un rato con ellos después de tomar una caña, antes de que de que
Claudio se fuese al Hospital.
Al rato llegaban Patri y Raúl y después de
que se acostase Jaime, quedaban un rato hablando de cómo iba la cosa.
Pero una de esas tardes Ernesto estaba en
casa, así que Laura se fue hasta el parque y pidió permiso a los abuelos para
invitar a merendar a las amigas.
“Al terminar Ernesto las llevaría a casa”.
Por supuesto que accedieron a la invitación.
Laura.- Jaime, mira quien ha
venido a verte
Jaime.- ahora me levanto
Ernesto.- mira que guapas vienen
estas mozas, sentaros en el sofá que ya sale la merienda
Laura.- vamos, que están
esperando
Jaime.- ya voy
-Ernesto fue hasta la
habitación-
Ernesto.- lávate bien la cara y
ponte la gorra
Jaime.- ¿pero quién es?
Ernesto.- pues Inma y Adry
-La cara se le iluminó y
pareció pasársele el cansancio y el dolor de cuerpo al instante-
Ernesto.- ¡ahí va el mozo!
Laura.- lo que llega a fortalecer
una mujercita bonita
Ernesto.- pues imagínate dos
-
Para merendar, un chocolate con tostadas.
De pronto, como por arte de
magia el hambre había vuelto al estómago de Jaime y su rostro lucía con esa
gran sonrisa.
Genial, como siempre
ResponderEliminarAbrazos
Eliminar👏👏👏👏👏👏
ResponderEliminarOK
EliminarFenomenal, estoy enganchada, gracias Carlos, un saludo.
ResponderEliminarYa va quedando menos.
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